Los recicladores bogotanos que renacen de las cenizas

Las llamas consumieron sus casas, en el centro oriente de Bogotá. Hoy los afectados no solo reconstruyen, sino que resisten para que no los despojen del terreno, que sería espacio público.

Diego Ojeda / @diegoojeda95
08 de diciembre de 2019 - 09:00 p. m.
El incendio ocurrió  el pasado 20 de noviembre. No se sabe a ciencia cierta qué lo provocó. / Mauricio Alvarado - El Espectador
El incendio ocurrió el pasado 20 de noviembre. No se sabe a ciencia cierta qué lo provocó. / Mauricio Alvarado - El Espectador

“Recuerdo que ese día estaba ayudando al uno y al otro. La gente me miraba y preguntaba: ‘¿Pero de dónde saca tantas fuerzas si usted también lo perdió todo?’. No lo sé, pero en ese momento por mi mente se repetía la frase: ‘De estas cenizas te levantaré’”, comenta Milena Cuervo, una de las más de 120 personas afectadas por el incendio que, el pasado 20 de noviembre, arrasó con las viviendas de una comunidad de recicladores, en el barrio San Martín, centro oriente de Bogotá, en la localidad de Santa Fe.

El lugar quedó como un campo de guerra. Las llamas volvieron leña las cabeceras de las camas. De los colchones solo quedaron los resortes. Lo que antes eran neveras y estufas quedaron convertidas en amorfas latas negras. Solo bastaron unas horas de la mañana de aquel miércoles para que el fuego lo consumiera todo. La madera con la que estaban construidas las viviendas se encargó, en efecto dominó, de propagar la conflagración.

Lamentablemente este suceso también provocó la muerte de una niña de cuatro años, que quedó atrapada entre las llamas. Sin embargo, según el comandante del Cuerpo de Bomberos, Fidel Medina, la cosa pudo haber sido peor, pues del lugar se sacaron numerosas pipetas de gas, que pusieron en riesgo la vida de los socorristas que atendieron la operación, la de la comunidad de recicladores y la de los pacientes del centro hospitalario y niños del jardín infantil, que compartían muros con la zona afectada.

Hacia las 11:00 de la mañana los bomberos lograron controlar las llamas. A las personas se les prohibió reingresar al lugar, pues en el terreno aún se conservaban algunos focos calientes y las tres viviendas que quedaron de pie tenían riesgo de colapso. Para salvaguardar la integridad de la comunidad se designó un equipo de tres policías que custodiaran la entrada.

>>> Vea: Familias bogotanas afectadas por un incendio buscan levantarse de las cenizas

Esa tarde llegaron agentes del Distrito para atender a las personas. Entre ellos, un inspector de la Policía, quien pidió que se organizaran por representantes familiares, para entregar ayudas como recursos para pagar algunos meses de arriendo, camas, colchones y cobijas. No obstante la comunidad rechazó el ofrecimiento: ¿por qué?

A los ojos de la prensa en general, el problema de fondo de aquel día fue la significativa conflagración. Sin embargo, como lo dijo el inspector de la Policía, “esto es crónica de una muerte anunciada”, pues desde hace años el Distrito ha intentado desalojar a esta población, pues asegura que el predio es espacio público y que las viviendas allí constituidas no reúnen las condiciones para ser habitadas.

En contraposición, la comunidad de recicladores alega que el predio les pertenece por derecho de posesión, pues llevan habitando ese lugar más de cincuenta años. Por esta razón decidieron rechazar las ayudas del Distrito, pues temen que al irse pierdan del todo sus viviendas.

Como pudieron improvisaron un cambuche para pasar la primera noche en frente del conjunto residencial. Una estufa y una pipeta de gas, donadas por algunos vecinos, les sirvieron para calentar los tintos de los adultos y el tetero de los bebés. Algunos durmieron en carpas y otros sentados en sillas. Todos protegidos por un plástico que pusieron para librarse de la lluvia.

El 21 de noviembre comenzó la jornada del paro nacional, situación que, según lo explicado por el alcalde de la localidad, Gustavo Niño, requirió que el cuerpo de Policía designado para prestar guardia en el lugar saliera a atender los desmanes que se presentaron. La comunidad aprovechó para ingresar de nuevo al lugar.

Desde entonces trabajan en labores de limpieza. En diálogo con El Espectador, fue evidente el impacto que les generó ver cómo quedaron reducidas sus viviendas. “Alcancé a ver una camiseta de mi hijo. Parecía haber quedado intacta, pero cuando la alcé, me quedé solamente con la parte que rodea el cuello. El resto eran cenizas”, dijo uno de los afectados.

Estamos abiertos a la negociación, pero con propuestas que sean satisfactorias. No es justo que nos dejen en la calle, sin nada”, dijo José Saavedra, uno de los habitantes de más vieja data en la comunidad de recicladores. Él asegura que el Distrito se equivoca al pensar que son unos ignorantes, que desconocen las normas. “Para ellos somos unos burros y la verdad es que no. Puede que no hayamos estudiado, pero tenemos un título de la ‘universidad de la calle’, institución que no acredita a cualquiera”.

“Si nos toca volver a construir con madera y plástico, lo hacemos. De nada nos sirven sus camas y cubrelechos, si a cambio tenemos que dar una firma para que se queden con lo que nos pertenece. Por colchones no nos preocupamos, de esos encontramos todos los días en el reciclaje. Buscamos una solución que sea acorde con los $5.000 millones que vale este espacio. No les estamos pidiendo más”, agrega.

Niño, por su parte asegura que sus funciones solo se limitan a lo administrativo y que la autoridad correspondiente para señalar si estas personas tienen o no el derecho de posesión es el juez que lleva el caso. Por lo pronto, asegura que dicho terreno fue entregado por un privado al Distrito como sesión hace algunos años, especialmente al Departamento Administrativo de la Defensa del Espacio Público (Dadep), el cual ya tiene el Registro Único del Patrimonio Inmobiliario distrital (RUPI), que son los códigos de bien fiscal y de espacio público.

En suma, si el juez determina que el predio le corresponde al Distrito, dicho terreno solo podrá ser utilizado para fines públicos, como la construcción de un parque, una plaza o un edificio del Estado. Mientras se resuelve este limbo legal, estas personas han tomado la decisión de, conjuntamente, reedificar lo que las llamas les quitaron. Por lo pronto se defienden con las ayudas humanitarias que les han ido llegando por amigos del gremio, habitantes del barrio La Perseverancia y personas que han querido ser solidarias.

De estas cenizas te levantaré”, pareciera ser la promesa que hoy se hace realidad con cada puntilla clavada y cada tablón transportado. La resiliencia, de la que hablan los psicólogos, ejemplificada en pelear por lo que consideran suyo y levantarse después de tan duro golpe para comenzar de nuevo, a todas luces está representada en esta comunidad.

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Por Diego Ojeda / @diegoojeda95

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