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El turismo emerge en Cundinamarca

Tras meses de registrar un turismo casi inactivo por la cuarentena, esta región ha cobrado fuerza mediante actividades como el “glamping”, el senderismo y las fincas agroturísticas. La idea es brindar una experiencia libre de COVID-19.

Diego Ojeda
26 de diciembre de 2020 - 02:00 a. m.
El turismo está preparado en materia de bioseguridad para recibir a los turistas. El glamping ha sido una de las actividades de mayor demandada.
El turismo está preparado en materia de bioseguridad para recibir a los turistas. El glamping ha sido una de las actividades de mayor demandada.

Muchos podrían calificar 2020 como un año desgastante. El encierro, la virtualidad, el incremento de las labores en casa y la zozobra que generó el coronavirus impactaron el bienestar de millones. Muestra de ello son los resultados que han arrojado estudios como el adelantado por el Comité Internacional de la Cruz Roja, el cual reveló que el 42 % de los colombianos considera que el impacto de la pandemia ha sido negativo para su salud mental.

No es exagerado decir que la gente estaba cansada del encierro, pues en septiembre, tan pronto se levantó el aislamiento obligatorio y se dictaron medidas de bioseguridad para diversos renglones de la economía, destinos como Villeta, Anapoima y Girardot estuvieron al máximo de su capacidad turística. La gente extrañaba la piscina, la sensación de viajar por carretera y el contacto con la naturaleza.

Según Luisa Fernanda Aguirre Herrera, gerente del Instituto Departamental de Cultura y Turismo (Idecut), este apetito turístico aún persiste, y un claro indicador es que los fines de semana en los glampings (nueva forma de acampar con glamur) ya están reservados hasta marzo. “Casi no se consigue lugar”, menciona al indicar que la ocupación en todo tipo de alojamientos se mantiene del 70 % al 80 % para esta temporada.

Estos indicadores muestran que la gente les está creyendo a los operadores en la correcta implementación de los protocolos de bioseguridad. Y es que eventos como el registrado este puente festivo, cuando circularon casi 700.000 vehículos en las vías de Cundinamarca (muy similar al consolidado en la misma época del año pasado), reflejan que el turismo en el departamento sí puede emerger, respetando las medidas para mantener a raya la propagación del virus.

Este panorama es esperanzador, pues la cuarentena tenía contra las cuerdas a los operadores turísticos, quienes tuvieron que enfrentar la realidad de ver, entre otras cosas, vacías las camas de sus hoteles y las mesas de sus restaurantes. En muchos municipios, la estrategia para evitar los contagios consistió en establecer medidas como toques de queda; pico y cédula, que mitigaba la formación de aglomeraciones en las calles; restricciones en la movilidad, así como el cierre de bares, gimnasios e iglesias. La realidad había cambiado, salir a la calle se traducía en exponerse al contagio.

El golpe fue significativo. Cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Mincit) muestran que en Cundinamarca, en el período comprendido entre enero y junio, el número de visitantes extranjeros no residentes pasó de 16.212 en 2019 (la cifra más alta que ha consolidado) a 3.198 en 2020. La ocupación hotelera también se desplomó, alcanzando a finales de agosto cifras por debajo del 10 %, y variaciones en los ingresos, para el mes de abril, cercanas al -100 %.

Las dimensiones de la afectación también se vieron reflejadas en actividades como visitas a parques nacionales, las cuales cayeron 74 % en 2020 (en septiembre), el área aprobada para construir hoteles se redujo en un 28,6 % y los pasajeros aéreos nacionales e internacionales disminuyeron 70,6 % y 73,5 %, respectivamente. En suma, el sector turístico atravesaba por una temporada desértica sin precedentes.

Jaime Bautista, gerente del alojamiento glamping Bajo el Cielo, recuerda esos días como “bastante complejos”. En su caso experimentó un cierre completo dos semanas antes de la cuarentena nacional. Como les tocó a la mayoría de empresarios, tuvo que hacer maromas para seguir a flote, como reducir al máximo sus costos de operación y endeudarse para pagar las cuentas.

A otros les fue peor, pues no todos los negocios lograron sobrevivir. Aguirre explica que Cundinamarca, antes de la pandemia, tenía aproximadamente 2.900 empresas con Registro Nacional de Turismo. Tras el coletazo del COVID-19, en el departamento quedaron unas 1.200 activas.

“Siento que esto, en el fondo, dejó a la gente que está convencida en el turismo. De pronto había unos que le apostaron al negocio, porque veían que venía en crecimiento, pero hoy vemos que los prestadores que están son gente comprometida”, menciona la directiva, al agregar que para ayudarlos se han brindado incentivos económicos a los micro y pequeños empresarios, que se han destinado a la implementación de protocolos de bioseguridad. “Logramos llegar a 500 acompañamientos con incentivos de $4’500.000 para cada uno”, detalla.

Poco a poco el sector se recupera de este negativo panorama. Con el cuidado de implementar las medidas de bioseguridad reciben a sus clientes, los cuales aseguran sentirse más a gusto, no solo porque han podido liberar las cargas de este año tan complejo, sino porque la experiencia que reciben es diferente, pues las limitaciones de aforo impiden que tengan que compartir con muchas personas.

