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"Hubo exceso de optimismo"

El alcalde encargado de Bogotá, Óscar Sánchez, echó para atrás el alquiler de cien camiones compactadores que iban a ser importados por contratistas del Distrito. A Cartagena llegaron el viernes otros 22 vehículos. Petro los revisó.

Juan Camilo Maldonado T.
04 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
Óscar Sánchez, alcalde encargado de Bogotá y secretario de Educación, asegura que la dura oposición a proyectos de  Petro los obliga a ser  “impecables”.  / Archivo
Óscar Sánchez, alcalde encargado de Bogotá y secretario de Educación, asegura que la dura oposición a proyectos de Petro los obliga a ser “impecables”. / Archivo

Aunque su cartera poco tenía que ver con el nuevo modelo de aseo, Óscar Sánchez, secretario de Educación de Gustavo Petro, comenzó a preocuparse por el tema hace un par de semanas, cuando las complejidades financieras, políticas y técnicas detrás del cambio de modelo propuesto por su jefe hicieron inminente que se trataría, sin duda, de la prueba más difícil de la administración durante su primer año.

Tanto se preocupó y preguntó y leyó Sánchez sobre el asunto que hace dos semanas, tras la salida a vacaciones —para muchos insólita— del alcalde Petro, quedó encargado por su jefe de lidiar con la normalización del servicio, la negociación de zonas extras con operadores privados y, especialmente, del último capítulo de la novela: el trámite de importación de 160 camiones compactadores alquilados y traídos del exterior por un desconocido grupo de empresarios. El primer lote de vehículos llegó en Navidad, y aún hoy no contaba con todos los requisitos para su ingreso al país. El segundo, con 22 compactadores, llegó el viernes a Cartagena.

Luego de dos semanas de estar como alcalde encargado, Sánchez logró cerrar ayer una negociación que promete poner fin, así sea temporalmente, al escándalo de los camiones.

Tras el incumplimiento del importador, Unión Temporal Aseo Districapital, el Distrito decidió terminar uno de los dos contratos suscritos con aquél y reducir la flota que traerá de los Estados Unidos a 60 compactadores. Según explicó Sánchez a este diario, horas antes del anuncio oficial, la administración se quedaría sólo con los camiones que estén en buen estado.

“Los contratistas estaban en una situación muy complicada”, asegura Sánchez. “Esta semana tenían que haber entregado 60 de los 160 vehículos que se les contrataron, pero no lo lograron por razones del proceso de importación y también porque una minoría venía averiada”.

¿Cuándo llegan los camiones a Bogotá?

Los primeros llegan entre el 12 y el 13 de enero. El otro grupo debe llegar antes del 20 de enero.

¿Cuánto le ha costado al Distrito esta demora?

No se ha pagado ni un centavo. Es un contrato de arrendamiento, sólo el día en que yo reciba a satisfacción el bien comienza a contar el contrato.

¿Cuántos camiones van a alquilar, entonces?

Sesenta camiones, con la posibilidad de ampliarlo a setenta. Estamos adelantando un proceso para identificar los mejores. En la medida en que sepamos exactamente cuál es la flota que nos sirve, lo ideal sería recibirlos. Nosotros le daremos un plazo al contratista para que nos entregue los vehículos antes del 20 de enero, fecha en que recibimos más territorio para el operador público.

Aseo Bogotá opera hoy en cinco localidades (entre el 18% y el 20% de la ciudad). ¿Qué pasa el 20 de enero?

Manejaríamos cerca del 40%. Hay que recordar que ese porcentaje ya es responsabilidad del Acueducto; éste, a su vez, subcontrató con Aguas de Bogotá elementos de la operación que se están prestando con equipo alquilado a Lime y Aseo Capital en la mitad del territorio que el Acueducto tiene bajo su responsabilidad.

¿Quién está operando qué?

