Regreso en vilo: así viven los viajeros varados en El Dorado

Tras el cierre de fronteras de Argentina, Brasil, Chile y Venezuela, muchos no han podido salir del aeropuerto de Bogotá. Esta es la historia de un argentino que lucha por volver a casa.

Hárold Cortés
27 de marzo de 2020 - 03:00 a. m.
Nathaly Triana
Nathaly Triana

“Viajaba con mi pareja por Latinoamérica. Nuestra última parada era Medellín, para conocer un hermoso pueblo llamado Jardín. Tras unas semanas allí, decidimos que era tiempo de regresar, no por la pandemia, sino porque era hora de volver con nuestras familias. El plan era ir por tierra hasta Lima (Perú), donde los tiquetes a Argentina son más baratos. Viajamos hasta la frontera con Ecuador, pero al llegar a ese país nos dijeron que no podíamos pasar, por el coronavirus. Colombia tampoco nos quería de regreso. Permanecimos con nuestras maletas en un puente. Las oficinas de migración de ambos países hablaron unos días y luego decidieron que Colombia se haría cargo. Nuestro vuelo para regresar quedó anulado el 16 de marzo”.

De esta manera, el argentino Carlos Torres, uno de los tantos extranjeros varados en El Dorado, comienza un relato que por momentos se le atasca en la garganta. Respira, pues lo que empezó como el viaje de su vida tomó un rumbo inesperado.

Una vez resuelto el asunto en la frontera , la pareja viajó hacia el aeropuerto internacional más cercano: el Alfonso Bonilla Aragón, de Cali. Compró un tiquete aéreo para el 20 de marzo. La ruta era sencilla: volarían hasta Chile y luego a Buenos Aires. Querían evitar a toda costa el caos que se habría de desatar en toda Latinoamérica, por cuenta de la pandemia mundial.

Vea también: Varados en El Dorado: el drama de los que no han podido regresar a casa

“Ese día llegamos al aeropuerto, eran como las 10:00 a.m. y estábamos a punto de hacer el ingreso, cuando un funcionario nos dijo que los argentinos no podían viajar a Chile desde Cali, solo podían salir vuelos a ese país desde Bogotá”, dice Torres, intentando ordenar en su memoria un discurso que jamás preparó. Preocupado, volvió con su pareja al hotel donde se hospedaban. Decidieron viajar a Bogotá dos días después, el domingo 22 de marzo, seguros de que aquel era el único lugar en donde podían recibir respuesta.

Durante ese tiempo enviaron correos a la Embajada de su país explicando su situación. “La Embajada argentina nos respondió los tres primeros días y nada más”, suspira. El gobierno de Argentina empezó a cerrar las fronteras terrestres y aéreas el 16 de marzo, y los aeropuertos de países como Chile, Brasil, Ecuador y Venezuela estaban cancelando el ingreso de extranjeros. Carlos pasaba horas conectado a las redes sociales buscando vuelos disponibles. Seguía las noticias de su país en busca de una respuesta. “Y entonces, vimos que las aerolíneas habían convertido todo en un remate de vuelos. Una de ellas, como a la una de la tarde del domingo (22 de marzo), estaba vendiendo vuelos a $2’600.000, directo a Argentina. Después, a las ocho de la noche, ¡me enteré de que el mismo vuelo estaba en $11’700.000! El que lo pagaba, volaba, el que no, se quedaba”.

“Sentimos alivio, pensamos: por fin vamos a irnos a casa. Y cuando estábamos registrando el ingreso, entregamos la tarjeta de crédito, pero la persona que vendía los vuelos nos dijo que no había fondos suficientes para los dos pasajes, solo alcanzaba para uno. Le pedimos que nos hicieran un descuento, pero no había nada qué hacer”, respira.

Sus ojos dejan escapar algunas lágrimas. Tiene la espalda curvada, por el cansancio, sus prominentes pómulos le subrayan las ojeras y la barba le oculta la delgadez del rostro. “Quisimos retirar efectivo de un cajero, pero no había tiempo: en treinta minutos despegaba el avión. Al final, decidí que ella regresaría a casa y yo me quedaría en Bogotá, varado”.

