Las campesinas que se empoderaron en Guatavita (Cundinamarca)

Hace 19 años, mujeres de la vereda Carbonera, de este municipio cundinamarqués, conformaron la Asociación de Mujeres Emprendedoras, un proyecto lechero con el que buscan nuevas oportunidades y, de paso, resaltar su labor en el campo.

Mónica Rivera / @Yomonriver
08 de marzo de 2019 - 03:00 a. m.
María Elvira Rodríguez, Patricia Rodríguez y Ana del Carmen. Fotos: Sabias montañeras
María Elvira Rodríguez, Patricia Rodríguez y Ana del Carmen. Fotos: Sabias montañeras

Un grupo de 25 mujeres campesinas lideran desde hace 19 años una asociación lechera, en la que ellas son las protagonistas. Con la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guatavita (AMEG), más allá de buscar nuevas oportunidades de sustento en el campo (donde cada vez es más difícil conseguir trabajo), han logrado enaltecer su labor como trabajadoras de la tierra y como madres y abuelas que, de paso, han tenido que hacerse cargo de su hogar.

Todo comenzó en un pequeño rancho, en medio de un cultivo de la vereda Carbonera Alta, de Guatavita. Allí, 13 mujeres, entre las que había amas de casa y cabezas de hogar, decidieron agruparse para conformar una asociación con dos bases de fondo: la comercialización de leche y el trabajo por resaltar su región.

La idea era simple. Como mujeres campesinas, desde pequeñas les enseñaron a ser amas de casa y, por consiguiente, que su labor se limitaba a lo que hicieran en el hogar. Pero ellas pensaban diferente y sabían que querían que su labor fuera reconocida. Por eso buscaron un eje en común: el procesamiento de la leche. Lo siguiente fue pensar en los productos que querían empezar a vender.

“Hace veinte años nos dedicábamos a ayudar a nuestros esposos en la ganadería y en la agricultura, pero no teníamos remuneración por eso. Una de las principales razones que nos motivó a crear la organización fue mejorar nuestra calidad de vida”, asegura Patricia Rodríguez, líder de AMEG.

Su historia

Las fundadoras se reunían periódicamente para definir labores y comenzaron a trabajar. El primer año arrendaron una casa para procesar la leche, al principio de manera muy artesanal. Luego, con esfuerzo, lograron comprar sus primeras maquinarias y con ello, de a poco, aumentaron la producción de yogur, arequipe y queso.

Pero no todo fue tan fácil. A pesar de que la mayoría recibió el apoyo de su familia para emprender el negocio, se presentaron casos en los que las mujeres tuvieron que abandonar el proyecto. “A unas las ayudaron muchísimo, pero a otras no. Al comienzo, no sé si a eso se le llama machismo, pero hubo tres casos en los que los señores no aceptaron que ellas le dedicaran tanto tiempo a la asociación. Tuvieron tantas presiones, que al final decidieron abandonarla”, manifiesta Rodríguez.

Pese a esto, el grupo continuó y buscaron ayudas. Recibieron un curso de biotécnica en el SENA y se capacitaron en tratamiento de alimentos y otros aspectos fundamentales, para consolidar la empresa. Asimismo, por su propia voluntad, se formaron en temas relacionados como la contabilidad y la producción de otros productos derivados de la leche, para aumentar su producción y así comercializar en otros municipios.

Crecimiento

El trabajo dio frutos y pudieron comprar un predio donde construyeron su propia empresa desde cero. De acuerdo con Rodríguez, cuando hubo ganancias compraron el lote y los materiales de construcción. “La Alcaldía nos ayudó con algunas cosas y nuestros esposos trabajaron para levantar la casa. Con dedicación hemos logrado utilidades, con las que en los últimos años hemos comprado nuevas maquinarias, para dejar el procesamiento artesanal de la leche”.

Con los años también se han unido más mujeres. Hoy son 25 campesinas, de las veredas Carbonera Alta, Carbonera Baja y Chaleche, que trabajan por la asociación. La materia prima para sus productos se la proveen con su propio ganado y en caso de necesitar más leche para cubrir la demanda, les compran a otras agremiaciones de la región.

Comenzaron vendiendo sus quesos y yogures entre veredas; luego se expandieron a municipios cercanos, como Guasca y Sesquilé, y avanzaron abriendo un punto de venta cerca de la laguna de Tominé. Es así como en los últimos años han logrado conseguir clientes que les hacen pedidos desde Bogotá. “Con mucho trabajo hemos logrado mantenernos por casi veinte años. Claramente no ha sido algo que hemos hecho solas, sino juntas y con el apoyo de nuestras familias”, recalca Rodríguez

Su éxito ha llamado la atención tanto de la Alcaldía del municipio como de la Gobernación de Cundinamarca, que en los últimos años les han ofrecido incentivos y las han ayudado en formación. Además, les han dado la oportunidad de cultivar otros saberes, pues aparte de recibir clases de manualidades, marroquinería, aeróbicos y hasta música, con sus productos, también promocionan artesanías que, según Rodríguez, hacen “las señoras más viejitas, que ya no pueden acompañarnos en la empresa, pero que siguen vinculadas y activas”.

Recientemente ellas hicieron parte de un proyecto, promovido por la Fundación Arts Collegium, en convenio con el Ministerio de Cultura y Conservación Internacional Colombia, en el que durante seis meses hicieron una reflexión social sobre la importancia de lo que han logrado como mujeres. La idea es recopilar en detalle sus historias de vida.

A modo de homenaje, sus fotografías fueron expuestas en el casco urbano de Guatavita y en otros municipios, tanto de Cundinamarca como de Boyacá, en los que se ha reconocido su labor. Si bien saben que son una de las organizaciones más estables de la región, también reconocen que su trabajo debe continuar.

Al igual que hace 19 años, la dinámica para muchas de ellas se mantiene. Cada mañana, deben levantarse antes de que salga el sol para atender sus deberes matutinos como madres y abuelas en el hogar. Luego se alistan para ir a trabajar en la empresa en la que han logrado no solo establecer una fuente de recursos propia, sino, de acuerdo con ellas, generar cerca de cien empleos.

Al mirar su trayectoria, aseguran que no solo están cumpliendo las dos metas que se propusieron al comenzar, sino que también han demostrado el tesón del que están hechas como mujeres campesinas.

Por Mónica Rivera / @Yomonriver

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