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Los pecados y reparos de los ciclistas capitalinos

El uso de la bicicleta crece en Bogotá y la “nueva normalidad” plantea condiciones para que se siga acelerando. En medio de problemas como infraestructura e inseguridad vial y personal, los ciclistas también hacen un “mea culpa” sobre sus pecados más comunes.

08 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.
Mejorar las condiciones de la infraestructura es una de las peticiones de los ciclistas, para no tener que compartir la vía con los carros.
Mejorar las condiciones de la infraestructura es una de las peticiones de los ciclistas, para no tener que compartir la vía con los carros.
Foto: JOSE VARGAS ESGUERRA

La bicicleta se proyecta como el medio de transporte del futuro. En caso de ser así, en unos años Bogotá estará un paso adelante de otras grandes ciudades, gracias a los esfuerzos que viene haciendo hace dos décadas para mejorar las condiciones de los ciclistas. La adecuación de carriles exclusivos es quizá la estrategia bandera de la capital, que tiene 635 kilómetros de ciclorrutas. Pero esto es apenas un paso para que, como se viene diciendo hace años, la capital se convierta en ejemplo mundial.

Para serlo, la capital tiene pendiente que las autoridades de movilidad cumplan varios compromisos y que los demás actores viales entiendan que, más que de una bicicleta, se trata de una vida. Pero no solo eso, también que los ciclistas hagan autocrítica y asuman que la prioridad que se les ha dado no es un cheque en blanco para incumplir las reglas de tránsito.

Por eso existe un cara a cara en este asunto: los ciclistas saben que son, junto a los peatones, los actores más vulnerables en la pirámide de movilidad. Pero también reconocen que no son santos y que sus imprudencias derivan en conflictos y accidentes. Según la Secretaría de Movilidad, en promedio al día se presentan seis siniestros viales que involucran a ciclistas. Y solo entre enero y septiembre de 2020 han fallecido cuarenta biciusuarios por choques o hurtos.

¿Qué se debe mejorar?

Desde hace unos años se viene consolidando la labor de varios colectivos en pro de la bicicleta. Algunos trabajan en sus localidades, otros con mujeres, otros con niños o por un gusto en común. Hablamos con los líderes, quienes explican las principales dificultades que afrontan y mencionan las conductas que deben mejorar todos los actores viales, para mitigar la confrontación en las vías.

Las principales conclusiones son que, pese a los esfuerzos del Distrito por mejorar la infraestructura, es necesario que las acciones vayan más allá de lo físico y se trabaje en la seguridad en estos espacios. Asimismo, que se ataque con severidad el mercado negro y la reventa de bicicletas robadas, que sustenta a las bandas criminales y que, según las cifras, se viene fortaleciendo este año.

Y, reconociendo sus desaciertos, coinciden en que se debe trabajar en una pedagogía más fuerte para que los biciusuarios entiendan que las normas son necesarias para todos. Uno de los primeros llamados que hicieron los ciclistas es que los actores viales tengan presente que la bicicleta no es un juguete ni un pasatiempo, sino un medio de transporte más.

En palabras de Fran Vera, vocera del colectivo Damas de la Bici, “darnos más espacio está visto como quitarles lugar a los carros, pero el espacio de la ciudad es para los ciudadanos, no para las máquinas. Esa redistribución es saldar una deuda de la capital para quienes no tenemos carro”.

Fabián Munar, líder del colectivo Súbase a la Bici, la complementa al opinar que los principales reclamos no son para el Distrito, sino para la ciudadanía que no ve en la bicicleta un medio de transporte. “Es un debate sesgado, porque solo se está haciendo una redistribución de vías. Históricamente repartieron migajas a los ciclistas y hoy el Distrito hace un trabajo increíble para dignificar la bicicleta”.

Aunque los avances más importantes de cada administración han sido en infraestructura, el llamado es a que esos esfuerzos apunten a tener una verdadera red de ciclorrutas, pues coinciden en que hoy solo hay tramos desconectados. “Llamarlo red de bicicarriles es abuso del término”, dice Juan David García, profesor de ingeniería en la U. Nacional y miembro de Voto Bici (colectivo político).

Como ingeniero, García explica que una red es cuando uno parte de un punto y se comunica con otro. “Cuando uno sale en carro, sabe que puede llegar a cualquier calle de la ciudad. En bicicleta no. El lío es que la red que presentan tiene sitios donde solo hay líneas pintadas, no hay señalización o riñen con los andenes y vías”.

Otro aspecto son los hurtos. Según la Secretaría de Seguridad, entre enero y octubre de este año se presentaron 8.023 denuncias por hurto de bicicletas, mientras que el año pasado fueron 5.900. Ángela Sánchez, vocera del colectivo Curvas en Bici, que instruye a mujeres en conocimientos básicos sobre la bici, opina que hay que apostarle a la pedagogía y el acompañamiento en puntos críticos de hurto. “Hay zonas de difícil iluminación y para las mujeres son una pesadilla. Si no nos matan por robarnos, nos apuñalan o intentan abusar”.

Tan grave es este aspecto que muchos optan por cambiar su ruta para evitar zonas de alto peligro. García dice que es indispensable “tener un mapa mental y saber por dónde se puede meter uno. Hay que cambiar el comportamiento para disminuir los peligros, pero depende de cada persona”.

Acto de contrición

Estas y otras dificultades para subirse a la bici han sido ampliamente documentadas. Sin embargo, el otro lado de la moneda y del que poco se habla son los desaciertos de algunos ciclistas, que bien se pueden dividir en dos grupos. En un lado están los biciusuarios más novatos, que no tienen claras las reglas de juego. En el otro están los que se creen tan expertos que consideran que las normas de tránsito no aplican para ellos. Quizás el mejor y más recordado ejemplo fue aquel ciclista que dijo “gustarle la adrenalina” como excusa para burlar un semáforo en rojo.

De eso es consciente Lucía Suárez, del colectivo Parche Rodante, quien asegura que si bien hay imprudencia de lado y lado, los ciclistas “deben entender que las normas son para todos” y empezar a usar los implementos de seguridad. “Es clave que tengan esas normas claras. Por ley sí nos corresponde un carril, pero si hay ciclorrutas tenemos que usarlas, porque al ir por la calle se corre gran peligro. Somos nuestro propio chasis y cualquier irrespeto en la vía es una imprudencia gigante”.

Coincide en eso Munar, quien fue claro en decir que aprender que la bici es un vehículo también va en que los ciclistas tengan que comportarse según el Código de Tránsito. “Los semáforos aplican para los ciclistas. Los elementos reflectivos, la luz roja atrás y la luz blanca adelante son obligatorias en horas de la noche y la madrugada”.

Otros pecados en los que coincide los voceros de los colectivos son que a veces se replica el comportamiento de irrespeto al actor más vulnerable: el peatón. Aunque en ese punto el pretexto es que es una consecuencia de poner las ciclorrutas en los andenes. “Es quitarle espacio al peatón y poner a competir a ambos actores viales. Son grandes conflictos de diseño”. Por último está una queja muy común entre los otros actores viales: el exceder los límites de velocidad.

El protagonismo que de a poco adquiere el ciclista se seguirá vigilando y el tema será de nunca acabar hasta que todos tengan claras las normas para compartir las vías. Esa conversación, concluye García, se debe dar en torno a que “el comportamiento en las vías vaya en pro de proteger a los demás”, sin importar el actor vial.

Por Felipe García Altamar

Bogotano. Periodista de Uninpahu. Vinculado a El Espectador desde 2014. fgarcia@elespectador.com

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