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La desdicha de crecer junto al oro

Una investigación en la provincia de Zamora Chinchipe, en la frontera entre Ecuador y Perú, muestra los efectos de la minería sobre la infancia: desajustes emocionales, desnutrición y maltrato son las principales problemáticas.

Carolina Gutiérrez Torres
20 de febrero de 2013 - 09:49 p. m.
Los niños  de Zamora Chinchipe, en zona fronteriza entre Ecuador y Perú, han crecido en un paisaje desolado que les ha dejado la minería. / Fotos: cortesía
Los niños de Zamora Chinchipe, en zona fronteriza entre Ecuador y Perú, han crecido en un paisaje desolado que les ha dejado la minería. / Fotos: cortesía

“Cuando iniciamos esta investigación habíamos sido informados de un escenario terrible por confirmar: la existencia de una red de trata de niños y niñas que eran importados desde el Perú para trabajar de manera clandestina en las minas (ecuatorianas)”. Estas palabras están en la presentación de la investigación Infancia de oro en la cordillera del Cóndor, que expone los impactos de la minería en los niños que habitan la provincia de Zamora Chinchipe, en la frontera entre Ecuador y Perú.

Casi con las mismas palabras, uno de los investigadores líderes, el médico ecuatoriano Adolfo Maldonado, cuenta al otro lado del teléfono que este estudio comenzó motivado por esos rumores. Rumores que hablaban de niños utilizados para operar las “chancadoras”, unas máquinas poderosas que van destruyendo la piedra hasta convertirla en arena, de la cual se separa el oro. La tarea de los menores —denunciaban las ONG— era retirar las piedras que a veces se quedaban atoradas en la máquina e impedían seguir el proceso de molienda. “En esa operación, muchos de ellos perdían sus extremidades, y así, amputados, eran devueltos a sus padres nuevamente en Perú”.

“Aunque no pudimos corroborar este rumor, no lo descartamos, porque la historia de minería ha sido muy escondida, muy perseguida, muy golpeada”, dice Maldonado. Lo que sí lograron con la investigación fue hacer un diagnóstico de la situación de los niños y adolescentes en zonas de minería artesanal de oro (en las comunidades La Punta, La Pangui y La Herradura) y de gran escala (comunidades Zarza y Río Blanco). Compararon ambos territorios y los resultados, que se resumen en una gran cantidad de estadísticas y cifras, señalan que los desajustes emocionales de los menores que viven en la zona de influencia directa de proyectos de minería a gran escala son “mucho más elevados” que los de aquellos que viven en zonas de minería artesanal.

Ese desajuste emocional —explica el estudio— está condicionado por las dinámicas familiar y comunitaria, “lo cual quiere decir que la estabilidad emocional de estos niños está determinada por cómo sienten o no seguridad en los distintos ambientes que los rodean”.

También están las marcas que deja la minería en el rendimiento académico (el 60,3% de los niños de las zonas investigadas presentaban dificultades académicas o de aprendizaje). En la deserción escolar (que alcanza el 26,5%). En la capacidad para relacionarse con los maestros (el 15,4% tiene dificultades) y con los compañeros de clases (con un 25%). En la salud nutricional (el 50,7% presentó desnutrición crónica). Y en la madurez psicológica de los menores (en promedio, su edad mental está dos años y dos meses por debajo de su edad cronológica).

Del mismo modo, están las marcas de la minería en la forma en que los niños se relacionan con el medio ambiente. En la manera en que perciben el territorio que habitan: las zonas desoladas e inertes que deja el uso de sustancias tóxicas utilizadas para la extracción del oro. “Los niños sienten que nada de lo que está por encima de las piedras (de donde extraen el mineral) tiene valor”, explica Maldonado. No tienen valor la vegetación ni el verde ni la naturaleza, porque lo que les da de comer está bajo tierra. No tiene valor porque han crecido en ese paisaje y lo habitual para ellos es vivir en casas de tabla, con techos de zinc y piso de madera, rodeadas de tierra infértil.

“No sólo están expuestos a los químicos —dice Maldonado—. También al miedo, a la violencia, a la pobreza, a la falta de expectativas a futuro”. Para ponerlo en números, de las familias consultadas para esta investigación, en el 44,1% se presentaba maltrato infantil; en el 37%, violencia intrafamiliar; en el 42,2%, alcoholismo, y en el 31,6% el abandono de alguno de los padres. “Cifras a las que habría que añadir un 14,7% de familias con intentos de suicidio y un 17,6% de ellas con antecedentes de abusos sexuales”, reza el informe.

Los niños de la provincia minera Zamora Chinchipe

44,1 por ciento de las familias consultadas para la investigación ‘Infancia de oro en la cordillera del Cóndor’ registraron maltrato infantil.

59,6 por ciento de los niños presentaron un desajuste emocional leve.

34,5 por ciento de los menores tenía problemas en el proceso de lectura, 35,2% dificultades en la escritura y 40,3% en cálculo.

40,5 por ciento de los niños en zonas de minería a gran escala presenta desnutrición, frente al 30,5% en las zonas de minería artesanal.

 

Por Carolina Gutiérrez Torres

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