Opinión: Paremos de parir un periodismo xenófobo

Cifras que aumentan las distancias, discursos sexistas, culpabilizar a las mujeres, usar las estadísticas sin contexto, generar miles de comentarios xenofóbicos, aporofóbicos, que poco contribuyen a la garantía de los derechos de las personas que migran forzosamente y que buscan refugio o asilo, no propone, por el contrario: destruye.

Ximena Norato *
14 de junio de 2019 - 09:14 p. m.
Opinión: Paremos de parir un periodismo xenófobo

La columna de Claudia Palacios “Paren de Parir” no ha sido el único ejemplo que considere xenofóbico. Titulares sobre violencia, estigmatizando a nuestros vecinos como "infidelidad por culpa de las mujeres venezolanas" o "recursos para proteger a los niños migrantes" han sido igualmente desafortunados en su enfoque o desenfoque. Solo que entre más grande es mi medio y mi nombre, más responsabilidad social tengo por las consecuencias de lo que diga.

Varias consideraciones para justificar lo anterior: miremos cómo las estadísticas deben ser contextualizadas y analizadas, para no hacer tanto daño. En 2018, según DANE, nacieron 637.699 bebés en Colombia. El 0,2%, equivalente a 1.768 bebés, era hijo de una venezolana; en 2017 fueron 1.086. Habría que mirar por qué la diferencia entre cifras DANE - Migración Colombia (citada en la columna). Pero supongamos que, como afirma la periodista, nacieron en dos años 20 mil bebés hijos de madres venezolanas. Esto representa 1,5% de los nacidos vivos en Colombia en el mismo periodo. ¿En serio es una catástrofe económica y social?

Según el Dane, el 68,8% de todos los bebés que nacieron su madre tiene máximo bachillerato completo. De estos bebés, 5.362 (0,8%) son hijos de una niña que tenía entre 10 y 14 años, o sea, fue víctima de una violación. Una conclusión, también ligera, es que 70 de cada 100 bebés colombianos llega al mundo en condiciones que le van a dificultar la garantía integral de sus derechos. ¿Amerita esto control a la natalidad?

O este control es pedido para las venezolanas. Pero hacer control de la natalidad no es planificación familiar, no es garantizar ni promover derechos, es controlarlos. Inmiscuirse en la natalidad, interviniendo en las mujeres. Por ejemplo: hacer esterilizaciones obligatorias. Y cuidado, que ya tenemos suficiente de control de derechos en este país.

Garantizar los derechos sexuales y reproductivos debería ser la demanda principal: garantizar que cada mujer traiga hijos al mundo, porque lo desea, que su decisión sea libre, informada y consentida, entre muchos otros, con seguridad mejoraría algunas cifras (colombianas). Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, 52 de cada 100 embarazos en Colombia no fueron planeados. Ello no quiere decir que sus mamás son una manga de desocupadas, irresponsables, máquinas paridoras de hijos y que deberíamos esterilizarlas.

No está bien traer hijos al mundo esperando subsidios, pero desconocer todo lo que subyace a la maternidad de las personas que juzgamos, que no tienen las competencias parentales ni las capacidades económicas para su adecuada crianza, no promueve reflexiones en derecho ni soluciones, pero sí comentarios xenofóbicos, sentimientos de rechazo y sobre todo excluyentes por razones de género.

A pesar de que la columna dice que los bebés son hijos de ‘padres’ venezolanos, nunca se enfoca en el papel de quien muchas veces actúa solo como el donante de la semilla y desaparece… ¿No será que algunos son hijos de hombres colombianos? ¿De esos que se aprovechan del hambre, del amor de sus madres hacia sus hijos y que les cambian sexo por comida? ¿De aquellos que culpan a las mujeres venezolanas de su propia infidelidad? ¿De verdad es culpa de las mujeres?

Es necesario examinar los tratados de derechos humanos, los pronunciamientos de la Corte, el Código de la Infancia y de la Adolescencia, para que nuestro enfoque en derechos demande acciones en el mismo sentido y no genere violencia. Colombia quiere transitar hacia la construcción de la paz y eso también se logra dejando de hacer periodismo para la guerra.

* Directora Agencia Pandi (Periodismo Aliado de la Niñez)

Por Ximena Norato *

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