La complejidad de atender a los habitantes de calle

El Canal Comuneros empieza a tomar fuerza como un segundo Bronx. El Distrito quiere intervenir el lugar antes de que sea tarde. Las ONG que apoyan a los habitantes de calle explican por qué no es tan fácil convencerlos de ir a sus centros de atención.

Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar
18 de marzo de 2018 - 12:00 p. m.
Archivo particular
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Son las 10:00 a.m. y el Canal Comuneros, ubicado en la calle sexta entre carreras 30 y 24, está casi vacío. Los acompañantes del recorrido por el sitio, que por estos días estuvo en el ojo del huracán, explican que, aunque en todos los noticieros se muestran imágenes de un canal atiborrado de habitantes de calle las 24 horas, desde muy temprano la mayoría salen a “trabajar”.

Si bien para algunos esto puede sonar absurdo, para esta población salir a retacar, reciclar, rebuscar o robar es su forma de laborar. Antes de descender al canal hay miradas intimidantes de los no más de 10 policías que a esa hora rondan el lugar, quienes intentan descifrar la razón para bajar a un caño en el que sólo hay costales y ropa. Uno de los acompañantes es fray Gabriel Gutiérrez, un personaje que de lejos identifican los habitantes de calle, gracias a sus sotana y su gorra. Él carga una enorme bolsa negra repleta de pan y una vieja maleta en la que lleva agua, analgésicos, líquido desinfectante y gasas.

Los habitantes de calle, que aún no lo reconocen, saben que hay presencia de extraños y reaccionan. Cuando ven que es fray Gabriel o fray Ñero, como lo rebautizaron, de inmediato cesan sus actividades y lo primero que le piden es una bendición. Ellos saben a qué va, pues hace presencia al menos una vez a la semana en el lugar, así que sin más preámbulo le extienden la mano para que les brinde un pan. Algunos le piden más de uno; otros dicen no tener hambre, pero sí sed. Fray Gabriel sigue su recorrido, les pregunta cómo han estado los días y recibe tantas quejas como abrazos y choques de puños. Si alguno le dice que tiene una dolencia, él les da pastillas; si la cuestión va más allá y se trata de una herida profunda, el mismo sacerdote de la orden franciscana se pone un par de guantes y le hace la curación.

En el recorrido, que se hizo seis días antes de la intervención que realizó el Distrito en el canal, se evidencia un lugar que efectivamente se ha convertido en una morada para los habitantes de calle. Cada uno tiene su lugar y sabe dónde están sus pertenencias, sus amigos y hasta familiares. No obstante, hay partes del canal que, advierten, en las noches ni siquiera se pueden recorrer en compañía de fray Gabriel. Son los lugares más recónditos del canal, donde ya no llega la luz de la ciudad, donde se asientan quienes aprovechan esta situación para seguirles ofreciendo droga a los callejeros. Es aquí donde radica una de las complejidades de la habitabilidad en calle: lo absorbidos que están por los ganchos, tan vigentes como en la época del Bronx.

* * *

Esta semana, el canal fue protagonista de una controversia que parece no tener final: ¿qué se debe hacer con quienes habitan las calles de la ciudad? Aproximadamente desde los años 60, de cuando datan los primeros registros de este fenómeno en la ciudad, todos los alcaldes han intentado responder esa pregunta, sin que ninguno haya dado una solución efectiva para esta población. La administración Peñalosa, aunque durante sus primeros dos años planteó algunas ideas para atender a los habitantes de calle, dio un primer paso para diseñar una estrategia efectiva con la presentación del censo de esta población, que no se hacía desde 2011. Esto dio más luces a la Alcaldía para consolidar un plan que se diferencie de los de sus antecesores. 

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Los habitantes de calle no se acabarán. El consumo de droga, tampoco. Por eso, las organizaciones que han acompañado a esta población piden que la problemática se aborde desde otras perspectivas, pues el gran problema, más allá de las drogas, es cómo deben ser los centros de atención a habitantes de calle y que ellos acepten voluntariamente alojarse en esos lugares.

“El imaginario de la gente es que los habitantes de calle no quieren ir a los centros de atención, pero la única mirada es que no lo hacen porque son ‘loquitos’ debido a la droga. Por eso el consumo es la excusa perfecta para disolver cualquier discusión, porque es algo prohibido y es un pecado”, manifiesta Alberto López de Mesa, exhabitante del Bronx y quien también sirvió de guía en el recorrido por el canal de la calle sexta.

