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La guerra por el agua y el oro

Bajo las montañas, los páramos y glaciares del Macizo Colombiano hay metales preciosos y abundante agua dulce que nutre al 70% del país.

Edinson Arley Bolaños / Especial para El Espectador
24 de abril de 2013 - 08:32 p. m.
En el Macizo Colombia nace el agua que surte a más del 70 % de los colombianos.  /Édinson Arley Bolaños
En el Macizo Colombia nace el agua que surte a más del 70 % de los colombianos. /Édinson Arley Bolaños

Libia Mamian y sus ocho hermanos son los dueños de los predios donde está la mina de oro más grande del Macizo Colombiano: La Concepción. Ellos nunca la han explotado, porque la heredaron de sus padres, quienes siempre soñaron que ese lugar fuera una reserva natural para proteger el agua que nace en sus montañas: la quebrada Agua del Oro y el río Marmatos.

Doña Libia pasa de los 68 años y vive tranquila en la vereda La Cuchilla, a pocos kilómetros de la mina donde se esconde el oro que hoy ambiciona la locomotora minera. Su casa está ubicada entre los municipios de Almaguer y La Vega, a ocho horas de Popayán, la capital del Cauca. Es una mansión para ella y un misterio para los que la apenas la conocemos puertas adentro. Se esconde entre árboles de pino y flores de borrachero que exhalan un tanto del oxígeno que inhala el corazón del Macizo Colombiano.

La Concepción es la mina más importante de esta región, porque desde 1559, en el Nuevo Reino de Granada, de ella salían 30 mil de los 40 mil pesos oro que producía la Gobernación de Popayán, que se extendía hasta Antioquia. Cuenta la historia que Almaguer, el municipio donde se asientan dichas minas, iba a ser la capital del Reino de Granada, que entonces llegaba hasta Caracas y Quito.

Pero de esa opulencia ya no queda nada. Después del terremoto de 1765, que destruyó totalmente el pueblo y sepultó gran parte de las vetas de oro, Almaguer hoy es uno de los municipios más pobres de Colombia. El 88% de sus pobladores vive con necesidades básicas insatisfechas, según el censo del DANE de 2005. Sin embargo, el desarrollo pensado desde la riqueza económica, según el Gobierno colombiano, está bajo sus propias tierras. Así lo hace saber el mapa de catastro de la Agencia Nacional Minera que expone que, de las 22.400 hectáreas que tiene el municipio, 3.099 están tituladas y 14.112 solicitadas. Es decir, el 77% del municipio estaría sentado en metales preciosos que podrían ser explotados por las multinacionales AngloGold Ashanti y Palma Som o por el empresario Rafael Herrera Contreras, quienes tienen los títulos y solicitudes en estas tierras.

Cuando llegamos a la mina La Concepción, después de cuatro horas de transitar por el camino de herradura que el español Pío Cid Martínez construyó para explotar ilegalmente la mina en la década de los 70, ahí estaban: once socavones. Olvidados por la ambición del hombre, pero recordados por doña Libia, sus ocho hermanos, Floresmiro Gómez y dos campesinos más de la vereda Buenavista, que se consideran defensores del Nudo de Almaguer.

El día en que el gobierno de Juan Manuel Santos anunció la locomotora minera como motor de desarrollo del país, la nostalgia regresó a La Concepción. Incluso, muchos que no la conocían se dieron a la tarea de cuidar esa montaña con agua amarillenta estancada en los socavones, con olor a azufre, que tras cuatro décadas aún no se ausenta de este cerro llamado el Alto del Mono. Esa montaña es el cañón de la quebrada Agua del Oro y del río Marmatos, que corren hacia el Guachicono para entregarle su torrente al caudaloso río Patía.

Si se explotan las minas de Almaguer, como lo presienten los defensores del Macizo, multinacionales como AngloGold Ashanti llegarían con maquinaria más sofisticada y posiblemente provocarían lo que el geólogo y ambientalista Julio Fierro anuncia: entre 2.400 y 3.500 millones de toneladas de residuos en comparación con ciudades como Bogotá, que generan 2 millones de toneladas de basuras al año; si se tiene en cuenta que un proyecto de minería a gran escala puede durar 25 años, para extraer el metal se produciría una cantidad 50 veces mayor que en la capital.

Sin embargo, para Sandra Ocampo, gerente de comunicaciones de la AngloGold Ashanti, esa cifra aún es especulativa y no hay un dato preciso, ya que la multinacional, que llegó en 2003 a Colombia, actualmente está en etapa de exploración en todo el país. “Todo proyecto minero es diferente, porque depende del tamaño del proyecto, de la roca que haya en ese lugar y de los estudios que se realicen”, enfatizó.

Para este caso, Ocampo presenta un ejemplo preciso de la mina de oro de Cripple Creek and Victor, en Colorado, Estados Unidos: “Es una mina donde se generan 70 millones de toneladas de residuos cada año. De esas, 47 son residuos de roca que se vierten en lo que se llama depósito de estéril. Cuando el depósito alcanza la cantidad de roca que puede almacenar, se procede a revegetalizarlo en armonía con el entorno ambiental, es decir, con especies propias de la zona donde está el proyecto”.

