La Mesa: 10 años esperando calmar su sed

Este mes se abrió la licitación para definir los constructores de la quinta fase de su acueducto. Paralelo a ello, se adelantan estudios para ampliar en 2021 la capacidad de suministro de agua en este municipio en 100 %.

Yorley Ruiz M / yorley.ruizm@gmail.com
19 de marzo de 2018 - 09:00 p. m.
Planta de tratamiento del acueducto regional del Tequendama, ubicado en La Mesa. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Planta de tratamiento del acueducto regional del Tequendama, ubicado en La Mesa. / Gustavo Torrijos - El Espectador

Vivir sin agua es un drama. Y eso lo saben bien los habitantes del municipio de La Mesa (Cundinamarca), que llevan 10 años esperando a que terminen el acueducto que necesitan para calmar definitivamente su sed. Sin embargo, la corrupción y la lentitud en los trámites administrativos han llevado a que este sueño siga sin concretarse.

La ilusión, minada año tras año por las promesas rotas, vuelve a encenderse gracias al último anuncio: este mes se abrió la licitación para adjudicar los trabajos que faltan. La noticia está respaldada en un convenio firmado en septiembre pasado por el Ministerio de Vivienda, la Financiera para el Desarrollo Territorial (Findeter) y las Empresas Públicas de Cundinamarca, con el que aseguraron recursos por $29.000 millones.

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Findeter se encargará del proceso de selección y espera adjudicarlo en julio. El nuevo contratista empezaría trabajos en el segundo semestre del año y, si se cumple el cronograma, todo estaría listo a medios de 2019. Sin embargo, pese a que las obras mejorarían la prestación del servicio, no será la solución definitiva: apenas garantizarán el 60 % del suministro. Para tener agua las 24 horas, faltan más contratos, obras y convenios. Por eso, la desconfianza y las dudas persisten entre la población.

Y no es para menos: para los habitantes de La Mesa, abrir la llave y no ver salir ni una gota, sigue siendo cotidiano. El suministro está a cargo de la empresa Aguas del Tequendama, que trata el caudal de la quebrada La Honda y fija un cronograma para distribuirla. Cada familia tiene agua seis horas, dos veces a la semana. Cuando no alcanza por falta de presión, envía carrotanques. “A mi casa llega los miércoles y los sábados, de 6:00 a 12:00 a.m. Debemos aprovechar para lavar ropa, hacer aseo y llenar los tanques”, dice Eleuterio Mendivelso.

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Por eso se debe aprovechar cada gota. Cuando se les acaba el agua, no les queda más opción que comprar botellones. “A causa del cambio climático no sabemos cuándo es invierno o verano. Si hace mucho sol, el suministro disminuye a una vez por semana. Y si la sequía supera los 20 días, nos toca esperar hasta 15 días. Cuando llueve mucho, también hay líos: las tuberías tienden a romperse. Y si la situación es muy crítica, toca contratar carrotanques, que por viaje cobran $400 mil. Es todo un negocio del agua”, agrega Mendivelso.

Los únicos que parecen vivir en otra región son los que están en zona rural. Por ejemplo, en la vereda Anatolí, los habitantes tienen su propio suministro de agua, que canalizan desde nacimientos naturales cercanos. “Cada vereda tiene su acueducto rural y trata sus propios tanques y bocatomas. Esto es legal, porque tenemos todos los papeles al día. Nosotros somos 360 usuarios y tenemos buena agua. Lamentablemente no podemos compartirla con el resto del municipio, porque no alcanza”, advierte Argelino Méndez, un caficultor del municipio.

El drama que viven los habitantes de esta población, ubicada 54 km al suroeste de Bogotá, tienen repercusiones económicas, pues afecta el turismo, una de sus principales fuentes de ingresos. Lo paradójico es que la sed la viven a orillas de los ríos Bogotá y Apulo, sin poder aprovechar el agua de estos afluentes debido a sus altos niveles de contaminación. Y aunque un fallo del Consejo de Estado, en 2014, ordenó a 35 entidades trabajar en la descontaminación del río Bogotá, el proceso va lento.

El plan

Ante este panorama, la alternativa siempre ha sido comprarle agua a Bogotá. Y lo harán con las obras que comenzarían en el segundo semestre de este año. El convenio contempla que una vez esté lista la última fase del acueducto, el suministro desde la capital se hará a través del mismo tubo que surte a los municipios de Funza, Mosquera y Madrid. “Como estos municipios consumen casi toda el agua en el día, el suministro a La Mesa se hará entre las 11:00 p.m. y las 5:00 a.m., horarios en los que la gente no consume tanta agua. La almacenaremos en tanques y se distribuirá en el día. Con esto se mejorará en un 60 % su situación actual”, señaló Víctor Hernán Garzón, ingeniero de las Empresas Públicas de Cundinamarca, quien ha seguido de cerca los estudios del proyecto.

