La fiesta que se negó a morir

La iglesia de este lugar es el epicentro de la tradicional celebración, que por primera vez en 95 años se realizará durante tres días.

El Espectador
09 de enero de 2010 - 09:00 p. m.

El año exacto aún es incierto. Algunos sitúan la primera construcción, apenas una pequeña ermita, en 1556. Otros prefieren citar el año de 1656 como la fecha en la que la iglesia del barrio Egipto fue levantada. Enclavada en lo que antes eran los extramuros de una incipiente ciudad, la pequeña ermita (hoy en día un osario) era casi una ofrenda a los cerros orientales, por aquellos días aún propiedad de la naturaleza y no de las constructoras.

El barrio fue, desde los primeros tiempos, uno de los epicentros de la vida capitalina, que se caracterizó desde el principio por ser obediente de las reglas de la Iglesia católica. Bogotá era una ciudad no de ciudadanos, sino de beatos: en 1853 había 26.649 habitantes y, mínimo, 30 iglesias. París, con un millón de habitantes tenía 50 templos para la época. La iglesia de Egipto jugó un papel importante en la vida religiosa de la ciudad, tanto así que en algunos de los primeros mapas que se realizaron, ya figuraba allá en la lejanía de la montaña.

Para 1882, la iglesia adquirió su aspecto actual, con una ampliación que la dotó de dos naves laterales y una principal, con campanario y reloj, proveniente de la madre de todos los templos, la Catedral de la Plaza de Bolívar. En esos días, la plazoleta al frente de la iglesia aún no había sido construida, aunque por las fotografías se puede inferir que el espacio debió ser más generoso, terreno cedido a la Avenida Circunvalar, que hoy pasa justo enfrente del templo, en la carrera cuarta este con calle décima. En 1914, la iglesia fue sometida a otra serie de restauraciones, en las que se le adicionaron pinturas y otras cosas.

“Que yo sepa, somos la tradición bogotana con más antigüedad: 95 años consecutivos”. Rafael Gerardo Rojas Ríos, párroco de Egipto, se refiere a la celebración de la Epifanía de Dios, el nombre teológico para la Fiesta de Reyes, una actividad que durante casi un siglo se ha ganado un lugar en el calendario de los habitantes del barrio.

Si bien la ocasión también es festejada en otros lugares de la ciudad, como el barrio San Fernando, Egipto es el epicentro tradicional de la fiesta, que en un domingo cualquiera puede congregar hasta tres mil personas que trepan por la falda del cerro para ver la representación de la llegada de los tres reyes magos al nacimiento de Jesús. Después de esto, se realiza la respectiva misa y luego otra serie de actividades que, en otros tiempos, antes de que entrara en efecto el Código de Policía, incluían una suerte de carnaval, en donde la chicha y otros alcoholes nunca hicieron falta; el barrio fue el hogar durante los años cuarenta del mayor contrabandista de aguardiente de la ciudad, “Papá Fidel”.

Aparte de la celebración religiosa, la fiesta hace las veces de muestra gastronómica típica, en la que la lechona y la fritanga brillan en el papel protagónico. También es un escenario para que grupos musicales hagan su debut o retornen, luego de haber sido alabados en la versión anterior. “Este año, a pedido de la misma comunidad, la fiesta se realiza durante tres días; comenzó ayer sábado a las 4:00 p.m. y concluirá mañana lunes festivo a las 7:00 p.m. con un espectáculo de juegos pirotécnicos, luego de la presentación de varias orquestas”. El padre Rojas, 47 años, ocho de sacerdote, cuatro en la parroquia, habla con entusiasmo de la celebración, que a través de los años ha cambiado de público, así como el barrio ha mudado de residentes.

Cuando Bogotá era apenas una idea de ciudad, el barrio era un lugar habitado por gente exclusiva en una urbe donde todos se creían tal. Con el pasar de los años, la población del lugar fue cambiando a medida que la exclusividad orientó su brújula hacia el norte y el centro se tornó más en un sabroso vividero para estratos más populares o renegados del sistema que eligieron vivir ahí tan sólo porque les dijeron que “mejor no, mijo”. A través de sus transformaciones, la Fiesta de Reyes fue una de las cosas que siguieron sucediendo con regular terquedad, en contra de la moda o las movidas del mercado inmobiliario.

Por El Espectador

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