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La esquiva promesa del doctor Patarroyo

Esta semana el científico colombiano anunció la publicación de un “decálogo” de principios que permitiría encontrar soluciones a 517 enfermedades. ¿Verdad o salida en falso?

Pablo Correa
31 de marzo de 2011 - 12:09 a. m.

“Patarroyo presenta avance mundial en vacunas sintéticas”. “Patarroyo halla la fórmula para crear vacunas contra todas las enfermedades”. “Desarrollos científicos para la gloria de Colombia”. “Patarroyo halló los principios químicos para crear diversas vacunas sintéticas”.

Parecía, por los titulares de prensa, radio y televisión de esta semana, y por las palabras del propio científico colombiano, que por fin, después de tantos y tan duros años de trabajo, sus investigaciones daban los frutos que había soñado desde que era un inquieto estudiante de medicina de la Universidad Nacional, un novato tras los pasos del francés Louis Pasteur , padre de las vacunas.

Si era cierto lo anunciado por Patarroyo a través de los medios, la historia de la medicina estaba dando un giro radical. Se abría la puerta para acabar con enfermedades como la tuberculosis, papiloma humano, dengue, hepatitis C y lepra. Todas juntas cobran la vida de unos 16 millones de seres humanos al año. Una verdadera plaga contra la que se han estrellado los esfuerzos de millares de médicos a lo largo de los siglos.

El revuelo lo ocasionó la publicación de un artículo en Chemical Reviews firmado por el investigador, su hijo Manuel Alfonso Patarroyo —que tiene un doctorado en química— y la candidata a PhD en química Adriana Bermúdez. El científico colombiano explicó a la agencia EFE que “se trata de un decálogo de principios, de reglas, que cuando se aplican permiten producir vacunas contra las distintas enfermedades que existen en el mundo. Podremos así cubrir prácticamente las 517 enfermedades infecciosas”.

¿Es cierta la promesa de Patarroyo? La revista, que tiene el mayor impacto en el área de química según el Journal Citation Reports, no es una publicación dedicada a divulgar artículos originales con resultados concretos de investigaciones. Se trata de un medio en el que se publican revisiones de un tema, recuentos históricos de lo que se conoce sobre un área particular de la ciencia. En 49 páginas, los tres autores hicieron un complejo análisis de los acercamientos a las vacunas sintéticas.

Rob Kuchta, editor de Chemical Reviews, confirmó que “no se trata de un artículo que reporta nuevos descubrimientos”, sino que revisa lo que se ha hecho en este campo: “Las ideas de los autores ciertamente son provocadoras. Si estas ideas conducen o no a nuevas vacunas, no está claro. Sólo el tiempo lo dirá”.

Clara Spinel, profesora del Departamento de Biología de la Universidad Nacional y discípula de Patarroyo en el pasado, tuvo otra opinión al leer el texto: “Este artículo es la suma de doce años de trabajo. Es un documento muy serio. De ahora en adelante, aquellos que quieran de algún modo trabajar para impedir la invasión de parásitos, tienen que remitirse a ese artículo”.

Desde 1987, cuando Patarroyo anunció en la revista Nature que tenía una vacuna contra la malaria con una alta efectividad, algo que ensayos clínicos con pacientes en distintas partes del mundo nunca lograron demostrar, la polémica lo ha perseguido como un zancudo que no descansa. Lo mejor era conocer la opinión de otros colegas expertos en el tema.

Ahí comenzaron las dificultades. En la Sede de Investigaciones Universitarias (SIU) de la Universidad de Antioquia, donde existe un grupo de malaria, nadie quiso opinar. “Es mejor que le pregunte al doctor Sócrates Herrera”, fue la respuesta. Herrera, director del Centro de Investigación Científica Caucaseco en el Valle del Cauca, y quien desde hace casi 25 años trabaja en el desarrollo de una vacuna contra la malaria causada por Plasmodium vivax, hace poco recibió cerca de US$13 millones de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos para avanzar en las investigaciones.

Herrera, viejo conocido de Patarroyo y uno de sus antagonistas, tampoco estuvo dispuesto a comentar el artículo. Desde que se presentó la polémica de los años 90 ha preferido guardar silencio. En una entrevista con El Espectador, hace unos meses, dijo “que ese incidente les hizo daño a muchos investigadores. En el exterior perdieron la fe. La gente decía: ¿otro colombiano con una vacuna?”.

Antiguos colaboradores de Patarroyo también optaron diplomáticamente por el silencio. “Siento mucho no poder ayudarlo en esta tarea y espero me disculpe al negarme a la entrevista”, fue la respuesta de uno que lo acompañó en los años noventa cuando su laboratorio manejaba presupuestos que pasaban de los dos millones de dólares anuales y recibía premios internacionales.

“Me alegro que le vaya bien, que publiquen, que tengan financiación, ya que es una persona valiosa que ha dejado en alto el nombre de Colombia en el exterior en ciencia, pero ahora que estoy lejos prefiero que no me conecten con él”, fue la respuesta de otra investigadora muy cercana a Patarroyo.

“Gracias por la invitación, pero la verdad es que no estoy interesado en la entrevista”, dijo otro. Palabras más, palabras menos, fue la misma salida de otros científicos, incluso extranjeros, como Opokua Ofori-Anyinam y Sarah Alspach de Glaxo Smithkline Biologicals, el laboratorio dueño de la vacuna contra la malaria que se encuentra en la etapa de desarrollo más avanzada de las 39 iniciativas de vacunas reseñadas por la Organización Mundial de la Salud hasta el momento. Según este registro la vacuna SPF66 de Patarroyo figura como inactiva o descontinuada.

Es curiosa la actitud de la comunidad científica frente a Patarroyo. ¿Indiferencia? ¿Miedo a entrar en polémicas públicas? En medio de esta epidemia de silencios, Milton Crosby, profesor del Departamento de Farmacología de la Universidad Nacional, se muestra abierto al diálogo.

Hacia 1985, Crosby comenzó a trabajar al lado de Óscar Orozco, quien se desempeñaba como jefe de inmunología del Instituto Nacional de Cancerología y además era la mano derecha de Patarroyo en el Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios. Crosby parece tener una posición sensata frente al caso Patarroyo.

“Aquí en Colombia o se encuentra con enemigos de Patarroyo o con adictos a Patarroyo”, dice. Cree que a Patarroyo no se le puede juzgar por los resultados que ha obtenido: “Hay que ser claros, el fracaso siempre está en la puerta del laboratorio. Ni Patarroyo, ni los franceses, ni nadie ha logrado desarrollar una vacuna contra la malaria que sea efectiva en el porcentaje que se necesita”.

“Yo le reconozco una cosa a Patarroyo. Tuvo una buena idea y demostró que en Colombia había gente capaz de hacer investigación de nivel internacional”, apunta Crosby con una voz tranquila, “en lo que discrepo es en la forma como presenta la información de sus investigaciones. Ha tenido varias salidas en falso. Le ha faltado carisma para trabajar en silencio y ganar primero el respeto de los investigadores”.

Carlos Soto, investigador del Departamento de Bioquímica en la Universidad Nacional y discípulo de Patarroyo, resalta de su tutor el haber creado una gran escuela de formación por la que han pasado decenas de colombianos que hoy ocupan cargos importantes. Sobre las polémicas que rodean los experimentos de su exjefe sólo responde: “esto es muy sencillo. Los resultados hablan por si solos. Cuando se curen enfermos con alguna vacuna, la discusión tomará otra dirección”.

Infografía sobre el ciclo de la malaria

 

Por Pablo Correa

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