El turismo emerge

Cundinamarca ahora se vende como un destino verde, pues ha demostrado que tiene el potencial para consolidarse como serio competidor en actividades relacionadas con el ecoturismo y al etnoturismo, tales como avistamiento de aves, visitas a importantes destinos culturales, como la Catedral de Sal de Zipaquirá, experiencias cercanas a la agricultura y senderismo, entre otras.

“Cundinamarca es un lugar para respirar aire puro, descansar y estar en sitios donde no hay aglomeraciones”, explica Aguirre, quien con orgullo destaca los esfuerzos que se están implementando para que los turistas puedan vivir una experiencia libre de COVID-19. Ejemplo de esto es la reciente certificación de treinta hoteles que participaron de la prueba piloto del sello de bioseguridad Juntos Contra el Covid, el cual es otorgado por Cotelco.

Estas apuestas por consolidar el turismo rural también cambiaron las dinámicas de las agencias operadoras. Antes, cuando se llamaba a preguntar por planes, estas ofrecían paquetes con destinos a Cartagena, San Andrés y el Eje Cafetero; ninguna vendía a su propio departamento. Actualmente Cundinamarca tiene 47 agencias que sí lo hacen, cautivando a sus clientes con planes como caminatas, paseo por cuevas y visita a humedales.

“Tenemos fincas cafeteras que están operando bien, deportes de aventura... la pandemia nos permitió mostrar que hoy nuestros planes son más valorados que antes. Lo bueno es que no son solo agencias de Bogotá, sino que en los municipios se organizaron para ser receptoras”, afirma la gerente del Idecut.

El cambio de paradigmas que llegó con la pandemia también ha llevado a que los artesanos del departamento cobren mayor protagonismo en la cadena del turismo. De los más de 2.000 que se estima hay en el territorio, se arrancó con la graduación de cuarenta, que lograron presentar un producto artesanal de alto nivel, el cual será comercializado en una tienda virtual que tendrá Cundinamarca, así como en las redes sociales.

El departamento también está impulsando la elaboración de una guía turística, en la que se encontrarán planes dependiendo del piso térmico que se quiera visitar; además de si quieren disfrutar en solitario, con la familia o solo adultos. Habrá actividades para todo tipo de bolsillos. Se espera que esta apuesta se estrene entre enero y febrero del próximo año y que sirva como un incentivo a la formalización, ya que solo harán parte de esta aquellas empresas que tengan todos sus papeles en regla.

Además, se notan los esfuerzos implementados en la recuperación de su comercio, ya que, según datos de Fenalco Bogotá Cundinamarca, el departamento registra un crecimiento del 21 % frente a meses anteriores, cifra muy por encima de lo que está ocurriendo con la capital, que ha estado en terreno negativo.

“Esto se da por un manejo diferente en las restricciones en medio de la pandemia. Además, muchas personas de Bogotá optaron por alternativas de vivienda fuera. Esto ha hecho que llegue más gente a Cundinamarca con poder adquisitivo, que requiere satisfacer sus necesidades. Las proyecciones apuntan a que este comportamiento continúe, lo cual hace un bien al comercio y a la industria del departamento”, dijo el director ejecutivo de Fenalco Bogotá-Cundinamarca, Juan Esteban Orrego.

En la Asociación Colombiana de la Industria Gastronómica (Acodres) también se percibe como algo positivo el movimiento de muchos bogotanos para quedarse a vivir en Cundinamarca. Esta tendencia, aseguran, ha disparado la gastronomía en el departamento, al punto de convertirse en una palanca para la reactivación económica.

Tal ha sido este impulso, que Acodres estima que para mayo del próximo año el sector que representa se habrá recuperado del impacto que le dejó la pandemia, esto siempre y cuando no vuelvan las cuarentenas estrictas, razón por la cual es importante que no solo las empresas dedicadas al turismo, sino los turistas respeten el cumplimiento de las medidas y recomendaciones para mitigar la propagación del virus, como mantener el distanciamiento físico, lavarse periódicamente las manos y usar el tapabocas.

A todo eso se suma la forma como el departamento ha reforzado su capacidad hospitalaria ante cualquier emergencia. Hoy tiene 700 camas tipo UCI (de las cuales el 45 % están ocupadas) y tiene a su disposición cinco centros hospitalarios, ubicados en lugares estratégicos, para atender a pacientes con COVID-19. como Clínica San Rafael Dumian, de Girardot, y los hospitales Regional de Zipaquirá, San Rafael de Facatativá, San Rafael de Fusagasugá y Cardiovascular del Niño de Cundinamarca, en Soacha. También el Hospital de alta complejidad La Samaritana, cabecera de la red departamental, ubicado en Bogotá.

Sin lugar a dudas, la pandemia cambió muchas cosas, entre ellas la forma de pensar el turismo. Esto ha generado oportunidades, pues el sol y la playa no necesariamente están en el plan de los viajeros, pues la gente parece estar inclinándose por viajes más tranquilos, sin tanta gente y más conectados con la naturaleza. Y todo esto lo encuentran de manera segura en Cundinamarca.

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