“Podemos ser madres, tener pareja y familia”: Tatiana Rodríguez Mojica

La comunicadora Tatiana Rodríguez Mojica, directora de la fundación Sirius, está convencida de que este es el momento para que las mujeres discapacitadas hagan parte del debate público, los movimientos feministas y la academia.

Redación Especiales
12 de julio de 2019 - 11:36 p. m.
Tatiana Rodríguez Mojica, directora de la fundación Sirius.  / Cortesía
Tatiana Rodríguez Mojica, directora de la fundación Sirius. / Cortesía

“Las necesidades de las mujeres con discapacidad siguen ausentes del debate público, los movimientos feministas y la academia”. Con esta afirmación, la comunicadora Tatiana Rodríguez Mojica decidió abordar uno de los aspectos que causan mayor discriminación y exclusión en Colombia: la negación de los derechos sexuales de esta población, mediante prácticas basadas en equivocados estereotipos de belleza o capacidad reproductiva. En otras palabras, la falsa creencia de que las mujeres discapacitadas ni son atractivas ni tienen habilidades.

Sus conclusiones hacen parte de su tesis de maestría “Imaginarios sociales acerca de la sexualidad y el erotismo en mujeres con discapacidad visual y su relación con la exclusión social”, en la cual acopió desoladores testimonios que evidencian la violación de los derechos de esta población. Casos de esterilización forzada, abuso sexual, esclavitud doméstica o falta de acceso a la educación, sin que existan estudios especializados sobre el tema ni se dé cumplimiento a disposiciones de la Corte Constitucional que ordenan la protección de sus derechos.

“En algunas ocasiones, hay mujeres discapacitadas que son esterilizadas con autorización de los padres y el consejo de los médicos, desde la errada convicción de que es lo mejor para ellas. Muchas veces han entrado al quirófano sin saber siquiera qué les van a hacer. Se supone que así las protegen de embarazos no deseados, pero las hacen más vulnerables al abuso sexual”, precisó Tatiana Rodríguez, que por medio de su maestría en Desarrollo educativo y social quiere demostrar que las mujeres discapacitadas tienen derecho a realizar proyectos de vida y no ser condenadas a la soledad.

Nacida en Bogotá, cuando tenía cinco años y empezaba sus días de colegio, sus padres notaron que se acercaba mucho a sus cuadernos y, al ser evaluada por un médico, le diagnosticaron inflamación del nervio óptico. En adelante, su vida se volvió “un desfile por el quirófano”. Más de veinte cirugías abiertas y más de 180 intervenciones con láser para tratar de evitar que perdiera su opción de ver. Pero a los 18 años, durante una compleja cirugía, perdió su ojo izquierdo, aunque le prometieron que iba a mejorar y tuvo que pasar tres meses durmiendo sentada.

A pesar de las dificultades, nunca perdió sus ganas de vivir y dejó historia en el colegio Alfredo Nobel por su entusiasmo en los bailes, las obras de teatro y la emisora. Cuando concluyó becada su bachillerato obtuvo el mejor Icfes de la institución. Inicialmente se matriculó para estudiar Fisioterapia, pero tuvo muchos apremios y peleas hasta que tuvo que retirarse. Entonces, en el segundo semestre de 1999, volvió a intentarlo, esta vez en la Universidad Javeriana para estudiar Comunicación social. Fue allí donde encontró su destino.

Aunque no faltaron los compañeros excluyentes, abundaron los buenos amigos. Hasta tuvo su primer novio metalero, que andaba siempre con su guitarra. Ella grababa la mayoría de las clases y, junto a su compañera Paulina Angarita, se graduó con una sugestiva tesis sobre una mirada al pasado en el oficio de los periodistas, con valiosos testimonios de Rogelio Echavarría, Mike Forero, Alberto Zalamea y Gloria Pachón. Como era su sueño, en 2005 entró a hacer su práctica en la emisora Kennedy, donde además sacó a relucir sus condiciones de educadora.

