Apartamenteros están cebados en Kennedy, Suba y Usaquén

Aunque el hurto a viviendas ha disminuido, las cifras evidencian que hay patrones que ni las autoridades ni los vecinos han podido atacar.

Felipe García Altamar (fgarcia@elespectador.com)
21 de febrero de 2020 - 12:16 a. m.
En 5.358 de los 9.459 hurtos a viviendas reportados en 2019, los ladrones aprovecharon un descuido de los residentes y se metieron a las casas usando diferentes herramientas. / Pixabay.
En 5.358 de los 9.459 hurtos a viviendas reportados en 2019, los ladrones aprovecharon un descuido de los residentes y se metieron a las casas usando diferentes herramientas. / Pixabay.

Casi una hora duró el tormentoso asalto a la vivienda del excongresista Miguel Gómez. Un grupo de delincuentes ingresó a su casa y lo amordazó junto a su familia, mientras extraían varios objetos de valor. Este es apenas uno de los casi 20.000 casos en el que los apartamenteros hicieron de las suyas, entre enero de 2018 y enero de 2020. Aunque las estadísticas evidencian un ligero descenso en las denuncias por hurto a residencias, también evidencian patrones y preocupaciones que deberían tener en cuenta las autoridades para enfrentar este flagelo.

La primera es que Usaquén se convirtió en la localidad preferida por las bandas dedicadas a robar residencias, donde el problema creció un 69 % entre 2018 y 2019, lo que contrasta con otras zonas donde el panorama también es preocupante, pero que en 2019 registró un leve descenso, como en Suba (145 hurtos menos), Kennedy (-108), Engativá (-77) y en Bosa (-64).

A diferencia de la pesadilla que vivió el excongresista Gómez, la mayoría de robos a residencias fueron sin empleo de armas ni violencia. Por ejemplo, en 5.358 de los 9.459 casos reportados en 2019 los ladrones aprovecharon un descuido de los residentes y se metieron a las casas usando herramientas como palancas, objetos contundentes y llaves maestras.

La lista de barrios donde más casas vulneran la encabezan Bosa (133 denuncias), Ciudad Kennedy Central (132) y Patio Bonito (119). En Usaquén, el sector más afectado es Santa Bárbara Central, con 82 reportes. En contraste con este escalafón está el caso del barrio Cedritos, el único en el que al parecer se trabajó por disminuir este problema, pues pasó de 52 casos en 2018 a solo nueve en todo 2019. Ningún barrio registró una reducción tan notoria.

¿Diagnósticos en vano?

El hurto a viviendas está sobrediagnosticado y poco dominado por las autoridades. Así lo consideran varios expertos en temas de seguridad urbana, que sugieren que no hay grandes resultados porque este es un delito que está en permanente transformación; pese a esto, se sigue abordando con antiguos modelos de intervención.

De acuerdo con Ómar Oróstegui, director de Bogotá Cómo Vamos, hay que comparar lo que se ha invertido frente a los resultados obtenidos. “Con toda la información se deberían focalizar mejor las intervenciones y eso no ha ocurrido. Hay que reflexionar si falta más acceso a justicia o protocolos de judicialización y preguntar qué se ha logrado con tanta inversión en infraestructura y tecnología. Lo claro es que no se trata de un delito de oportunidad, pues detrás hay estructuras organizadas dedicadas a una actividad de alta rentabilidad económica”.

Para Johan Avendaño, analista en políticas públicas, la modificación de la forma de vida urbana es otro factor esencial que ha permitido que esta problemática se mantenga. Según el experto, cada vez hay más conjuntos cerrados y torres de edificios, que han derivado en que se pierda el autocuidado vecinal. Según dice, aunque parece algo sociológico, es algo clave en el estudio del hurto a residencias.

“Antes los vecinos reconocían cuando algo no andaba bien. Sabían cuando había vehículos y hasta ruidos extraños. Hoy, los vecinos poco se conocen, y los delincuentes aprovechan eso. Hay hurtos que se ejecutan hasta en dos o tres días, porque no hay esa relación comunitaria de alertar movimientos irregulares. A eso se le suma que cada vez hay más hogares unipersonales”.

Avendaño comenta que el hurto de viviendas tiene varias reincidencias espaciales y temporales, lo que hace más cuestionable el actuar de las autoridades. “En grandes parques se generan zonas solas u oscuras. Si hay viviendas aledañas, esto facilita la entrada y escape. También hay sectores en las áreas montañosas, en los que es muy fácil entrar al primer piso, porque está muy cerca de la pendiente. Son patrones de los últimos 25 años y aún no cambia nada”.

A su turno, Luis Fernando Echavarría, consultor en seguridad urbana, considera que patrones como el uso de llaves maestras y no emplear armas evidencian un grado de organización que hace más complejo el análisis, ya que no es un delito tan espontáneo como el hurto a personas. “Los ladrones van por ciertos objetos a las casas, como televisores, computadores, joyas o celulares, ya que tienen garantizada la venta de los productos. Existe toda una cadena detrás de cada caso”.

Echavarría añade que debe mejorar la inteligencia que realizan las autoridades y que es necesario hacer seguimiento a lo que ocurre después de que un grupo criminal asalta una vivienda, pues es clave establecer dónde se revenden los elementos hurtados. “Ahí hay todo un comercio por descubrir y es necesario cerrar esa cadena. Hay mucho por mejorar, porque tenemos las cifras, sabemos cómo y dónde ocurren, con lo que las autoridades pueden hacer mejores ejercicios”.

Además de la labor de las autoridades, los expertos coinciden en que el tema puede mejorar con ejercicios de prevención en conjuntos y viviendas, y que siempre puede haber mejores puentes comunicativos con los cuadrantes de la Policía y la Secretaría de Seguridad. También aplauden todas las innovaciones en vigilancia, siempre y cuando se evite a toda costa que se conviertan en brigadas de autodefensa. A pesar de que el hurto a viviendas ha ido disminuyendo en la capital, es clave mejorar la atención del delito, ya que, aunque no es tan mediático, sí deja mayores impactos entre quienes lo padecen.

Por Felipe García Altamar (fgarcia@elespectador.com)

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