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Atención a habitantes de calle: un reto para el cual Bogotá no estaba preparada

Otra falencia de las que viene revelando la pandemia es la falta de espacios y protocolos para atender a los habitantes de calle. Los centros de atención están abarrotados y con temor por posibles contagios, y mientras tanto el Distrito y las organizaciones sociales atienden a los que siguen en las calles.

Felipe García Altamar
23 de julio de 2020 - 03:00 a. m.
En Bogotá hay 9.538 habitantes de calle, de los cuales unos 3.000 están en los centros de atención. / Gustavo Torrijos.
En Bogotá hay 9.538 habitantes de calle, de los cuales unos 3.000 están en los centros de atención. / Gustavo Torrijos.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

La emergencia sanitaria está desnudando todas las falencias y deudas que hay con los menos favorecidos. Con la pandemia se demostró que las instituciones no estaban listas, por ejemplo, para garantizar la manutención de aquellas familias pobres que, debido a la cuarentena, no pueden salir a conseguir su sustento. Por cuenta de esta problemática, en las últimas semanas se han escuchado llamados de auxilio de vendedores informales, recicladores, carreteros, personas que se dedican al trabajo sexual, entre otras poblaciones.

Sin embargo, los habitantes de calle son el grupo que por su situación más preocupa, debido a que ya se registraron numerosos contagios de coronavirus y las medidas que ha tomado el Distrito no han dado abasto para protegerlos. Muestra de esa complejidad es que, según el más reciente censo de la Secretaría de Integración Social y el DANE, en Bogotá hay 9.538 habitantes de calle. De estos, con cifras del Distrito, en los 16 centros para esta población (11 de Integración Social y cinco del Idipron) se han atendido a unos 3.000 sintecho, pero dichos lugares no dieron abasto para atender a más ciudadanos en esta condición.

A esto se suma que el Distrito ha tenido que dirigir sus esfuerzos para atender también a otras poblaciones que claman por ayudas: ciudadanos que se han quedado en la calle por cuenta de la pandemia. Así lo relata Daniel Mora, quien trabaja en Integración Social como subdirector para la adultez, área que tiene bajo su responsabilidad la atención de personas que no tienen hogar.

“Se empieza a ver población migrante, no solo de Venezuela sino desplazados internos, vendedores ambulantes, carreteros, indígenas, adultos mayores en estado de abandono y trabajadoras sexuales que estaban en pagadiarios y los sacaron, porque no tenían cómo pagar. Ni Bogotá ni el país estaban listos para atender tal volumen de población vulnerable y la consecuencia es que se llenaron los 16 centros de atención”, manifiesta Mora.

El sobresalto en la normal atención a los sintecho llevó a que en varios de los centros se presentaran numerosos casos de coronavirus, cuya cifra, en su peor momento, llegó a rodear los 200 casos confirmados. Así lo denunció la concejal Lucía Bastidas (Alianza Verde), quien expresó su malestar por las quejas que ha recibido de trabajadores de estos centros. “Son los funcionarios quienes denuncian falta de insumos de bioseguridad para desarrollar su trabajo y demoras en el pago de sus salarios en plena crisis”, dice la cabildante.

De acuerdo con Bastidas, su preocupación principal es que en centros como el Hogar de Bakatá se haya generado un brote de coronavirus, con 113 casos positivos en sintecho y 18 funcionarios. También alertó sobre la situación en el Centro de Atención Transitoria (CAT), donde asegura que hay 78 casos positivos entre habitantes de calle y funcionarios.

El Distrito, si bien no niega la situación que se presenta en los dos centros, manifiesta que se viene controlando y que, por fortuna, no se ha registrado ninguna muerte. “Ha sido imposible evitar que llegue el virus a los centros de atención, porque, a pesar de las medidas de protección, se filtra muy fácil. En Bakatá, donde hay 150 participantes, hubo un brote que llegó a ser de 133 casos asintomáticos. Decidimos cerrarlo y hoy no hay casos activos ni fallecidos”, señala Mora.

Actualmente hay dos centros en aislamiento: el CAT, donde hay 50 casos activos (de 59 huéspedes), y el hogar de paso de Los Mártires, donde hay 34 usuarios y 20 han dado positivo en las pruebas de COVID-19. “Son centros especializados en personas mayores. Estamos esperando los resultados de las pruebas”, añade el funcionario.

Más allá de los contagios, esta situación deja algo claro: la urgencia de mejorar las condiciones para quienes, por decisión u obligación, viven en las calles, tal como ocurre con los cambios que se vienen planteando para atender otras poblaciones vulnerables. Para lo inmediato, la concejal Bastidas propone invertir en mejorar las condiciones y los protocolos sanitarios de los funcionarios de Integración Social. “No se entiende cómo a la fecha no se han contratado carros para que los funcionarios puedan realizar, con todos los protocolos, los recorridos por la ciudad”.

Quienes más conocen a los habitantes de calle también tienen sus propuestas. El sacerdote fray Gabriel Gutiérrez, de la Fundación Callejeros de la Misericordia y tan cercano a los habitantes de calle que ellos lo llaman “Fray Ñero”, sugiere establecer campamentos humanitarios, donde estén cubiertas las necesidades básicas de salud y alimentación. Y a futuro, asegura que es necesario ampliar la capacidad de atención y mejorar las políticas públicas para los sintecho.

Destaca que, si bien el Estado viene creando programas de atención, son insuficientes para una mayoría de colombianos que viven de la informalidad. “El Estado no alcanza a atender la cantidad de habitantes de calle, migrantes, cachivacheros y todos los fenómenos callejeros que están pasando un empobrecimiento de forma extrema”, agrega Gutiérrez.

Por su parte, Alberto López de Mesa, exhabitante de calle y columnista de este diario, reconoció que Integración Social está moviendo sus ángeles callejeros, “pero la realidad es que no existen lugares públicos donde los sintecho puedan cumplir sus medidas de bioseguridad, y es algo que se debe empezar a revisar”.

Por ahora, mientras los centros de atención se mantienen a tope, tanto el Distrito como las organizaciones sociales y eclesiales siguen intentando contener la emergencia en el contexto callejero. “Los que lograron entrar a los centros están bien atendidos, pero es insuficiente y por eso tuvimos que unirnos para atender los ‘parches’ donde sabemos que están los que siguen afuera”.

Pese a los reclamos, el vocero de Integración Social asevera que, en coordinación con las alcaldías locales, vienen atendiendo a esta población en puntos críticos. “Hacemos atención en salud y concientización para que si tienen posibilidad de volver con sus familias lo hagan, o si pueden pagar una pieza, se concentren mejor allí. Mientras tanto les seguimos llevando alimentos y ropa”.

La ciudad se prepara para vivir cinco semanas que, se supone, serán las más críticas por el pico de la pandemia. La situación, como es de esperarse, obliga a tomar medidas por los habitantes de calle.

Felipe García Altamar

Por Felipe García Altamar

Bogotano. Periodista de Uninpahu. Vinculado a El Espectador desde 2014. fgarcia@elespectador.com

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