Durante los minutos siguientes, Carlos trató de “no perder la cabeza”, decirle a su pareja que él iba a estar bien. “Nos intercambiamos las cosas personales de cada uno. Ella estaba destruida, me dijo que no se quería ir, y yo le dije: ‘No hay vuelta atrás. Te vas a casa. Nos tocó así’. Sentí un vacío enorme, fue como recibir una puñalada. La abracé y nos despedimos”.

La estadía de Carlos en el aeropuerto no ha sido la misma desde que su compañera se fue. En el día, cuando no está buscando noticias sobre su país, se la pasa dialogando con otros extranjeros, que viven su misma situación. En la noche, intenta despertar de su pesadilla.

Según información estimada del cónsul de Chile y de los representantes de la comunidad de argentinos, en El Dorado están varados 109 argentinos, 45 chilenos, ocho venezolanos, dos uruguayos y otros ciudadanos provenientes de Europa. Lo que más aqueja a los extranjeros es que, entre ellos, hay dos mujeres embarazadas, adultos mayores de 65 años con problemas de salud y doce niños, entre los tres meses y los trece años.

A pesar de los esfuerzos que realizan a diario para que sus gobiernos los devuelvan a casa, como publicar videos en redes sociales, enviar cartas a las embajadas y aprovechar cada segundo que les dan los medios de comunicación para contar su historia, el panorama todavía es oscuro. “Mi familia me dice que sea fuerte, que no es momento de debilitarnos, que sigamos insistiendo con los videos, contando nuestra historia. Yo les digo que estoy bien, tranquilo”, pero miente y señala con su mano a un grupo de ciudadanos argentinos.

La noche cae sobre el aeropuerto. El frío empieza a meterse por los pasillos. Hoy (24 de marzo), el aeropuerto les brinda una cena: un jugo de caja y un sándwich, normalmente donado por los restaurantes que tienen locales en la terminal de transporte aéreo. “Acá en el aeropuerto se pone fría toda la noche. Ayer los del aeropuerto nos regalaron una manta para abrigarnos. Estamos muy agradecidos con ellos; pero acá uno está estresado, no puede dormir”. Y agrega: “No sé cuándo voy a volver, no sé qué va a pasar ahora. Nos metieron a todos en la misma bolsa y estamos perjudicados por igual. Acá han hablado con las aerolíneas y ellas están dispuestas a ceder para que nos lleven a todos, pero Argentina es la que no quiere ceder en este momento”, dice con voz taciturna.

Sobre la decisión de su gobierno de cerrar las fronteras, Torres comenta que la respeta, pero no se explica cómo él y otros extranjeros siguen sin recibir una respuesta sobre su situación. Mientras tanto, este hombre, de hablar pausado, busca el sustento diario con sus amigos y por sus propios medios. No se rinde. Avanza. Sabe que su viaje no ha terminado. Espera reunirse con su familia y con su pareja próximamente. “Yo lo único que quiero es llegar a mi casa y ya, hacer lo que estaba haciendo antes de que pasara todo esto”. Suspira y se queda en silencio.

Las medidas que adoptó El Dorado

El aeropuerto ha implementado diferentes medidas para hacer seguro el tránsito de los extranjeros que tienen vuelos cancelados, por el cierre de fronteras en países como Argentina, Chile y Venezuela, por cuenta de la pandemia del COVID-19. Desde el 21 de marzo, los pasajeros internacionales recibieron alimentos y bebidas de restaurantes aliados a la terminal de transporte aérea, en distintas horas del día.

Opaín, la empresa encargada de administrar de la terminal aérea, aseguró que se dispuso de zonas de descanso en las áreas públicas y salas de espera del terminal, que cuentan con cerca de 240 camas portátiles, las cuales son desinfectadas cada cinco horas. Todos los pasajeros que desean ingresar a la zona de descanso son revisados por personal de la Cruz Roja Colombiana, quienes toman la temperatura de los viajeros y les hacen una entrevista sobre sintomatología para asegurarse de que ninguno tenga riesgo de contagio.

Según datos de Migración Colombia, en el país hay cerca de cien mil extranjeros, quienes estarían próximos a vencérseles el tiempo de permanencia otorgado y quedarían en condición irregulares, lo que podría agravar su situación durante la cuarentena decretada por el Gobierno Nacional.

Por Hárold Cortés

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