De su propia iniciativa surgieron programas como El Club de los Niños o Matices, este último dedicado a temas cotidianos de la mujer. Al mismo tiempo, se contactó con el Instituto Nacional para Ciegos (INCI), donde también realizó aportes para orientar a personas con discapacidad visual. Pero sabía que, más allá de su ejercicio como periodista, tenía condiciones como gestora social. Así que en 2007 le dio vida a la fundación Sirius, el nombre de la estrella que proyecta más luz que el Sol. “Fue una forma de encontrar una nueva luz para mi vida”.

Lo que no estaba en sus planes era que ocho años después perdiera también su ojo derecho. Además del manejo del dolor y el trauma, el reto ahora era superar la depresión porque “más que dejar de ver, lo peor era saber que debía usar un bastón”. Hoy está convencida de que este artefacto la dignifica, aunque sabe que cuando va por la calle no le quitan los ojos de encima. En contravía a muchas opiniones, decidió volverse profesora en la Escuela de Artes y Letras, en áreas de diseño gráfico, publicidad o mercadeo. Así entendió que su siguiente paso era una maestría.

La cursó en el Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano, donde volvió a encontrar un entorno académico sin suficiente preparación para las personas con discapacidad. Sin embargo, en pleno auge de la tecnología, se volvió una experta lectora de pantalla, con habilidades para moverse en Transmilenio o en las aulas. Siempre vanidosa, bien maquillada, gafas súper play y liderazgo a flor de piel. Eso sí, con un acelere que muchos califican de mal genio, pero que ella llama exigencia.

Una actitud que a la hora de elegir tesis de grado se transformó en una pesquisa alrededor de los imaginarios sociales que existen respecto a la sexualidad y el erotismo de las mujeres con discapacidad visual. Y para entenderlo, por medio de su fundación Sirius piensa ahora desarrollar una feria de la sexualidad, basada en que para el erotismo o el placer sexual no hay límites. Que la sexualidad es un derecho de todos que no solo fortalece la autoestima, sino que va más allá de los equivocados prototipos de belleza o diversidad.

“Ya es hora de que se sepa que Colombia es un país que todavía excluye a las mujeres con discapacidad, que ni siquiera tiene cifras o estudios serios de cuántas han sido abusadas o esterilizadas a la fuerza. Es increíble que aún en muchas familias se crea que las mujeres con discapacidad solo sirven para hacer tareas domésticas o que tienen que ser cuidadas toda la vida. Y al no tener oportunidades laborales o no estar insertas en modelos productivos, lo que se prolonga es su aislamiento”, insiste Tatiana Rodríguez, bajo la premisa de que los valores por trabajar son otros.

Las mujeres con discapacidad quieren ser madres, tener pareja y construir familias, pero sobre todo que no las subvaloren. “Una vez estaba en México y un guía turístico me insistía en que debía utilizar una silla de ruedas. En otra ocasión visité una sex shop, y un vendedor me preguntó si yo realmente podía usar juguetes sexuales”, refiere mientras pone sobre la mesa la variedad de productos que vende para financiar su fundación: galletas, palitos de queso, colaciones, bocadillos y cocadas; ahora tiene en mente implementar sus propias máquinas de café.

En alianza con la asociación Integrarte, la idea es hacer una presentación pública en agosto, con un espectáculo de música, diseño y otros atractivos, a manera de feria. “Aquí de lo que se trata es que Colombia entienda que las mujeres con discapacidad visual podemos no ver, pero sí tocar, sentir gusto, oler fragancias, escuchar piezas musicales y, sobre todo, potenciar nuestra intuición. Y que se sepa que no somos discapacitadas económicamente, ni mucho menos sumisas o protegidas. Que estamos listas a debatir nuestros derechos y exigirlos en la academia, en la vida profesional y en el hogar”.

Por Redación Especiales

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