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La otra cara del desplazamiento de los embera en Bogotá

Un nuevo grupo de indígenas de Chocó y Risaralda llegó al parque Tercer Milenio a la espera de ayudas del Gobierno. Si bien algunos se asentaron allí, porque los sacaron de viviendas en arriendo, otros recién llegan a la ciudad. El dilema ahora es la atención.

Mónica Rivera Rueda
17 de marzo de 2021 - 02:00 a. m.
Los indígenas llegaron al parque Tercer Milenio el domingo pasado.
Los indígenas llegaron al parque Tercer Milenio el domingo pasado.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

La historia se repite. Un grupo de indígenas emberas llegaron al parque Tercer Milenio, en el centro de Bogotá, en busca de ayudas del Gobierno. No son los mismos que lograron un acuerdo con el Distrito el año pasado. Se trata de, por lo menos, 40 familias que han llegado a la capital en los últimos tres meses huyendo del conflicto en el suroccidente del país.

Mónica y su esposo salieron de Santa Cecilia, en Risaralda, con sus cuatro hijos, tres de los cuales tienen menos de cinco años. Se demoraron tres días, entre caminatas y buses, para llegar a Bogotá, cada uno con una maleta al hombro. Ahora duermen bajo un plástico negro, sobre cartones que han encontrado en el camino y comiendo de lo poco que han podido recoger entre los emberas que desde el domingo pasado están en la capital.

Las condiciones son mínimas. Ubicaron las carpas sobre una de las rejas del parque, que da a la avenida Caracas, y han ido poniendo cosas adentro para esquivar el frío. Comen de lo que la gente les ha llevado en los últimos días y algunos van hasta un chorro que encontraron en el barrio 20 de Julio para conseguir agua. Mientras haya sol, llevan a los niños más grandes al parque. El resto se queda en los cambuches, donde hace acompañamiento la Personería y la Secretaría de Gobierno.

“Hasta ahora no hemos concertado con las entidades. Hemos sufrido con los niños por las lluvias de las noches. Somos desplazados del conflicto armado y lo que buscamos es que nos resuelvan esta situación con un arriendo, mientras se pueda dar el retorno”, dice Mariano, uno de los líderes indígenas que arribó de Bagadó (Chocó), luego de que asesinaran a su tío en el resguardo indígena y que diferentes hechos lo obligaran a huir para proteger a sus cinco niños.

Los que más tiempo llevan en la ciudad han recibido ayudas de asistencia humanitaria de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV) o de Alta Consejería para las Víctimas de Bogotá, que consiste en el pago de arriendo y asistencia por tres meses, pero después de ese tiempo los han sacado de las viviendas. Asimismo, hay otros que acaban de llegar, por lo que el Distrito ahora está haciendo la caracterización de los indígenas.

“Primero verificamos que no fueran parte del primer grupo que se asentó en el parque y que han recibido ayudas. Hemos identificado 107 personas, pero esto es solo un corte, porque como es una población dispersa, seguimos revisando qué personas han recibido ayudas de la UARIV o de la Alta Consejería”, dijo Ivonne González, subdirectora de Asuntos Étnicos de la Secretaría de Gobierno.

A la par, entre estas entidades han mantenido diálogos, pues si bien no pueden darles, como ellos piden, una vivienda definitiva, la Unidad de Víctimas sí puede gestionar su retorno, “pero para eso les hemos insistido que haya completa seguridad para el regreso a sus territorios y no una nueva vulneración”, indicó González.

Para el analista Ariel Ávila, aunque el problema no es nuevo, pues es un desplazamiento que ha venido sucediendo por lo menos en los últimos 13 años, sí evidencia el tire y afloje entre el Gobierno Nacional y el Distrito. “El problema explotó el año pasado cuando sacaron a los indígenas de los pagadiarios. Los procesos de retorno son muy lentos y prácticamente nadie pone la plata, porque le dejan la responsabilidad a Bogotá, pero por ley la ciudad no puede financiar este proceso”.

En esto coincide Ómar Oróstegui, director de Futuros Urbanos, quien además alerta que no hay una política pública, nacional ni local con respecto a la articulación en la atención de estos casos, por lo que muchas veces esto retrasa las ayudas. “Bogotá es la que tiene que atender sí o sí, porque el problema se ha desatendido desde los lugares de origen. Antes de llegar a la ciudad pasan por muchos sitios, entonces la pregunta es dónde se activa la protección de derechos, dónde quedan las entidades nacionales como el ICBF o los mismos resguardos, que reciben recursos. Finalmente, por qué se espera a que lleguen a la ciudad”.

Aunque Mariano, el líder de los emberas en el Tercer Milenio, asegura que de los más recientes desplazamientos los indígenas están dispersos por Medellín, Pereira y el Valle, para Ávila la razón de que los emberas lleguen hasta la capital es que son poblaciones muy cerradas, que a diferencia de otras como los nasas o los kankuamos no tienen delegados en otras partes y llegan a Bogotá en busca de entidades como la ONIC. Oróstegui cree que también se debe a la facilidad de accesos a ayudas y servicios que ofrece la ciudad, por lo que no se descarta que el desplazamiento interno tanto de indígenas como de afros continúe en la ciudad.

Por ello, la Secretaría de Gobierno, Integración Social y la Alta Consejería para las Víctimas tiene lista una carta que enviará al Ministerio del Interior pidiendo una reunión de alto nivel para tomar medidas en el asunto y definir responsabilidades, pues así como la ciudad debe seguir garantizando la asistencia básica, el Gobierno Nacional debe tomar parte y prever cualquier situación, pues el Tercer Milenio no debe convertirse en la atención primaria de los más vulnerables que llegan a la capital.

Mónica Rivera Rueda

Por Mónica Rivera Rueda

Periodista de planeación, hábitat, salud y educación. Estudiante de la maestría de análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos.@Yomonrivermrivera@elespectador.com

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