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Versos de un obsesivo compulsivo

El estadounidense Neil Hilborn recita un desgarrador poema en el que describe cómo es amar a una mujer y sufrir este trastorno.

Redacción Vivir
30 de agosto de 2013 - 12:03 a. m.
Neil Hilborn, poeta estadounidense con trastorno obsesivo compulsivo. / Internet
Neil Hilborn, poeta estadounidense con trastorno obsesivo compulsivo. / Internet

Quienes padecen el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) evitan las recurrentes sensaciones de ansiedad con comportamientos o actos mentales repetitivos. Por eso a menudo se sienten obligados a hacer tareas de una manera simétrica, ordenada y equilibrada. Esto puede implicar, por ejemplo, lavarse las manos constantemente, contar, revisar una y otra vez los objetos o limpiar en exceso.

Aunque no se sabe bien cuál es su origen, ni cuántas personas lo padecen —se estima que un 2% de la población—, se ha relacionado con algunos factores hereditarios no biológicos sino de la conducta de los padres, biológicos, neurobiológicos, influencias ambientales y procesos cognitivos.

El joven estadounidense Neil Hilborn, nacido en Minnesota (EE.UU.), sufre los síntomas de esta enfermedad y ha conmovido a más de cuatro millones de internautas con un poema que recitó durante la final del concurso de poesía Rustbelt 2013.

Hilborn narra la intensa relación que tuvo con una mujer y las dificultades a las que tuvo que enfrentarse padeciendo el TOC. A continuación, el poema. (Vea el Poema)

TOC

La primera vez que la vi…
Todo en mi cabeza se silenció
Todos los tics, las imágenes constantes desaparecieron.
Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad no tienes momentos callados.
Incluso en la cama estoy pensando:
¿Cerré las puertas? Sí
¿Me lavé las manos? Sí
¿Cerré las puertas? Sí
¿Me lavé las manos? Sí
Pero cuando la vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios.
O la pestaña en su mejilla–
La pestaña en su mejilla–
La pestaña en su mejilla.
Sabía que debía hablar con ella

La invité a salir seis veces en treinta segundos.
Ella dijo que sí después de la tercera,
pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.

En nuestra primera cita,
pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella.
Pero le encantó.

Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en la banqueta.
Cuando nos mudamos juntos ella dijo que se sentía segura,
como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta 18 veces.
Yo siempre veía su boca cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba;
Cuando me dijo que me amaba, su boca se curveaba hacia arriba en los bordes.

En la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas.
Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.
Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.
Cuando me detenía en las grietas de la banqueta ella seguía caminando.
Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.
Me dijo que estaba tomando mucho de su tiempo.
La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.
Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error,
pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos después de tocarla?!
El amor no es un error y me está matando que ella pueda salirse de esto y yo no.

No puedo–
No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.
Usualmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel.
Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches.
Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he estancado.
Quiero despertar todas las mañanas pensando en la manera en la que agarra el volante.
Cómo mueve las manijas de la regadera como si estuviera abriendo una caja fuerte.
En cómo sopla las velas–
cómo sopla las velas–
cómo sopla las velas–
cómo sopla las velas–
cómo sopla…

Ahora sólo pienso en quién más está besándola.
No puedo respirar porque él sólo la besa una vez­– ¡No le importa si es perfecto!
La quiero de regreso tanto que…
Dejo la puerta sin cerrar.
Dejo las luces prendidas.

Por Redacción Vivir

 

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