Día sin carro: ¿Un saludo a la bandera?

Como es tradición, este día será para el transporte público y los medios alternativos, que pretenden desplazar algún día el carro particular. Para algunos, la medida se queda corta, ya que no se complementa con grandes planes a largo plazo.

Redacción Bogotá - Bogota@elespectador.com
06 de febrero de 2020 - 03:00 a. m.
Más de 1,8 millones de carros y 469 mil motos saldrán hoy de las vías de la capital. / Cristian Garavito
Más de 1,8 millones de carros y 469 mil motos saldrán hoy de las vías de la capital. / Cristian Garavito

Hoy es un día en el que cambian por completo las dinámicas de movilidad en la capital: desde hace 20 años, por mandato popular, el primer jueves de febrero se restringe la circulación de carros particulares y recientemente de motocicletas. La medida ya no genera tanta controversia entre quienes la rechazaban, pues hoy existe una red de transporte masivo más robusta, además de alternativas como taxis, bicicletas o patinetas. Sin embargo, para algunos la medida sigue generando dudas, pero por su efectividad.

El Día sin Carro se institucionalizó en la primera administración de Enrique Peñalosa, con el objetivo de reducir la contaminación y generar conciencia sobre la importancia de desestimular el uso del vehículo privado. Desde entonces, cada mandatario ha dejado su huella, haciendo modificaciones a esta idea: algunos cambiaron el horario, otros la complementaron con un circuito de actividades culturales, y otros propusieron hacer varias jornadas al año.

Por ejemplo, para esta ocasión, en la que saldrán de las calles casi 1,8 millones de carros particulares y 469 mil motos, el Distrito alargó el horario una hora y media, buscando ampliar el impacto en la calidad del aire de la ciudad. Con una restricción de 16 horas (5:00 a.m. - 9:00 p.m.), la idea es evitar que lleguen 12.325 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. También, hacer que en verdad salgan de circulación los vehículos en las horas de mayor congestión, pues con la restricción hasta las 7:30 p.m. los conductores solían madrugar un poco más y esperar algunos minutos en la noche para usar su carro.

Según explicó el secretario de Movilidad, Nicolás Estupiñán, “la ampliación del horario es un acto simbólico, con el que le decimos a la ciudadanía que Bogotá puede funcionar sin estar a toda hora en el vehículo particular. Creemos que con este horario podemos invitar a más ciudadanos a participar de esta actividad. En las jornadas anteriores, cuando se acababa la restricción, aumentaba la congestión y la siniestralidad vial”.

Con el horario se implementaron otros cambios como actividades pedagógicas y culturales para ciclistas, circuitos para mejorar la conducción de patinetas eléctricas, puntos para valorar las condiciones de salud de los ciudadanos y una vía con prioridad peatonal en el centro. No obstante, estos cambios son más de forma, y así como en las anteriores administraciones, por ahora no se evidencian programas de fondo para desincentivar el uso del carro particular.

¿De qué ha servido?

El éxito del Día sin Carro debe medirse desde dos frentes. El primero, la movilidad, en el que la medida se destaca por liberar a la ciudad de un 42 % de carros particulares y un 86 % de las motos que transitan en un día normal. Aunque esto agiliza el tráfico vehicular, a tal punto de que la velocidad promedio de la ciudad aumenta en un 11 %, quizás el mayor logro es que la ciudadanía se plantea diversas formas para movilizarse.

Así lo cree Plinio Alejandro Bernal, analista en temas movilidad y urbanismo, quien dice que el Día sin Carro es una invitación a que la ciudadanía se mueva de forma responsable y piense qué puede hacer los otros 364 días para transformar la forma de moverse en la ciudad. “Esta jornada es positiva en la medida que permite que la gente reflexione, y hay que entender que el sistema de transporte está ahí, siempre disponible, y nos permite movernos fácilmente. La ciudad también gana en cuanto a solidaridad, compañerismo y generar alternativas de movilidad, pero en cuanto reducción de contaminación hay muy poco. El tema ambiental habría que reevaluarlo porque el aporte puede ser insignificante”, destacó.

Bernal pone sobre la mesa el segundo frente de la medida, el ambiental, en el que recaen las mayores dudas sobre el impacto real de un día sin vehículos particulares. Si vamos solo a las cifras, de acuerdo con la Secretaría de Ambiente, en los últimos 10 años de Día sin Carro nunca se ha dado una reducción del material particulado mayor al 27 % e incluso hay registros de que dicha reducción en ocasiones se quedó entre el 9 % y el 12 %.

Este tema lo explica mejor el doctor Luis Jorge Hernández, coordinador del Grupo de Investigación en Salud Pública de la U. de los Andes, quien coincide en que este día no tiene mayor alcance que sensibilizar sobre el uso de transporte masivo y alternativo.

“El Día sin Carro no incide en la contaminación del aire. Incluso, el seguimiento que hemos hecho arroja que estos días aumenta la contaminación, porque se mantiene el transporte público y de carga, que aportan el 50 % de la polución. Sirve para la reflexión, pero para impactar en lo ambiental lo único que funciona es cumplir los planes de descontaminación y empezar el tránsito a combustibles limpios”.

Incluso, Hernández considera que se debería eliminar este día, “porque funciona como un distractor y se piensa que así ya mejoró la calidad del aire”, y asegura que el Distrito debería enfocarse en tomar decisiones más estrictas. “Es hora de tomar medidas más profundas, como ir pensando en cero combustibles fósiles a 2030 o 2040; restringir aún más el transporte de carga y las motos; y que la administración se comprometa a bajar fuentes de emisión”.

Juntando ambos frentes, y a manera de conclusión, Hermán Amaya, docente de urbanismo y sostenibilidad, coincide en que la ciudad debe pensar menos en días sin carro y más en transiciones energéticas que superen a los vehículos que funcionan a base de hidrocarburos. “Tenemos que dejar esa cultura de los eventos y las primeras planas, porque hay una realidad que nos debe invitar a tomar acciones contundentes. En tiempos de crisis climática, el segundo mayor generador de gases de efecto invernadero es el transporte, por lo que hay que buscar cómo migrar a plantas solares, a autos eléctricos e híbridos, y a puntos de carga de esos vehículos en toda la ciudad”.

Una última propuesta del experto es apuntarle a un nuevo modo de transporte y fortalecerlo. Y en Bogotá, por excelencia ese medio alternativo es la bicicleta. “Hay que garantizar que sea una ciudad más amigable para el uso de la bici. Tenemos que lograr que ese transporte no sea solo una alternativa, sino un elemento determinante para la movilidad de la ciudad. Sin embargo, eso implicaría reconfigurar rutas, horarios de trabajo, transporte público y hasta pensar en habilitar grandes carriles exclusivos para bicis”, remata Amaya.

Se cumplen 20 años del Día sin Carro, justo en la época de mayor conciencia ambiental desde que se creó la medida. De ahí que la responsabilidad de buscar nuevas maneras de moverse por la ciudad sea también responsabilidad de una ciudadanía cada vez más inquieta por la consecuencia que sus acciones tienen en el aire que se respira. Sin embargo, es también tarea de las administraciones lograr que los objetivos de la medida se cumplan, no solo en 16 horas al año, sino con planes sólidos y realistas para empezar a sintonizar la ciudad con la preocupación global sobre el cambio climático.

Por Redacción Bogotá - Bogota@elespectador.com

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