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¿Qué nos enseñan ‘Los Pascuales’?

Ariel Ávila *
17 de enero de 2013 - 07:59 p. m.

Durante los últimos días se ha desarrollado un debate sobre el significado que tiene para Bogotá un caso como el ocurrido con la banda de ‘Los Pascuales’, hace apenas unos días. El presidente Juan Manuel Santos habló de “crimen organizado”, el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, general Luis Martínez, utilizó el concepto “medellinizar”, aunque minutos después se retractó de dicha expresión.

Lo cierto es que los cinco asesinatos ocurridos hace más de una semana en un restaurante del sector del Codito, en el extremo norte de la localidad de Usaquén, sorprendieron a Bogotá; más cuando, sólo horas antes, se había hablado de una reducción de los indicadores de conflictividad y en general de los delitos de alto impacto en la capital. La tasa de homicidio se situó en 16,9 por 100.000 habitantes, una reducción de cuatro puntos en comparación con el año anterior. Sin embargo, aunque el homicidio se redujo, algunos tipos de homicidio no lo han hecho, si bien siguen teniendo una participación baja en el total de homicidios de la ciudad. Por ejemplo, el homicidio por encargo o sicariato tuvo un aumento de casi 20 casos en 2012 con respecto a 2011, y economías ilegales, como el narcomenudeo y el contrabando de licor, parecen no dar tregua en la capital colombiana.

El Plan Nacional de Vigilancia por Cuadrantes funciona muy bien para el caso del homicidio derivado de problemas de convivencia, como riñas entre vecinos o aquel producido por problemas de consumo de alcohol. Sin embargo, el derivado del crimen organizado, como la disputa de economías ilegales y la puja entre organizaciones criminales, no ha disminuido. Un ejemplo de esta situación fue lo ocurrido con la estructura de ‘Los Pascuales’.

Si bien el origen de esta organización criminal data de hace 26 años, la historia que terminó con el asesinato de cinco personas habría comenzado en 2009. En ese momento, Bogotá tuvo un pequeño incremento en su tasa de homicidio, producto, en parte, de una disputa que se dio entre algunas organizaciones criminales por el control del microtráfico en varias zonas de la ciudad, entre ellas las localidades de Suba y Usaquén. En algunos sectores de estas localidades operan ‘Los Pascuales’.

En los barrios Santa Cecilia Alta y Baja, en la localidad de Usaquén, se presentó un conflicto entre 2011 y 2012 por límites territoriales entre pandillas (‘Los Tarazonas’ y ‘Los Guazicas’, en el primero, y ‘Los Hojarascas’ y ‘Los Pascuales’, en el segundo). Si bien hacia finales de 2012 el conflicto tendió a disminuir, con la salida de la cárcel de algunos miembros de estas estructuras se reactivó. El conflicto se centra principalmente en el mercado del narcomenudeo, la extorsión de menor cuantía y el hurto en general. En el sector de Barrancas, en Usaquén, se ubican ‘Los Baracaldos’, grupo que al parecer tiene un enfrentamiento con ‘Los Pascuales’, que pugnan por extender su territorio y el control de los negocios ilícitos que explotan.

Pero no se trata solamente de la influencia y el control sobre los mercados ilegales en los barrios mencionados, sino que sus acciones afectan a sectores de estratos altos, como Santa Bárbara, la Plazoleta de Usaquén —bares y restaurantes— y Cedritos, donde las bandas se dedican al atraco y al hurto callejero o en establecimientos y residencias. En algunos de estos hechos se utilizan armas largas que circulan sin control en el sector de Santa Cecilia y que distribuyen, venden y canjean ‘Los Pascuales’ y ‘Los Tarazonas’.

En toda esta zona se recogió información que da cuenta de la existencia de por lo menos 68 pandillas, de las aproximadamente 1.320 que tiene Bogotá. Lo preocupante de esta situación es que es una tendencia que va en alza. Algunas de estas pandillas trabajan para grupos como ‘Los Pascuales’ o ‘Los Tarazonas’.

Se podría decir en general que las estructuras del crimen organizado no se proponen actualmente empresas ambiciosas, como controlar una ciudad o entrar en grandes disputas armadas con otras estructuras. Por el contrario, parece ser que prefieren un control indirecto, por medio de la “subcontratación criminal”, es decir, es posible que una estructura organizada contrate a pequeñas pandillas u organizaciones de la delincuencia común y juvenil para que trabajen para ellos, y así logran un grado de control indirecto. La otra vía podría resumirse en que la violencia es cada vez más selectiva y se utiliza en casos extremos; antes de cometer un homicidio, estas organizaciones prefieren amenazar, hostigar e incluso denunciar a su enemigo, ya que un alza en los homicidios atraería la atención de las autoridades.

