No todo lo que pasaba en el Bronx era malo. Si bien eran recurrentes las historias de abandono, ilegalidad y desprecio por la vida en la zona, quienes deambulaban por allí también encontraban fiesta, compinchería y algo que para todos era importante: no se experimentaba la exclusión que se encuentra en el resto de la ciudad hacia los habitantes de calle. Este rastro está intacto. Allí vivieron cientos de niños y jóvenes que hace un año vieron la necesidad de exteriorizar lo que pasaron o, por lo menos, a modo de terapia, soltar todo lo que el Bronx les dejó.
Así, el año pasado presentaron a Idartes un proyecto de creación artística con el que produjeron videos en los que narraban sus historias dentro de lo que ellos denominaron la L, en los cuales se describían detalles de la vida en el Bronx. El comercio de droga, lo que les pasaba a quienes ingresaban a las casas de tortura y cómo era vivir dentro de estas cuadras. También las anécdotas de los festivales de hip hop que se realizaban, los encuentros que terminaban generando empatías entre sus habitantes en torno a la droga y aquello que normalizaron en su diario vivir en medio de una zona donde imperaba el terror.
“Los jóvenes comenzaron a narrar esas historias e hicimos una reconstrucción de la cartografía social del Bronx. Sin embargo, como no se podía entrar a la zona, se planteó como opción recrear la cuadra en una maqueta”, explicó Andrés Góngora, curador de la obra. Fue así como los jóvenes de la Unidad de Protección Integral La Rioja, del Idiprón, comenzaron a construir la maqueta para tener una idea del lugar.
Al proyecto se terminaron integrando cerca de 120 jóvenes que comenzaron a detallar cada una de las casas de la L, las fachadas, sus grafitis, los lugares donde se ubicaban los principales expendedores, así como los pasacalles, de pared a pared que impedían observar desde el cielo lo que ocurría en su interior.
En este proceso de construcción, la mayoría logró hablar de su dolor, de los miedos que tuvieron cuando vivieron allí, del temor generalizado de haber perdido un espacio que por mucho tiempo consideraron su hogar y de la importancia de entender que, aunque tienen buenos recuerdos de la L, no se puede desconocer que fue una calle del terror, donde hubo venta de drogas, torturas y asesinatos.
La exposición Historias de la L se tomó entonces como un ejercicio de reconstrucción de memoria a partir de los jóvenes que vivieron allí. Surgió como una necesidad de recrear la sociedad colombiana desde diferentes perspectivas que, de acuerdo con Góngora, se expondrán en una sala permanente del Museo Nacional. El espacio está constituido por diferentes estaciones en las que se encuentran fotografías de cómo era antes el sector y lo que se vio allí durante la intervención. Asimismo, los jóvenes crearon un glosario con las palabras que se utilizaban cotidianamente en el lugar, ya fuera para la distribución de estupefacientes o para el diario vivir.
Pero por ahora lo más importante son las visitas guiadas por los propios jóvenes, quienes en medio del recorrido cuentan sus historias, mientras que en cualquier parte de la sala comienzan a armar la maqueta que da una idea espacial de cómo era el Bronx. “Lo que queremos es cambiar un poco el registro que se ha hecho de este tipo de lugares, como el Cartucho o como la llamada calle del Bronx, porque se ha hecho de una manera general alrededor de la violencia y la droga. Sin embargo, queremos rescatar el punto de vista de quienes habitaron allí y cómo de todas formas era un lugar habitable”, manifiesta Góngora.
Las historias que se cuentan en medio de la exposición nunca son las mismas. Al tratarse de un ejercicio de memoria, las narraciones son espontáneas y el visitante puede escuchar de las características de la casa Amarilla, en la que se torturaba, juzgaba y asesinaba; las dinámicas que se veían en las calles; las historias de los festivales de hip hop a los que asistían reconocidos artistas, o su relación con los policías y los centros de atención móvil a drogodependientes, que buscaban rehabilitarlos.
Los jóvenes del Idiprón participan en la exposición los martes y miércoles, de 2:00 a 6:00 p.m., con el fin de que, más allá de un ejercicio artístico y de construcción de memoria, este sea también un aporte a su formación. “Hay múltiples interpretaciones de la obra. Es un tema que debe perdurar en el tiempo, porque de alguna forma hace parte importante de la reconstrucción hegemónica de nación y, por el otro lado, está su utilidad para abrir espacios de inclusión, que aportan al proceso de los jóvenes para dejar las drogas”, concluyó Góngora.