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Tras la cura para la leishmaniasis

El tratamiento que rige para tratar la enfermedad es costoso, de difícil acceso y muy tóxico.

El Espectador
21 de noviembre de 2012 - 10:15 p. m.

En la historia de los medicamentos, Colombia no registra ninguno que haya salido de aquí desde la estructura química hasta la tableta o la inyección. Mucho menos, que haya llegado a comercializarse.

Los científicos suelen comprar las patentes en otros países y hacen las muestras en la industria colombiana; entonces las farmacéuticas se encargan de la comercialización.
Sin embargo, investigadores de las universidades de Caldas y de Antioquia han creado un compuesto que podría tratar la leishmaniasis cutánea, la cual afecta a miles de personas en Colombia y ubica al país como el segundo con más casos en América Latina, después de Brasil.

A diferencia de los medicamentos que se administran en la actualidad, éste sería más accesible para los pacientes y aparentemente no es tóxico. Se trata de una serie de compuestos que tienen la capacidad de inhibir la reproducción de las células afectadas por el parásito que transmite la leishmaniasis.

Las sustancias, que resultaron de la síntesis de sales de amonio cuaternarias, fueron creadas por Luz Amalia Ríos, química de la Universidad de Caldas.

En alianza con el Pecet (Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales), de la Universidad de Antioquia, Ríos sometió los compuestos a validación para un posible uso médico. En esta etapa se comprobó que tres compuestos están en el rango de alta efectividad frente a la enfermedad y uno de ellos no presenta toxicidad contra las células de origen humano.

Una solución para Colombia

La leishmaniasis es una enfermedad producida por un parásito que transmite un insecto del género Lutzomyia. El mosquito pica y deposita el parásito en la piel; éste se multiplica, destruye las células y entonces aparece una úlcera de hasta 15 centímetros que puede infectarse con facilidad y es difícil de curar.

Según Sara Robledo, coordinadora de Ensayos Biológicos del Pecet y encargada de la investigación, la enfermedad tiene un impacto social enorme: “Como la herida es muy visible y tiene aspecto desagradable, los pacientes son estigmatizados, ya que en las zonas rurales se asocia con los guerrilleros y los cocaleros”.

Robledo afirma que tal es la magnitud del problema que, pese a que la leishmaniasis es una enfermedad de notificación obligatoria, por cada caso informado, hay nueve o diez sin registrar.

Un bien para el mundo

El compuesto podría beneficiar a 98 países afectados por la enfermedad, la mayoría de los cuales son pobres o de medianos ingresos.

Además, aunque hay millones de pacientes de leishmaniasis cutánea, existen pocos medicamentos para su tratamiento. Los que están disponibles y autorizados derivan del antimonio, un elemento altamente tóxico que, según Sandra Muvdi, referente en temas dermatológicos para el Ministerio de Salud, genera toxicidad en órganos importantes para un 25% de los pacientes y en algunos casos produce arritmias y paros cardiacos que pueden llevar a la muerte.

“Es preocupante porque son personas jóvenes y sanas, que no mueren a consecuencia de la enfermedad, sino por el medicamento”, afirma Muvdi.

Los campesinos, que integran buena porción de los infectados, deben desplazarse hasta centros médicos lejanos para recibir el medicamento, lo que implica un costo alto. El tratamiento en el que hoy se está trabajando se presentaría en forma de crema y evitaría los desplazamientos.

Según Invima, en Colombia no hay casos reportados de muerte por uso del medicamento. Sin embargo, Iván Darío Vélez, inmunólogo del Pecet, cuenta que él mismo ha asistido a autopsias de soldados que han muerto luego de sufrir paros cardiacos producidos por el antimonio. Pilar Zambrano, coordinadora del Instituto Nacional de Salud, dice que no hay estadísticas claras sobre los casos de muerte, ya que éstos no se notifican.

Aunque falta realizar ensayos clínicos y no hay financiación suficiente, pruebas de laboratorio en hámsteres dorados permitieron ver un retroceso muy rápido y sin intoxicación de la leishmaniasis, lo cual da esperanzas de que en humanos el efecto sea el mismo.

De ser así, miles de personas podrían acceder a un medicamento económico y sin secuelas. “El mundo necesita disponer de otra alternativa ”, concluye Vélez.

Por El Espectador

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