Calidad y cobertura, al tablero 

Aumentar la cobertura educativa en zonas rurales, fortalecer la jornada única y propiciar acceso a la educación superior, son algunos desafíos que se ponen sobre la mesa.

Yolanda Castro Robles*
09 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
Fortalecer la educación rural, de acuerdo con las necesidades del contexto de los estudiantes, es uno de los retos para este año. / David Campuzano - El Espectador
Fortalecer la educación rural, de acuerdo con las necesidades del contexto de los estudiantes, es uno de los retos para este año. / David Campuzano - El Espectador

Los retos en educación son claves. De acuerdo con el último informe del programa Bogotá Cómo Vamos, en la ciudad hay todavía rezagos en términos de cobertura. A pesar de que esta se sitúa en el 92,1 % de la tasa general, las cifras son bajas con respecto a preescolar, donde el porcentaje está sobre el 78 %, y a la media vocacional, que se establece en el 86,1 %, pero en especial se evidencian falencias en la generación de propuestas pedagógicas pertinentes para la población rural.

El primer reto para este año está relacionado con eso, con la población rural. Esto significa que se requiere pensar, evaluar y fortalecer las ofertas educativas existentes, mejorando la infraestructura educativa de las áreas rurales, que en el país suelen ser las que mayor retraso tecnológico presentan.

De esta forma se debe dar una lectura mayor del contexto en el que viven los menores de estas zonas, para dar respuestas reales a sus necesidades en términos de la educación que necesitan. Asimismo, es necesario mejorar las condiciones de acceso de los niños y jóvenes. Aunque los centros educativos por lo general se encuentran en lugares céntricos, muchos recorren amplios trayectos para llegar a los colegios, por lo que el Distrito debe garantizar su traslado.

Esto es un factor necesario para mejorar las condiciones de acceso y equidad. Bogotá tiene una extensión territorial alta en relación con lo rural, lo que implica una apuesta real por fortalecer los procesos educativos y mejorar su calidad en todos los factores asociados, que no sólo es acceso, sino también pertinencia al contexto.

El segundo desafío es la jornada única. Si bien hay un incremento de las instituciones en las que se ha implementado esta decisión política, es claro que hay que trabajar mucho más en la generación de una propuesta educativa y pedagógica clara que les permita a las instituciones educativas ofrecer otras alternativas que vayan más allá de ampliar las horas de las asignaturas.

En este sentido, la jornada única debe convertirse en una posibilidad para ofrecer a los niños y jóvenes nuevas opciones que aporten a su formación integral, al desarrollo de otros talentos y a la búsqueda de nuevos espacios posibles para dar continuidad a la educación superior y no solo un reforzamiento de las materias que se evalúan en las pruebas Saber.

En esta misma línea se requiere de mayor claridad con respecto a lo que necesitan las instituciones en infraestructura, recursos pedagógicos, materiales y docentes, con el fin de materializar la jornada única y lograr que los resultados sean efectivos. Para esto, y ojalá sea así, se debe involucrar a los estudiantes en el proceso, indagando sobre sus intereses, expectativas de formación y proyectos futuros.

Continuar con la formación de docentes, en especial con la configuración de la jornada única y del mejoramiento del aprendizaje, este es el tercer reto. Si bien es cierto que la formación disciplinar y didáctica es y seguirá siendo fundamental en los procesos de enseñanza, creo relevante abrir nuevos espacios formativos relacionados con procesos de gestión educativa que permitan articular lo pedagógico con las formas de organización que asumen las instituciones.

En cuanto a la educación superior, el desafío es, indudablemente, abrir las posibilidades de acceso para los estudiantes. Como lo evidencia el informe de Bogotá Cómo Vamos, en la ciudad hay matriculados 667.412 jóvenes, mientras que tres de cada 10 estudiantes de carreras profesionales se encuentran en la capital.

La posibilidad de acceso no sólo se resuelve con la política nacional de Ser Pilo Paga, sino con una mayor claridad y comprensión sobre lo que es la educación media y las mecánicas y modos de relación que deben establecerse con las instituciones de educación superior, para que en verdad los estudiantes lleguen con los niveles necesarios a una carrera técnica, tecnológica o profesional.

Finalmente, es importante que en la ciudad las instituciones educativas trabajen conjuntamente para mejorar los procesos de aprendizaje de los estudiantes, a partir de apuestas pedagógicas claras, donde las Pruebas Saber no sean un fin educativo como está pasando en algunas de ellas, que se preocupan más por el escalafón que ocupan, sino que la apuesta educativa se centre en el desarrollo del pensamiento, la formación para la ciudadanía, la educación para la paz y, como factor fundamental, se enseñe a pensar.

*Investigadora de la Universidad Javeriana.


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Por Yolanda Castro Robles*

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