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La frase popular reza: “Al que no sabe para dónde va, cualquier bus le sirve”. Y para que en Bogotá no se cumpla el mal presagio, se requiere una hoja de ruta que marque su futuro; proyecte hacia dónde y cómo crecer, y fije qué uso les dará a sus suelos. La definición de esas reglas de juego es lo que se busca con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), un documento tan técnico como importante para definir el modelo de ciudad que estará vigente durante los próximos 12 años. El Plan está en mora de actualizarse desde hace seis años y por ello el Distrito afina los detalles para someterlo el próximo año a aprobación del Concejo. Si todo sale como está previsto, su ejecución comenzaría en el segundo semestre del 2019.
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Aunque su columna vertebral son los lineamientos urbanísticos, el desarrollo ecosostenible y un ambicioso plan de movilidad —marcado por el metro y nuevas troncales de Transmilenio—, hay un frente transversal que incide en toda la estructura del documento: el componente económico, es decir, la forma en la que se garantizará que los capitalinos vivan en mejores condiciones durante la próxima década.
¿Cómo hacerlo? ¿Cuáles son los planes? ¿Qué sectores llevarán la batuta económica de la ciudad? Antes de responder, hay que hacer una breve revisión del panorama actual. Según la última encuesta de percepción ciudadana de la Cámara de Comercio, el 39 % de los bogotanos considera que su condición socioeconómica es baja y para el 51 % es media.
A ello se suma que para uno de cada tres encuestados (el 33 %) la situación de su hogar ha empeorado en el último año, entre otras, porque algún familiar ha perdido el empleo, por el costo de la alimentación, los servicios públicos y el transporte, así como por lo costoso que es adquirir vivienda. Por si fuera poco, el 14 % de los capitalinos se percibe como pobre.
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La fórmula para revertir esta situación, según la administración, se concentra en tres frentes: economía naranja, turismo e innovación y competitividad, respetando siempre el tejido residencial y el sistema patrimonial. Lo anterior, según el documento, implica repotenciar los corredores económicos ya consolidados —como la carrera Séptima, la calle 13 o la autopista Sur— donde, además de apostarle a la mezcla de los usos del suelo (es decir, que en una misma zona haya conjuntos de apartamentos y centros comerciales), se impulsen nuevas formas de producción relacionadas con industrias creativas, turismo y tecnología.
Para este propósito la idea es, entre otras, consolidar calles comerciales completas y circuitos turísticos para fortalecer el tejido económico a escala zonal, local y barrial. Todo, sin perder de vista la localización de cada sector, su densidad, área y las características físicas del espacio público.
Adicionalmente, para consolidar actividades económicas en la ciudad, en la norma urbanística se plantearán incentivos para el desarrollo de infraestructura. Finalmente, para atraer y mantener inversiones en la capital, se busca simplificar los trámites, así como actualizar los sistemas de consulta y divulgación de las normas.
“El potencial del desarrollo económico y la capacidad de la ciudad se pueden robustecer con la incorporación de principios de diversificación y mezcla de usos de suelo dentro del marco normativo urbano, basados en criterios claros para la mitigación de los impactos urbanísticos y ambientales”, señala el proyecto. (Ver infografía al final)
Economía naranja
Una de las grandes apuestas del POT es la economía naranja —uno de los grandes componentes de la agenda del Gobierno de Iván Duque—, que consiste en impulsar todas las actividades culturales, artísticas y audiovisuales que se podrían reflejar, por ejemplo, en el desarrollo de videojuegos, música, publicidad, diseño, libros y cine, entre otras.
Para ello, se fomentarán las denominadas áreas de desarrollo naranja (ADN), que no son más que zonas que, por su localización, dinámica y potencial físico y espacial, son ideales para establecer industrias relacionadas con la tecnología, el emprendimiento y la economía asociativa.
En este tema, el POT propone inicialmente la intervención urbanística de diez zonas para potenciar la productividad, especializarse en diferentes frentes y generar empleo. Entre estos sectores se destacan el extinto Bronx, donde se promoverán industrias creativas; Fontibón, donde se pretende revitalizar corredores férreos; La Macarena, donde se impulsarán artes escénicas, y Usaquén, sector en el que se apostará por actividades audiovisuales y de turismo.
Distritos de innovación
De la mano de la economía naranja, la administración buscará establecer zonas con vocación científica, orientadas particularmente a la tecnología y la información. En el POT están definidas como “áreas de oportunidad” y pueden ofrecer mayor valor agregado para la especialización productiva y el desarrollo económico. En este punto se reconoce el potencial del sector salud y educación.
Preliminarmente, se tienen identificadas dos zonas con esta vocación: el sector de Puente Aranda, dada la concentración de actividades industriales, y el área denominada Alameda Entreparques, que articulará funcionalmente los parques Simón Bolívar y El Virrey con el corredor ecológico del Canal de Rionegro. “Estas áreas tienen el potencial de localización de actividades relacionadas con el ecosistema de ciencia, tecnología e innovación, presente sobre el eje de la carrera 7 y la avenida Caracas, en el centro de la ciudad”.
El documento, no obstante, precisa que para que estas zonas sean una realidad deben ser cualificadas ambiental y urbanísticamente para “facilitar la innovación en servicios empresariales, reactivar procesos de aglomeración de actividades económicas y promover la localización de nuevas actividades”.
Zona de Interés Turístico (ZIT)
Otra de las propuestas del POT es la conformación de circuitos turísticos en zonas como La Candelaria, Tercer Milenio, Usaquén, el Parque de la 93 o la iglesia del 20 de Julio. El objetivo es que alrededor de estas zonas se prioricen intervenciones y proyectos que las repotencien de forma integral.
En los sitios considerados patrimonio histórico, la idea es hacer recorridos por los espacios públicos destacados, haciendo énfasis en bienes de interés cultural y centros fundacionales. “Se pretende incentivar su apropiación, divulgación y recuperación progresiva por medio de estrategias que pueden incluir dinámicas de aprovechamiento económico”, precisa el documento.
El proyecto dedica un capítulo especial a la competitividad en el suelo rural, orientada a fortalecer la vocación de los sectores agrícolas de la ciudad. Para ello propone aprovechar las ventajas físicas, sociales y económicas con las que cuenta la ciudad y la incorporación de nuevas tecnologías que optimicen los procesos en el campo.
Todas las iniciativas se encuentran en etapa de socialización, la cual se extenderá hasta los primeros meses de 2019. En caso de pasar el examen ciudadano y luego con los concejales, la capital, más allá de fortalecer los sectores de la economía ya consolidados, contará con un horizonte para potenciar nuevos frentes de desarrollo, que permitirán el crecimiento de la ciudad en la próxima década.
jgonzalez@elespectador.com