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El convenio entre el Minvivienda, Findeter y la Gobernación tendrá una vigencia de cuatro, años en los cuales no solo se construirá toda la tubería y se garantizará el líquido bajo esas condiciones, sino que se hará un estudio para tratar de ampliar la red matriz que conecta a Bogotá con Madrid. La meta es mejorar la capacidad de conducción y garantizar el servicio en La Mesa y Anapoima hasta 2047. “Estamos haciendo un esfuerzo paralelo para que estos municipios tengan agua las 24 horas. El departamento destinó $2.617 millones para estos estudios y la meta es que para el 2021 esté hecha la ampliación de la red matriz, con lo que el suministro del agua será al 100 %”, agregó Garzón.

Temores de la comunidad

El plan parece claro, pero ya son muchas desilusiones y los habitantes reciben todos los anuncios con desconfianza. Creen, por ejemplo, que una vez se acabe el reciente convenio, el suministro del agua se acabará y la inversión podría perderse. “Este convenio dice que nos van a dar el agua hasta el 2021, pues bien, vamos a tener agua dos años y de ahí ¿qué vamos a hacer con ese tubo?”, señala uno de los habitantes.

Por otro lado, está el temor de cuánto les costará el servicio una vez se habilite. “Yo creo que más adelante el municipio se verá golpeado por un desplazamiento económico forzado, pues no nos han dicho cuánto costará este servicio y algunos de nosotros no podríamos pagar un recibo que hoy está en $60.000 y que pase, por ejemplo, a los $200.000”, agregó el vecino.

Y es evidente que los costos no serán los mismos. No sólo por lo que le tengan que pagar a Bogotá, sino porque el agua se tendrá que someter a tratamiento una vez llegue al municipio. El ingeniero Garzón explicó que, debido al recorrido tan largo que tendrá que hacer el líquido, será indispensable aplicarle de nuevo cloro para garantizar su potabilidad. “Por eso, en la planta de tratamiento del acueducto Tequendama se construirá unos tanques de recloración, que tendrá algunos costos asociados, que finalmente los determinará el operador”.

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Frente a las dudas de los ciudadanos, la alcaldesa de La Mesa, Mercedes Rodríguez, señaló que es imposible decir ahora cuánto costará el servicio. “Es imposible calcular la tarifa que se pagará mensualmente por el servicio, ya que esta se ajusta a los costos operacionales de la distribución. En este momento el acueducto está haciendo ajustes administrativos para definir cuánto tendrán que pagar los habitantes”.

El viacrucis por el transporte del agua  

El primer intento por construir un acueducto surgió en 2006, con la firma de un convenio por $48.000 millones que prometía transportar el agua desde la sabana de Bogotá, vía Mosquera-Madrid hasta Anapoima y La Mesa, que contempló un tramo de 53 km, que se construiría en cuatro fases, para lo que se realizaron cuatro contratos diferentes. “Un error garrafal en este proyecto fue que en un inicio no se partió de algo esencial o primordial, que era firmar con el Acueducto de Bogotá un contrato que respaldara el suministro de agua”, recordó el presidente del Concejo de La Mesa, Cristian Coviendas.

Pero eso no fue todo, a pesar de que el agua que correría por esas tuberías no estaba garantizada, la corrupción carcomió la sedienta esperanza: de los cuatro contratos solo uno se cumplió, el de La Mesa a Anapoima –el más corto–, que es el que utiliza actualmente el acueducto regional que trata el caudal de la quebrada La Honda. Los hermanos Nule estuvieron involucrados en el detrimento patrimonial de $39.500 millones.

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Un segundo intento
A pesar de la evidente parálisis, para el 2015 la Gobernación de Cundinamarca planteó reformular el proyecto y traer el agua desde Bojacá, a partir de la creación de cinco pozos. Esta obra tenía un costo de $22.000 millones, de los cuales $15.000 millones los aportaría la Nación y $7.000 millones el departamento. Para ese entonces se tenía previsto que la obra duraría al menos 12 meses y que el acueducto comenzaría a funcionar en 2016.

Pero el error de la primera etapa se cumplió de nuevo: esta vez la comunidad de ese municipio se negó a compartir su propia fuente hídrica, pues ellos, como La Mesa, también sufren racionamiento de agua.

Por ahora, mientras las autoridades territoriales siguen con los anuncios y aseguran que esta vez es cierto que los habitantes del municipio mejorarán su acceso al vital líquido y a partir de 2021 las cosas serán diferentes, son más las preguntas que la confianza de los habitantes. Solo cuando se empiecen a ver las obras y se acabe el racionamiento en la población, podrán decir que La Mesa ya no tendrá sed.

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Por Yorley Ruiz M / yorley.ruizm@gmail.com

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