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El milagro que volvió santa a Laura Montoya

Este fin de semana, Jericó espera recibir 10.000 feligreses que celebrarán la canonización de la religiosa a quien se le atribuye el haberle salvado la vida a un médico en Medellín.

Redacción Vivir
08 de mayo de 2013 - 10:00 p. m.
Laura Montoya murió a los 75 años, el 21 de octubre de 1949.  /  Internet
Laura Montoya murió a los 75 años, el 21 de octubre de 1949. / Internet

Jericó, el pueblo de Antioquia en el que en 1874 nació Laura Montoya, la primera santa colombiana, espera reunir sólo el fin fe semana cerca de 10.000 turistas y peregrinos. Las vitrinas del comercio se llenaron de reliquias, estampitas, cuadros y libros sobre Laura Montoya y a los 15 hoteles y otros sitios de hospedaje se han unido las familias que ofrecen en alquiler sus habitaciones para intentar completar el insuficiente cupo de alojamiento del pequeño municipio, ubicado en el suroeste del departamento.

Se espera que 130 policías, 30 miembros de la Defensa Civil y 35 bomberos garanticen un ordenado desarrollo de la agenda de eucaristías y conciertos programados por la alcaldía local para el sábado, domingo y lunes siguientes y que la familia del médico Carlos Eduardo Restrepo, quien testificó el último milagro de la madre Laura haga parte de la celebración.

Mientras tanto, a las 9:30 a.m. del domingo en Roma y 2:00 a.m. en Bogotá, cientos de feligreses llegarán a la plaza de San Pedro, incluido al presidente Juan Manuel Santos, el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, y las representantes de la Congregación de Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, conocidas como las Misioneras Lauritas, organización fundada por la religiosa antioqueña.

En 1914 la Madre Laura fundó su grupo de misioneras para abogar por los indígenas, educarlos y atender a los más enfermos. Se internó en la selva de Dabeiba, Antioquia, trabajó con los katíos y murió en 1949, a los 75 años, luego de pasar casi una década en silla de ruedas.

Después de 14 años de su muerte fue declarada Sierva de Dios. En 1991 el papa Juan Pablo II la nombró venerable, en 2004 fue beatificada —luego de que se aprobara la curación de un cáncer por su obra— y desde abril de 2005 los cardenales del Vaticano estudiaron el milagro declarado por el médico Carlos Eduardo Restrepo para canonizarla y que fue aprobado en diciembre pasado.

¿Qué le ocurrió al doctor? El 13 de enero de 2005, Carlos Eduardo Restrepo cumplía un año internado en una habitación de la Clínica las Américas, en Medellín. Estaba a punto de morir a causa de una enfermedad indiferenciada del tejido conectivo que lo aquejaba desde los 13 años, que se tradujo en una artritis reumatoidea, luego en lupus y posteriormente en polimiositis refractaria.

Ardía en fiebre, ya había recibido los santos óleos y antes de dormir, cuenta el médico, cerró los ojos, recreó la imagen de la Madre Laura y le dijo: “Madre, ayúdeme a salir de este trago tan amargo y yo la ayudo a subir a los altares”.

Ese 13 de enero le hicieron una endoscopia. La fiebre era el resultado de una infección provocada por una perforación en el esófago. “La sola infección —denominada mediastinitis— se asocia a una lesión secundaria muy severa y una recuperación muy lenta. Mi condición era una bomba de tiempo, sabía que iba a morir. Me despedí de mi familia y le pedí a la Madre Laura que me salvara”, le dijo a El Espectador el médico anestesiólogo y subespecialista en dolor agudo y crítico.

“¿Por qué a ella? Yo creo que eso es un misterio y un misterio para mí son las cosas que somos capaces de tocar, de ver, pero no sabemos la explicación. Le hablé a ella, ese es el hecho, pero ¿por qué la elegí, si ni mi familia ni yo la conocíamos más allá de lo que todos sabían de ella? No sé. Hay varias cosas que tengo claras: no vi ninguna luz, ningún túnel, ni se me apareció ella. Me la imaginé como aparece en una estampita, que seguramente en algún momento yo había visto. De lo que sí me acuerdo es que le pedí con mucha tranquilidad. Dormí tranquilo después de mucho tiempo”.

Dice que al día siguiente comenzó la recuperación. Rápida. Inexplicable. Y 15 días después, cuando le hicieron un nuevo examen, surgió la evidencia del milagro: la perforación había desaparecido, sin una razón científica, como lo avaló el Vaticano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por Redacción Vivir

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