A Libia lo que más la atormenta de la ambición por el oro, es el recuerdo de su madre, quien fue asesinada en 1971 a machetazos en esa finca, por robarle el dinero. Ese recuerdo taladra su corazón. En 1992 su padre murió de cáncer y de pena moral, y su último deseo fue que convirtieran esa montaña en una zona de reserva natural: “No vayan a vender las tierritas, para que cuando no tengan trabajo en la ciudad, vuelvan a ellas”, les dijo a todos sus hijos.

Pero ese sueño parece derrumbarse. Según Francisco Vidal, subdirector de Patrimonio Ambiental de la Corporación Autónoma del Cauca (CRC), aunque esa montaña donde está la mina tendría que ser protegida, “lastimosamente no está en el marco de un ecosistema que impida el desarrollo de la actividad minera”. Ese argumento aleja a la familia Mamian de las pretensiones de cerrar la mina y evitar que “los residuos rocosos, que tienen una alta cantidad de pirita de sulfuros, generen acidez en las aguas de estas tierras”, como lo explica el geólogo Julio Fierro.

Aun así, la persistencia de esta familia y del Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA), continúa. A través de foros municipales, desde hace dos años vienen impulsando la figura de las zonas de reserva de la sociedad civil para proteger 362 cuerpos lagunares, 13 páramos, los bosques altoandinos y los glaciares que nacen en esta región y que suministran el agua a más del 70% de los colombianos.

Ocho horas después de tocar un pedazo de macizo, regresamos a la mansión de doña Libia. Y entonces el misterio se resuelve cuando llegamos al patio de su casa. Ahí, en una tumba rodeada de flores moradas, están los restos de su padre y su madre, que enterró con recelo para que sus energías y su sueño sigan siempre latentes: proteger estas tierras de abundante agua dulce y selva virgen.

La Sierra, Cauca, es la puerta del Macizo Colombiano. Desde ahí se vislumbra la ambición por estas tierras: de las 20.300 hectáreas que tiene el municipio, 12.193 están tituladas, es decir, el 60% del territorio. Más aún, 2.655 hectáreas están solicitadas, que incrementan el 13% de este municipio. De esos títulos, seis son de la AngloGold Ashanti y equivalen a 10.177 hectáreas. El resto de concesiones se las dividen Carboandes y particulares.

En ese municipio está la vereda Frontino Alto y ahí vive una india berraca y humanista: Omaira Rojas. 42 años. Su pelo negro y liso me hace catalogarla como indígena, sin embargo, no pertenece al cabildo de su vereda. Hace once años vive en esta zona a punta de cosechar café y caña, y de bajar a lavar oro al río Esmita, otro afluente del Patía.

Desde 2003, cuando llegó la multinacional AngloGold Ashanti, en ese entonces con el nombre de Kedada, Rojas se ha opuesto al proyecto megaminero y eso le ha costado amenazas de personas que están a favor del proyecto. La mujer de Abelino Garzón, expresidente de la junta de acción comunal de la vereda, le dijo en 2011 que “por andar de metida oponiéndose a la empresa cualquier día aparecía tirada en la carretera”, recuerda Omaira.

Al frente de su casa, en un cerro simbólico para ella y su comunidad, está la escuela de la vereda. “Ese también lo quieren volver polvo y extraerle el oro”, dice. El proyecto es de la multinacional AngloGold Ashanti y se llama Cerro Gordo.

Pero, para Sandra Ocampo, gerente de comunicaciones de la multinacional, decir que se va a sacar oro de ese cerro es apresurado. “El interés de AngloGold Ashanti por ahora no es extraer oro, sino conocer y explorar el país, para saber si hay posibilidad de desarrollar un proyecto en esos lugares”.

Esto ha generado preocupación entre los pobladores de La Sierra, Cauca, que los ha llevado a convocar junto a la organización social CIMA un foro minero en defensa del territorio y el medio ambiente el próximo 16 de junio. Si se hace, este sería el cuarto en la región y sería sin la ayuda del alcalde del Partido de la U, Húver Ramos, que se ha negado a apoyarlo. Ese hecho y la negación a defender a sus campesinos en el pasado paro cafetero, le han costado que los pobladores estén recogiendo firmas para revocar su mandato.

Así viven la mayoría de los 89 municipios que pertenecen al Macizo Colombiano. En Cauca y Nariño, con movilizaciones y acciones, defienden esta gran región, declarada por la Unesco en 1979 como reserva de la Biosfera. En el corregimiento de Santa Cruz, municipio de San Lorenzo, Nariño, sus pobladores van a construir un cementerio en el cerro donde la AngloGold Ashanti tiene un título minero. Y en La Sierra, Cauca, Omaira dice que de su tierra sólo la sacan con los pies para adelante.

Por Edinson Arley Bolaños / Especial para El Espectador

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