De las 20 localidades de Bogotá, la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos contrató con los privados la operación en siete: Ciudad Limpia en Kennedy y Bosa; Aseo Capital en Puente Aranda, Tunjuelito y Ciudad Bolívar, y Lime en Usaquén y Suba. Hay otras once que tienen situaciones muy distintas. Dos de esas localidades se contrataron con la Uaesp con Atesa por cuatro meses (Fontibón y Engativá). Las otras nueve las dividimos en dos: cinco las está operando Aguas de Bogotá (Rafael Uribe Uribe, Antonio Nariño, Mártires, Teusaquillo y Barrios Unidos) y las otras cuatro las tienen por un mes Aseo Capital (Chapinero, Santa Fe y Candelaria) y Lime (San Cristóbal y Usme).

¿Y qué pasa si para el 20 de enero Aguas de Bogotá no está lista para prestar el servicio en estas últimas localidades?

Podemos renovar el contrato con Lime y Aseo Capital.

Es evidente que lo de los camiones salió mal. ¿El importador escogido sí era idóneo?

No tengo información detallada. Pero el gerente saliente de Aguas de Bogotá dice que hicieron unos procesos rápidos de selección objetiva atendiendo a un manual de contratación donde se publicaron en la página web unas solicitudes, se recibieron ofertas y se les asignaron contratos a las que eran más económicas y cumplían técnicamente.

¿Qué balance hace de estas semanas?

Evidentemente, todo este proceso se hizo sobre la marcha. Pero yo creo que lo peor, en términos de costos políticos y de imagen, ya pasó. Hoy tenemos un operador público que está fortaleciendo su capacidad paulatinamente y un modelo en el que también participan privados, se reducen tarifas y participan los recicladores. Ese es un balance positivo, a pesar de los traumatismos de los primeros días, que nos dejaron aprendizajes.

¿Cuáles aprendizajes?

Lo que está de fondo es que el alcalde Petro encarna un proyecto en el cual el Estado es central en la prestación de los servicios sociales, en la prestación de los servicios públicos y en la propiedad de las empresas públicas. Ahora, el hecho de que el Estado sea central puede no gustarle a mucha gente. Pero mientras lo hagamos bien, saldremos adelante con ese proyecto político. No basta con tener claro que lo público debe fortalecerse, sino que esto debe dar resultados eficientes.

Es decir, que no basta con las buenas intenciones, sino que se necesita capacidad de ejecución. No sólo el “qué”, sino el “cómo”...

Es muy importante el “cómo”. Porque tener argumentos poderosos e intuición política está bien. Pero el Estado debe demostrar que tiene plena capacidad de ser eficiente. De lo contrario, lo que se vería afectado en últimas es el mismo proyecto de recuperación de lo público.

Y en el caso del experimento del modelo de aseo, ¿cómo falló el “cómo”?

Hubo exceso de optimismo y fallas de comunicación entre algunos actores que estaban interviniendo. Pero ha habido procesos e iniciativas de fortalecimiento de lo público que vienen marchando bien en educación, en salud, en la ETB... Y lo que uno ve es que nuestros éxitos no son calibrados en la misma dimensión que nuestras dificultades. Pero ese es nuestro problema: la forma en la que nos juzgan nos exige ser impecables.

¿Cuánto bajó el alcalde por cuenta de las basuras?

En las mediciones internas nos va un poco mejor de lo que se publicó en algunas encuestas en televisión. Pero efectivamente hubo una disminución de la favorabilidad, que más o menos baja del 58% al 40%.

¿Qué va a pasar con los operarios que se contrataron para la operación?

Contratamos a cerca de 4.000. La gran mayoría desertó rápidamente. En realidad, la nómina se cerró el jueves con 1.880.

Y el resto ¿qué? ¿No le caminaron al trabajo?

No, no le jalaron.

¿Cuántos desertaron?

Unos 2.000 que habían firmado contrato. Pero creemos que muchos de ellos estaban trabajando con los privados y en la medida en la que vieron que allá se podían quedar, decidieron quedarse.

¿Pero cuántos tiraron la toalla por recoger con volquetas?

Eso es más difícil. Efectivamente, el trabajo en las volquetas es duro. Cargar a tres metros de altura centenares de bolsas es un trabajo muy difícil. Y en esa medida mucha gente seguramente no calculó el esfuerzo físico que esto exigía. Eso generó un margen de deserción.

Por Juan Camilo Maldonado T.

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