Según los resultados del censo, hay un 17,8 %, de los 9.538 habitantes de calle de la ciudad, que no conocen los programas del Distrito. También hay un 32,3 % que, aunque los conocen, no los usan. La razón principal, según el informe, para que no asistan a alguno de los 15 centros de acogida, es porque no les gusta lo que pasa allí.

En palabras de alguien que vive en el canal de la calle sexta, “allá nos meten en talleres con un educador y esos centros no solucionan ninguno de nuestros problemas. Además, dicen muchas mentiras para llevar a la gente. ¿Para qué dicen que nos van a dar zapatos, útiles de aseo o que ayudarán con un trabajo? A mí no me dieron zapatos y por eso me salí. Sí me dieron un champú y un cepillo dental, pero no utilizo eso, sólo jabón. Eso sí, los procesos de desintoxicación funcionan, estuve en uno y me sirvió”.

Para fray Gabriel, los centros de acogida no están diseñados para las circunstancias de vida de muchos habitantes de calle, aunque reconoce que en esos lugares han renacido muchos de quienes han entrado. Y lo explica así porque cree que estos lugares deben ser replanteados: “Muchos de ellos quieren vivir con sus costales, sus mascotas y las ‘propiedades’ que llevan a todas partes. Lo primero que encuentran en esos sitios es un montón de prohibiciones de mascotas, drogas, compañeros sentimentales y comienzan a separar las familias que viven dentro de las calles. Con esa cantidad de prohibiciones, muchos dicen que no se sienten libres y en confianza. Apropiarse de la calle es un derecho y no hay espacios donde la sociedad los pueda admitir dentro de su propia cultura”.

Por eso, uno de los llamados que hacen las ONG, agrupadas en la Red de Trabajo de Habitabilidad en Calle, es que se decrete una emergencia humanitaria, para así acondicionar un lugar donde se puedan concentrar los habitantes de calle y las organizaciones sociales.

La solicitud la hacen porque aseguran que el Distrito no logrará convencerlos de ir a los centros de atención y porque creen que no alcanzan a albergar a la totalidad de esta población. Según cifras de la Secretaría de Integración Social, hay 2.781 cupos en los 15 centros del Distrito, una cifra muy inferior a la cantidad de callejeros que reveló el censo y mucho más baja que las 13.000 personas que según la Red de Trabajo habitan las calles. 

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Otra de las peticiones de las organizaciones es que para la formulación del Plan de Ordenamiento Territorial se dé una discusión sobre esta población. Su objetivo es que se les pueda otorgar un territorio controlado para ellos, en el que dejen de estar a merced de las redes de narcotráfico. “El habitante de calle tiene una manera de ocupar el espacio y la ciudad no quiere concebir un lugar para ellos. Ellos tratan de conquistar territorios, pero el Estado los corrió de cada lugar, hasta que los llevó al lugar más ignominioso que puede haber: un caño”, dice López de Mesa.

El Distrito, por su parte, celebra que en la intervención de esta semana lograron convencer a 152 personas, que permanecían en el canal, de acogerse a los servicios. De ese total, 43 fueron remitidos a centros del Idiprón, por ser menores de 18 años, y los restantes los dividieron en los centros dispuestos por el Distrito.

La secretaria de Integración Social, Cristina Vélez, resaltó el trabajo realizado por los “Ángeles Azules”, funcionarios de la entidad cuya tarea es convencer a los habitantes de calle para que se acerquen a los centros, y aseguró que más allá de declarar una emergencia humanitaria, la importancia radica en el trabajo que se haga con esa población.

“Muchas personas piden que se declare una emergencia humanitaria o alertas tempranas, pero lo importante es cómo se actúa y no que se declare. No hemos parado de estar pendientes con los ‘Ángeles Azules’, pero tenemos operativos intersectoriales que involucran a los habitantes de Veraguas”, dice Vélez, quien agrega que su estrategia será insistirles a quienes no están convencidos de la labor del Distrito, hasta que eventualmente acepten ir a los centros de acogida, que serán ampliados a 20 -uno de ellos con capacidad para mascotas-, para así ponerse al día con la infraestructura para esta población.

Por Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar

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