Microtráfico en Bogotá: de sentenciado a muerte a delator

A la investigación que adelantaron las autoridades en contra de los Tihuaque se sumó el relato de un expendedor de droga que en dos oportunidades logró escapar de la muerte. Su versión fue la pieza clave para desmantelar la organización criminal.

Juan David Moreno Barreto
06 de abril de 2017 - 03:00 a. m.
Microtráfico en Bogotá: de sentenciado a muerte a delator

Sólo un milagro puede explicar la manera como sobrevivió Jefferson. En dos oportunidades, un sicario de la banda los Tihuaque o los Paisas lo intentó matar, pero en ambas pudo escapar para contar su historia y, de paso, delatar a la organización criminal que llenaba de droga las localidades de Usme, San Cristóbal y Usaquén. En enero, el joven llegó hasta el CAI de Juan Rey (San Cristóbal) para denunciar el último episodio en el que estuvo cara a cara con la muerte. Confesó que integró la red de expendedores de droga de los Tihuaque, hasta que sus jefes dieron la orden de asesinarlo.

Su relato es impactante. Contó cómo alias Óliver, uno de los asesinos a sueldo de la banda, lo citó con la excusa de entregarle una “mercancía”, para que la vendiera en su barrio. Con engaños lo llevó hasta una zona boscosa de San Cristóbal, y, una vez allí, sacó su arma, le apuntó a la cabeza y le dijo que le había llegado la hora. Los “patrones” dieron la orden de matarlo, por no haber entregado todo el dinero de la última venta. Sin embargo, cuando Óliver jaló el gatillo, el arma se le encasquilló. No pudo disparar y Jefferson logró escapar.

Pocos días después, cuando salía de su casa, en el barrio La Flora (Usme), el sicario lo estaba esperando. La escena se repitió. La diferencia es que, en esa oportunidad, antes de que el joven pudiera huir, Óliver destrabó su arma y le alcanzó a pegar un tiro en la espalda, pero no lo mató.

El joven, consciente de que sobre él pesaba una sentencia de muerte, tomó la decisión de colaborar con la justicia y dar información valiosa para que las autoridades desmantelaran a los Tihuaque. A partir de esa fecha se convirtió en el testigo clave y se encargó de desmentir o confirmar la información que tenía la Sijín desde 2011, año en que la banda empezó a delinquir. (LEA: Capturados 14 integrantes de banda dedicada al microtráfico en Bogotá)

Les dijo que desde una tienda del barrio Acapulco, en Ciudad Bolívar, se controlaban los hilos de la organización criminal que tenía vendedores ubicados en Tocaimita, Tihuaque, La Flora, Cerros de Oriente y Juan Rey.

Según lo precisó la Fiscalía en audiencia, desde ese establecimiento, alias el Cucho o el Paisa y su esposa, Ángela –señalados de ser los líderes de la organización– trazaban un mapa de las zonas que tenían a cargo, a través de Whastapp daban órdenes a los sicarios y “taquilleros” (personas encargadas de recoger el dinero) e incluso ellos mismos empacaban el bazuco y la marihuana.

El pasado 14 de enero, cuando el rompecabezas de los Tihuaque estaba prácticamente armado, un hombre fue asesinado en Tocaimita. A los investigadores les llamó la atención que la víctima fuera Luis Alfredo Mayo Mena, un chocoano desplazado por la violencia, quien se había convertido en un reconocido líder comunal. La hipótesis detrás del crimen es que creían que le pasaba información a la Policía, motivo suficiente para que alias el Cucho diera la orden de quitarle la vida en su casa y frente a su familia. (LEA: Estas son las oscuras actividades de la banda Los Profetas)

De acuerdo con la entrevista que rindió ante la Fiscalía 47 de Bogotá, el testigo aseguró que la organización criminal estaba involucrada en al menos cinco homicidios para hacerse al control territorial. Dos de ellos, según dijo, ocurrieron en diciembre de 2013. Primero le quitaron la vida a John Ancízar Aguirre, quien era uno de los encargados de vender estupefacientes. Al parecer, este hombre se desapareció del radar de los Tihuaque con la droga y el dinero. Cuando lo encontraron, lo asesinaron. El mismo destino sufrió Óscar, hermano de la víctima, cuando trataba de averiguar lo que había ocurrido.

Los demás crímenes sucedieron como parte de la disputa con otras bandas que operaban en el sector. Los investigadores aseguran que en una ocasión estalló una granada en una casa donde vivía una mujer conocida como Blanca, encargada de guardar y vender droga. A pesar del ataque, resultó ilesa. 

La guerra entre los grupos criminales pudo exacerbarse si no fuera porque la investigación de las autoridades llegó a su fin, tras más de un año de seguimientos, que el pasado lunes derivó en la captura de 14 miembros de la organización delincuencial. Para los investigadores, las drogas y las armas incautadas son una muestra de que los Tihuaque estaban dispuestos a desbordar cualquier límite de la ley con tal de permanecer vigentes en el negocio.

Por Juan David Moreno Barreto

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