"No me arruncho con la muerte"

/ Archivo- El Espectador

Forma parte de esa generación que, como él dice, “vio el fracaso del último intento de paz y la concreción del proyecto paramilitar”, que cambió los modos de protesta, las consignas y algunos valores de los sectores de izquierda. “Nosotros hicimos de un escenario que llamaba a la confrontación un espacio de alegría. De la protesta un carnaval”.

Muchos podrán imaginarse que José Antequera ha hecho su trabajo político y de activismo aprovechando el nombre de su padre, José Antequera (líder de la Unión Patriótica asesinado en 1989), pero no es así. Estudió Derecho en la Externado. Pensó en la Nacional, pero descubrió que la detestaba. “Entrar y ver, por ejemplo, el mural de Jaime Pardo Leal, que me alzaba cuando niño, me daba rabia. Eso no estaba hecho para reivindicar su pensamiento, sino para decirles a los jóvenes de izquierda que el éxito de la lucha política era morir”.

No obstante, sus amigos y contemporáneos estaban vinculados a movimientos sociales y él no fue la excepción. José recuerda el día que todos los muchachos que participaban en una protesta los miraban a él y sus amigos con extrañeza. “Durante más de 30 años la idea de las protestas era salir a gritar, nosotros llevamos tambores, nos pusimos antifaces, le metimos alegría al descontento”. Con esos amigos conformó la organización Hijas e Hijos por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio.

En la maestría de Estudios Políticos hizo su tesis sobre la memoria, en la que señalaba que Colombia debía tener un centro de memoria a la altura de su violencia. Fue laureada y pensó que sería bueno entregársela a Camilo González Posso, quien estaba al frente del Indepaz.

González se encontraba dirigiendo el proyecto del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, lo invitó al proyecto y lo puso al frente de la relación con las víctimas. El esfuerzo al que le ha dedicado su vida, construir memoria y desde ella apuntar a un sueño de paz, cada vez cree está más cerca.