Los desafíos que vienen con los nuevos buses a gas en Bogotá

La construcción de sitios de tanqueo y las reservas del combustible en el país fueron algunas dudas en la renovación de buses. Empresarios dicen que ambos temas están bajo control y resaltan el impacto ambiental, aunque expertos creen que hay que seguir pensando en otras fuentes de energía.

Redacción Bogotá - Bogota@elespectador.com
11 de febrero de 2020 - 03:00 a. m.
En julio llegarán los últimos 130 buses de TM a gas de la primera fase. En agosto, empezarán a llegar los nuevos buses del SITP. / Transmilenio
En julio llegarán los últimos 130 buses de TM a gas de la primera fase. En agosto, empezarán a llegar los nuevos buses del SITP. / Transmilenio

Los contratos firmados el año pasado, para renovar los buses de Transmilenio (TM) y del SITP, fueron objeto de una rigurosa veeduría. Surgieron debates entre expertos, activistas y políticos, que apuntaban a la necesidad de dar un salto a buses impulsados por energías limpias: a gas, en principio, y eléctricos, a mediano plazo. Todo con una discusión de fondo, que resaltaba temores como las estaciones de tanqueo y el suministro del combustible. Al final, se impusieron los buses a gas y serán la base del transporte en los próximos quince años. Los responsables de la implementación dicen que los desafíos están bajo control, aunque reconocen que hay temas por mejorar.

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El proceso de modernización a gas más adelantado es el de los articulados de TM, pues de los 741 que se adquirieron ya hay 351 en servicio y en julio se esperan 130 más al Portal de las Américas. Para surtirlos el sistema ya tiene seis estaciones de tanqueo, ubicadas en los patios del Portal Norte (dos), Calle 80 (una), Usme (una), Américas (una) y Suba (una), en las que se invirtieron US$14 millones. Ahora el turno será para el SITP, que en agosto pondrá a rodar 556 buses azules, de los 701 que llegarán a Suba y a Usme. Para estos se instalarán en principio tres estaciones de abastecimiento, que estarán en Usme (operará en octubre de 2020), Suba (enero de 2021) y Bosa (marzo de 2021), en las que invertirán US$7 millones.

Funcionarios de Vanti (antes Gas Natural Fenosa), dicen que por ahora no hay problemas con el abastecimiento e, incluso, que la infraestructura de TM tiene sobrecapacidad del 42 % frente a lo que se requiere actualmente. Resaltan, además, que las estaciones para el SITP tendrán nuevos sistemas de compresión, que permitirán tanquear en seis minutos, algo que se toma cerca de diez. René Perea, vicepresidente técnico de Vanti, agregó que “serán estaciones de última tecnología, con niveles de ruido por debajo de lo que exige la norma y suministro eléctrico de respaldo por si se va la luz”. 

Otra de las dudas alrededor de la renovación fue el pronunciamiento de las autoridades en energía sobre la autosuficiencia de gas en el país y las evidencias de que las reservas alcanzan máximo para diez años, algo inquietante si se tiene en cuenta que los contratos de transporte público se firmaron a plazos de trece a quince años. Frente a esto, Perea asegura que lo tienen contemplado y que la solución está en nuevos yacimientos o en importar gas. “Estamos explorando nuevos yacimientos en la costa Caribe y alternativas como gas no convencional. Aunque somos optimistas, si no es exitoso, importaremos gas. Para ello hay una planta en el Caribe y se construirá otra en el Pacífico”.

Se dio un salto ambiental

Los primeros buses de TM a gas empezaron a llegar en julio de 2019. En estos siete meses, el tema ambiental ha tenido un impacto notable para el sistema, aunque poco incida en la calidad del aire de la ciudad. El aporte de TM a las emisiones contaminantes es menor frente al transporte de carga y las industrias. Según Orlando Cabrales, presidente de la Asociación Colombiana de Gas Natural (Naturgás), con los nuevos buses se redujo tanto el material particulado que llega a la atmósfera como los contaminantes que respiran los usuarios de los buses. “La razón por la que el gas clasifica como un combustible limpio es porque la contaminación es producto del material particulado fino y el gas representa una reducción de más del 99 % de ese material”.

El soporte para tal afirmación es un estudio que hizo la U. de los Andes, en el que comparó el comportamiento de los contaminantes en un bus diésel y en uno de gas. El informe indica que en los 351 articulados a gas el material particulado bajó en más del 50 % respecto a los viejos buses, algo que impacta directamente en la calidad del aire que respiran los pasajeros.

Así lo ratifica el doctor Luis Jorge Hernández, coordinador del Grupo de Investigación en Salud Pública de la universidad, quien aseguró que el gas natural es una opción que protege la salud pública, pero cree que no hay que dejar de pensar en energías más limpias. “Todas las  fuentes de energía contaminan. El gas es menos contaminante que el diésel y la electricidad menos contaminante que el gas, que es buena alternativa, pero a mediano y largo plazo hay que pensar en energía eléctrica, solar y eólica”.

El proceso de recambio de los antiguos buses de transporte público continuará con los articulados de TM que faltan por llegar y los buses del SITP que debe comprar esta administración. Ahora el reto es tener cada vez más estaciones de carga y que la ciudad incorpore las energías limpias dentro de sus políticas publicas, para futuras renovaciones de flotas. Asimismo, para impactar de verdad en la calidad del aire, se debe buscar que el transporte de carga se suba también al bus y tenga una renovación efectiva con alguna de las alternativas de nuevos combustibles.

Por Redacción Bogotá - Bogota@elespectador.com

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