Corabastos: tensión y dudas en medio de la pandemia

La central de abastos más grande del país es uno de los focos de contagio de COVID-19 en Kennedy. Se tomaron medidas para evitar aglomeraciones, pero no se cumplen del todo, como en el resto de la ciudad. Es clave entender que aplacar el virus depende de los cuidados que cada uno tenga.

Felipe García Altamar (fgarcia@elespectador.com)
16 de mayo de 2020 - 03:03 a. m.
Cada trabajador es responsable de sus medidas de protección.  / José Vargas
Cada trabajador es responsable de sus medidas de protección. / José Vargas

En Corabastos no se habla de tensión, pero se siente en el ambiente. El volumen de trabajo y de personal en la central de abastos más grande del país mermó con las medidas tomadas para contener la propagación del COVID-19, pero hay franjas en las que el ajetreo se mantiene a tope, como un día típico, y hay tantos movimientos como chances de contraer el virus que hoy sacude al mundo. Las madrugadas, heladas como es habitual en la capital, siguen siendo el escenario del sincronizado ritual con el que se reciben toneladas de alimentos, que en cuestión de horas o días serán parte de la alimentación de ocho millones de bogotanos.

Tal vez por esto se implementaron protocolos complejos y poco amables con las dinámicas de carga y descarga de los bultos, que llegan a las 32 bodegas de Corabastos, pero necesarios para evitar que el lugar se convierta en un mayor foco de contagio. Los comerciantes y dependientes de los locales dicen no estar inquietos por los cambios e intentan mantener la tranquilidad y las rutinas de trabajo. Sin embargo, sí se muestran preocupados por lo que puede venir en las próximas semanas con las medidas para controlar el aforo en la central.

En la localidad de Kennedy, donde queda Corabastos, se concentra el 22 % de casos de coronavirus confirmados en la capital. La central cuentan con 30 casos confirmados y si bien parece una cifra ínfima, el riesgo se explica en la cantidad de gente que entraba al lugar: de 30.000 a 35.000 personas cada día. Por eso, como se hizo con el transporte de la ciudad, el Distrito ordenó que la central opere a un 35 %, lo que significa que pueden entrar unas 10.000 a 12.000 personas.

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Asimismo, se implementaron medidas como el pico y cédula, en lugar del pico y género, pero el continuo cambio en estas dos medidas tiene a muchos confundidos. Algunos coteros y vendedores coinciden en que el volumen de trabajo se mantiene y que asimismo hay que continuar el ritmo de las jornadas laborales.

También en que lo más complicado de estos días es sin duda el ingreso a la central, debido a las decisiones para aliviar el alto flujo de ciudadanos. “Hay confusión. Hay días en que ni los vigilantes saben qué medida aplicar y se presentan congestiones”, apunta el colaborador de uno de los locales. Otro, más osado, confiesa que un día intentó sobornar al personal de seguridad para que lo dejaran ingresar.

El problema se entiende al ver cómo opera una de las puertas de entrada a la central. En una, sin mucho flujo, hay dos vigilantes y un bachiller de la Policía que, por ejemplo, en horas de la madrugada deben coordinar el ingreso de unas 20 personas por minuto. Entre los tres deben pedir la cédula, verificar el certificado de Cámara y Comercio (único permiso para los trabajadores, en caso de que ese día no puedan entrar) y estar pendientes que desde adentro no pasen hacia afuera los documentos necesarios para ingresar. El alto tráfico que se genera en minutos hace difícil cumplir protocolos como la toma de temperatura y el uso de gel hidroalcohólico para todo el que ingrese.

Ocurre lo mismo en las bodegas, donde si bien en la entrada de cada local hay gel y rociador de alcohol, por el afán de las jornadas se pueden ver trabajadores con el tapabocas puesto a medias o incluso varios a quienes les molesta y deciden quitárselo. Del otro lado de la moneda están quienes implementaron todos los protocolos y trabajan incluso con elementos más avanzados, como trajes y pantallas plásticas para la cara. Pero son excepciones: en una bodega como la número 13, primer punto de contagio en la central, de 24 locales, en dos se incumplen las medidas y en otros dos se sobreprotegen.

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También es difícil cumplir la distancia interpersonal, a veces por la naturaleza del trabajo, pero otras veces por costumbres como el desayuno en grupo o las tertulias cuando baja el flujo de trabajo. En resumen, Corabastos hace lo mejor que puede por otorgar todas las medidas de protección, pero el cumplir los protocolos es algo que algunos trabajadores se toman en serio y otros no tanto. Tal como ocurre en el resto de la ciudad.

Por lo pronto, así baje el flujo de personal, para Corabastos está garantizado el abastecimiento y envían un mensaje de tranquilidad para la ciudad, asegurando que cada día serán más estrictos en los protocolos. Alexánder Calderón, representante de la bodega 29, asegura que “la corporación seguirá con las brigadas de desinfección y garantizando los elementos en todos los locales. No queremos que haya preocupación, porque estamos tomando las medidas necesarias”.

Por su parte, Pedro Triviño, coordinador de precios de la central, afirma que “el abastecimiento está normal. Siguen llegando entre 9.000 y 10.000 toneladas diarias de alimentos. Los agricultores son unos héroes que nos han tenido abastecidos en toda la cuarentena. Los precios varían y hay algunos caros como la mazorca, arveja y papa criolla, y otros con buenos precios como ahuyama, zanahoria, guanábana, mango, fresa, mora y banano”.

Corabastos es hoy uno de los focos de contagio, no solo por estar en la localidad más afectada por el coronavirus, sino por ser la despensa más grande de alimentos para la ciudad. Por más medidas que se implementen para bajar el flujo de personas, es difícil controlar la situación y el cumplimiento de los protocolos recae en la responsabilidad de cada trabajador y visitante de la central.

Por Felipe García Altamar (fgarcia@elespectador.com)

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