Bogotá contada a través de recuerdos

Seis miembros de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá conversaron con El Espectador sobre sus anécdotas de niñez en la ciudad y cómo la ven en el futuro.

María Dilia Reyes Torres - mreyes@elespectador.com - @Madinewss
06 de agosto de 2019 - 03:01 a. m.
Archivo particular
Archivo particular

Es difícil pasar por alto la vertiginosa transformación de Bogotá en el último siglo. En los años 50 su crecimiento, por ejemplo, absorbió varios municipios, que terminaron convirtiéndose en localidades. La capital tuvo tranvía, luego Transmilenio y, tal vez, en los próximos años tendrá metro. Además, en cinco décadas su población se multiplicó a un ritmo tan acelerado que superó el promedio nacional.

Estas son apenas algunas de las transformaciones urbanísticas y sociales que ha vivido esta ciudad, la cual está en constante crecimiento y convirtiéndose en el hogar de miles de personas de todos los rincones del país y del mundo, que la ven como un territorio de oportunidades.

En esta acelerada evolución, seis ciudadanos se detuvieron en el tiempo y escudriñaron en su memoria para relatar cómo han visto la transformación de Bogotá. Invitamos a nuestros lectores, no solo a conocer sus historias, sino a responder las mismas preguntas: ¿cómo la recuerdan? ¿Cómo la perciben hoy? ¿Cómo esperan que sea la capital en el futuro?

“¡Que el Señor de Monserrate nos proteja!”

Cecilia Fernández, directora de la Academia de Historia de Bogotá, ha dedicado 60 años de su vida al servicio. Aunque nació en Nueva York, creció en una hacienda llamada Los Cedros, donde ahora queda el barrio Cedritos. Recuerda que conoció el centro cuando tenía 12 años y que en su juventud visitaba un restaurante argentino llamado La Pampa, a donde iba a bailar.

Con el paso del tiempo fue conociendo de primera mano la ciudad y sus problemas, a tal punto que fue concejal por tres períodos, organizó 68 barrios de Usaquén y gestionó el Camino de Monserrate. Hoy considera que “mirar a Bogotá desde los cerros es ver un mar al que no se le ve el otro lado”.

“La tecnología llegó muy rápido a Bogotá”

“El día que instalaron el primer teléfono en mi casa, a mediados de los cincuenta, mi papá celebró y dijo: ‘Si esto es la tecnología, ¿quién sabe qué veremos en el futuro?”, relata Ernesto Rojas, vicepresidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. El episodio ocurrió cuando era un niño, y él lo enlaza con la historia de su abuelo, quien tenía un hotel en la Plaza de Bolívar llamado Sucre (donde hoy es el Palacio de Justicia), que fue recomendado por una revista de turismo por el hecho de tener teléfono, cuyo número era el 745. Recuerda que en esa época imperaba la necesidad de expandir la ciudad, pero “ahora debemos preocuparnos por mejorar la calidad de vida de quienes están aquí”.

“Los bogotanos éramos más cándidos”

Lucy Nieto, periodista y columnista, tiene 95 años y una memoria lúcida. Los recuerdos de su niñez giran en torno al tranvía. “Algunos vagones se llamaban ‘nemesias’, por Nemesio Camacho, y luego llegaron unos de techo blanco a los que denominaron ‘lorencitas’, porque la esposa de Eduardo Santos, Lorenza Villegas, tenía cabello blanco”. Agrega que con cuatro años, en 1927, veía por la ventana de su casa el Festival de Estudiantes y sus carrozas. Dice que en aquella época los bogotanos eran más tranquilos, más cándidos. Ahora, cuando ve el acelere en el que vive la ciudad y piensa sobre su futuro, la ve “convertida en una metrópolis como Nueva York, con muchos rascacielos”.

“Conservemos los cerros”

“Viva el Partido Liberal”, gritaba todos los días, a las 3:00 a.m., la Loca Margarita, cuenta Elsa Koppel, directora del Museo El Chicó. Lo sabe con exactitud porque su familia era “muy conservadora”. Tiene 84 años y para narrar sus memorias parte de algún hecho político, pues creció en ese mundo. Su marido fue alcalde en 1982 y ella, como primera dama, hizo parques, bibliotecas y canchas en los barrios, lo que le sirvió para conocer bien la ciudad. “El hoy barrio El Lago en realidad era un lago, con lanchitas y todo”. En esa época se podía decir que se conocía la capital como la palma de la mano. Hoy es imposible, y menos sabiendo que la ciudad seguirá creciendo. “Lo único que pido es que no invadan los cerros, ni el río Bogotá”.

“Yo he visto el 80 % de la construcción de la ciudad”

Sin detalles, solo diciendo que nació cuando Bogotá tenía 350.000 habitantes, Julio Carrizosa, ingeniero civil, ubica su nacimiento en la historia de la capital. Sus anécdotas más valiosas de la niñez son las del colegio. Sus padres eran liberales, por eso lo marcó tanto el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y “porque empezaron a llegar personas de varias partes del país huyendo de la violencia. Ese es el motivo por el cual hoy tenemos siete millones de habitantes”. A raíz de eso, asegura: “Si seguimos creciendo rápidamente, la ciudad será como las grandes capitales de más de 10 millones de habitantes, donde la vida es tremendamente difícil, como en Calcuta o Nueva Delhi”.

“Adoro Bogotá, pero no tiene memoria”

Con un acento cachaco, la museóloga María Fernanda Urdaneta dice: “Nací en Estocolmo, pero desde los cuatro años vivo en Bogotá”. Sus recuerdos de niñez en la capital no son lúcidos, pero sí guarda uno con exactitud: “Una ciudad llena de hollín —asegura entre carcajadas—. Todavía las casas tenían estufas de carbón y el tizne viajaba con el viento por las calles”. Durante su vida se ha dedicado a asuntos culturales de la ciudad, por eso manifiesta que es preocupante que no se le dé valor al patrimonio de Bogotá. “Cuando mis sobrinos me visitan, quiero mostrarles mi ciudad, pero es muy difícil, porque no hay casi nada. Nos han quitado la memoria”.

Por María Dilia Reyes Torres - mreyes@elespectador.com - @Madinewss

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