Las pandillas no son necesariamente un fenómeno ilegal o criminal, pero allí donde se combinan situaciones de pobreza y falta de oportunidades, falta de densidad institucional y una oferta criminal importante, la situación está dada para que estas organizaciones incursionen en actividades ilegales. El fenómeno del pandillismo se presenta con mayor intensidad en Verbenal Oriental y Occidental, San Cristóbal Oriental y Santa Bárbara.

Son reiteradas las denuncias de los habitantes de los barrios ubicados en partes altas de los Cerros Orientales, entre otros Santa Cecilia, Cerro Norte y Arauquita, en los que vienen en aumento la violencia y las amenazas que ejercen las diferentes pandillas que allí operan. Sus integrantes, en su gran mayoría menores de entre 10 y 15 años, portan en algunos casos armas de fuego y blancas y son asiduos consumidores de drogas alucinógenas. Idéntica situación se ha registrado en la parte alta de El Codito, en el barrio Villa Nidia. La comunidad convive con la creciente inseguridad que recorre la zona.

Se logró establecer que en el sector de El Mirador opera el grupo de ‘Los Porras’, quienes libran un enfrentamiento con ‘Los Santandereanos’, aunque se sabe que el grupo que controla esta amplia zona son ‘Los Pascuales’, que tienen inicialmente su centro de operaciones en el barrio Santa Cecilia Alta, sector de Villa Nidia, aunque ahora es de público conocimiento que se han trasladado a un nuevo sector en el barrio Horizontes. Debido a esto, en esta zona se viene acrecentando la presencia de pandillas que controlan todas las vías de acceso al barrio y cobran extorsiones. Esta expansión de ‘Los Pascuales’ es la que está causando las retaliaciones y es la posible razón de los cinco homicidios presentados hace unos días. Sus principales rivales son ‘Los Tarazonas’, histórico grupo de idénticas características a sus rivales .

En otros sectores es evidente la presencia de otras pandillas dedicadas al atraco y al microtráfico, como ‘Los Chiquis’ y ‘Cinco Pesos’, que operan en el barrio Horizonte, sector del Verbenal; ‘Los Mahecha’ y ‘Los Paisas’, del sector de San Andresito; ‘Los del Codito’, en El Codito Segundo Sector; ‘Los Indios’, localizados en el barrio Arauquita I, sector de Villa Nidia; ‘El Paisa’, en el sector de Barrancas; ‘Los MR’, ubicados en el sector de Verbenal, y ‘Los Cachos, de inmediaciones de San Antonio.

En otras zonas, aunque la formación de grupos es incipiente, cada vez se consolidan más. Los barrios de los cerros nororientales son el ejemplo, como sucede en Serrezuela, Mirador, Buenavista, Horizonte, Estrellita, Codito, La Cita, Cerro Norte, La Perla y Delicias del Carmen. Igualmente, en la parte baja de la localidad se presenta el mismo fenómeno, como en los barrios Canaima, Verbenal, San Cristóbal y Barrancas.

En estos sectores se ubican otras pandillas emergentes, no menos peligrosas y que azotan a la comunidad con la inseguridad que generan: ‘Pequeños Angelitos’, ‘Candelazo’, ‘Los de la 24’, ‘Los Choches’, ‘Nuevos Candelazos’, ‘Los Cuajados’ y ‘Los Carramanes’. Por su parte, en el territorio de Santa Bárbara, la presencia de pandillas ha originado que las familias prefieran mantener a sus hijos en sus viviendas, así estas no cuenten con buen espacio para la realización de juegos y otras actividades.

¿Cómo podemos clasificar a estas organizaciones criminales? ‘Los Pascuales’ se encuentran en el punto medio entre una banda criminal y una pequeña banda delincuencial. No son una bacrim, pero se relacionan con éstas para adquirir la droga que luego venden en las calles; no tiene una presencia territorial consolidada con patrullajes y estructura uniformada, pero tampoco la necesitan ya que controlan las economías ilegales y a algunas pandillas en un territorio. Con eso les basta.

 

 

* Experto en seguridad e investigador de la Corporación Nuevo Arco Iris.

Por Ariel Ávila *

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