Publicidad

Presos en la cárcel Modelo encuentran en las artesanías su recuperación social

Más de 200 internos están en talleres donde crean diferentes objetos en madera, bolsos, artesanías, entre otros, y luego son vendidos por la marca Libera.

Carlos Meneses Sánchez / EFE
23 de octubre de 2015 - 12:23 p. m.
Presos en la cárcel Modelo encuentran en las artesanías su recuperación social

En la cárcel Modelo de Bogotá unos cuatrocientos presos sin condena se olvidan temporalmente de su situación y buscan su recuperación social por medio del trabajo artesanal en madera, hilo y cuero, mientras esperan una sentencia.

Para llegar al relajado sector de talleres, compuesto por un patio con una zona ajardinada en el centro y varias naves a los costados, hay que atravesar cuatro de los patios, de ambiente cargado, de la Modelo de Bogotá, la que en el pasado fue considerada una de las cárceles más peligrosas del mundo.

Con una masa carcelaria de 5.000 internos, solo unos cuatrocientos tienen la posibilidad de acudir de lunes a viernes, de ocho de la mañana a dos de la tarde, para fabricar bolsos de cuero, zapatos, objetos de madera con la bandera de Colombia, pulseras y hasta cuadros de los Simpson con spray, entre otras piezas.

"Cada uno tiene un tipo de trabajo y se les adapta a su formación", explica a Efe el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), César Hernández, responsable de los talleres.

Para participar en los talleres y poder así "esparcir su mente", los presos tienen que haber pasado 90 días dentro de la cárcel, someterse a una entrevista y tener un grado de escolaridad.

El problema es que la mayoría de los presos "son sindicados", es decir, que "el juez no les ha dado su pena" definitiva, están en prisión de manera provisional, sin condena, por lo que cabe la posibilidad de que sean declarados inocentes, apunta Hernández.

"La parte judicial es un poquito pesada, un poquito lenta y hay casos de sindicados de hasta cuatro o cinco años", reconoce.

En esa situación se encuentra Roberto González (nombre ficticio), de 47 años, quien va a cumplir cuatro años recluido y ni siquiera sabe en qué estado se encuentra su causa ni la fecha para un dictamen definitivo que esclarezca su futuro.

Este preso, oriundo del departamento del Huila (sur), cuyo oficio era pintor de carrocería, pasó de la tristeza y la "angustia" que le producían los muros de la Modelo a la "tranquilidad" de los talleres, apunta a Efe emocionado.

"Comencé a apuntarme a cursos del SENA y he hecho como unos cinco o seis. Hice uno de emprendimiento, bisutería, marroquinería (...) Esto hace que la gente sea honesta en el trabajo y esté aprendiendo algo para mañana", señala González, que en estos momentos está haciendo anillos con acrílicos de colores.

Con anillos, pero hechos con centavos fuera de circulación y monedas de 100 y 200 pesos colombianos, trabaja José Henao (nombre ficticio), que próximamente cumplirá dos años en prisión.

Él también espera una sentencia y hasta que llegue ese día seguirá creando, con el apoyo de cuatro reclusos más, los ocho o diez anillos que elabora cada semana.

Su "trabajo" no solo le ayuda a reducir tiempo de una hipotética pena, ya que cada día descuenta ocho horas diarias o está "ocho horas más cerca de salir", como apostilla Henao, sino que además le permite "estar activo, ocupado y sentirse útil".

¿Y qué sucede con esas artesanías?. El Inpec creó hace unos años la marca Libera, a través de la cual todos los trabajos son vendidos en ferias de Colombia o donadas a las familias de los internos para que las vendan y obtengan unos ingresos.

Libera tiene su propia tienda, "Casa de libertad", ubicada en el centro de Bogotá, cuyas ventas van directas a la cartilla de los presos, aunque se descuenta una mínima parte para el pago de los materiales utilizados, explica Hernández.

Mientras Henao martillea la moneda con la que hará un nuevo anillo de unos 20.000 pesos (cerca de siete dólares), Miguel Suárez (nombre ficticio), confinado desde hace 18 meses, supervisa en la bodega 3 el buen uso de las máquinas de mampostería.

Suárez, que era dueño de una ferretería en un pueblo del departamento de Cundinamarca, ha ascendido hasta convertirse en monitor del taller maderero, donde los internos se esmeran en construir, con herramientas muy básicas, casas para perros, cucos, mesas de cedro y tocados, entre otros objetos.

"La gente del patio está muy estresada", pero "uno llega acá y ve otra realidad, uno se olvida de ese mundo", subraya Suárez, quien nunca había trabajado con madera, pero enseña con enorme satisfacción el marco de flores que acaba de rematar y con el que espera apoyar económicamente a su familia.

Por Carlos Meneses Sánchez / EFE

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar