Mes de luces y dolores

La pólvora tiene además efectos en el sistema nervioso y la capacidad auditiva, así como un alto índice de toxicidad. Las aves también resultan afectadas.

Mariana Escobar Roldán
09 de diciembre de 2012 - 08:46 p. m.
Las aves son las más afectadas por el ruido de las explosiones.  / Archivo
Las aves son las más afectadas por el ruido de las explosiones. / Archivo

Aunque la época decembrina llena de gozo a muchos, la pólvora ensombrece la fiesta de otros. Quemados, lesionados, intoxicados y defensores de animales se podrían identificar con la letra del compositor Gabriel Romero: “Maldita Navidad con tus luces y colores. Maldita Navidad, sólo dejas sinsabores”.

El 2012 no ha sido la excepción. Varias celebraciones se han tenido que suspender. Tragedias como la del 7 de diciembre, en la que trece personas que iban en un bus cerca a Candelaria (Valle) resultaron heridas tras la explosión de un maletín con pólvora, lo confirman.

En lo que va del mes, sólo en Bogotá, la Policía ha incautado alrededor de una tonelada de pólvora, mientras que en el país 193 personas han sido víctimas de estos artefactos, la mitad de ellas, menores de edad.

Según Ubier Gómez, toxicólogo del Hospital San Vicente de Paúl, no sólo las quemaduras deberían preocupar. Algunos tipos de pólvora atractivos para los niños, como los llamados “totes” y “chispitas”, son elaborados a base de fósforo blanco, un componente de alta toxicidad. Al ser ingeridos, se puede producir una pérdida total o parcial de las funciones del hígado, falla cardiaca o del sistema nervioso central. Aunque este año no se han registrado casos, las autoridades están en alerta ya que sobrevivir depende de una atención médica oportuna. Maira Ortiz, referente de Lesiones por Causa Externa del Instituto Nacional de Salud (INS), dice que, después de los quemados, quienes sufren lesiones auditivas y oculares encabezaron la lista de los afectados por pólvora.

De acuerdo con el último registro del INS, del total de lesiones, cuatro quemaduras han sido ocasionadas por inhalación de humo, en cuatro más ha habido pérdida de la agudeza visual y en 35 el sistema auditivo ha sido afectado.

Las cifras alarmantes y las campañas parecen no ser suficientes a la hora de frenar el uso de la pólvora. Gregorio Henríquez, antropólogo e investigador de problemáticas urbanas, explica que las celebraciones navideñas en Colombia giran en torno al ruido, por eso siempre se utilizan dispositivos resonantes, y controlar el problema se sale de las manos de las autoridades.

En el país no hay suficientes investigaciones para demostrar que la pólvora tiene graves efectos sobre la dinámica de especies como las aves. Pero el ruido, por ejemplo, tiene consecuencias preocupantes sobre la fauna silvestre y doméstica. Al respecto, cabe recordar los 5.000 mirlos que cayeron muertos en Arkansas (EE.UU.) antes de la medianoche del 31 de diciembre de 2010.

Oswaldo Cortés, de la Red Nacional de Observadores de Aves, afirma que las explosiones espantan a los pájaros y, como su visión nocturna se reduce, suelen perderse y chocarse contra los árboles. Las consecuencias son varias. Por un lado, hay un enmascaramiento de su canto, el que les permite comunicarse para advertir sobre el peligro, escuchar a los polluelos y buscar pareja. Por otro, las aves experimentan un estrés fisiológico y sufren cambios abruptos de comportamiento, como abandono de los nidos, eventos de reproducción fallida y vuelo errático.

De acuerdo con Carlos Delgado, director de la organización Aburrá Natural y especialista en temas de conservación, “el que no existan trabajos (al respecto) no quiere decir que el ruido de la pólvora no deba considerarse un problema que debe llamar nuestra atención”.

¿Contamina la pólvora?

 

Sergio Hernández, referente en temas de calidad del aire para el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo, dice que la cantidad de partículas tóxicas que libera la pólvora son mínimas y que no hay un registro en el país de cuál sea su impacto sobre los ecosistemas. Sin embargo, un artículo publicado por Rusell McLendon, editor científico del portal Mother Nature Network, asegura que, aunque su uso es poco frecuente y fugaz, las sustancias pueden filtrarse en el suelo y el agua y afectar a humanos y animales.

Para que los artefactos pirotécnicos puedan volar necesitan de nitrato de potasio, en algunas ocasiones reemplazado por perclorato de potasio y perclorato de amonio. Los percloratos, en dosis suficientemente altas, limitan la capacidad de la glándula tiroides humana para tomar yodo de la sangre, lo que podría resultar en hipotiroidismo.

Un estudio de 2007 realizado en un lago de Oklahoma muestra que 14 horas después de un espectáculo de pirotecnia, los niveles de perclorato del agua se dispararon más de mil veces por encima de lo normal. Aunque no está suficientemente probado el efecto sobre humanos, sí resulta importante el hecho de que estas sustancias queden sobre las fuentes hídricas.

 

Por Mariana Escobar Roldán

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