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La reconocida revista británica The Economist publicó un artículo que habla de la gestión del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. Lo tilda de arrogante y señala que su carácter ha distanciado a los antiguos aliados de la izquierda con la ciudadanía.
En la publicación, titulada ‘Un montón de basura’, se califica al burgomaestre capitalino como un cazador de peleas y como uno de los alcaldes más impopulares de América Latina.
El texto asegura que uno de las medidas más negativas para Bogotá fue el anuncio de dejar en manos públicas la recolección de basuras, medida que fue reversada tres días después, pues fue necesario que las empresas privadas retomaran el servicio debido a que la capital estaba inundada de desechos.
“Su mayor error ha consistido en la recolección de basura. En septiembre anunció que no renovaría los contratos privados de este servicio cuando expiró en diciembre, pero cuando llegó el momento de los camiones compactadores que había contratado estaban atrapados, y en su lugar se utilizaron camiones mal equipados para el trabajo. Durante tres días las montañas de basura se alineaban en las calles”, dice The Economist.
La prestigiosa revista también habla de otras medidas como la prohibición de corridas de toros, la disminución de homicidios, el mínimo vital de agua y la reducción de las tarifas de Transmilenio.
Indica que el mandatario de los bogotanos terminó su primer periodo de gobierno con el 68% de desaprobación.
“El alcalde provocó otra lucha por la prohibición de las corridas de toros, un pasatiempo favorito de la sociedad bogotano alta. Aunque la Plaza de Toros de Bogotá es de titularidad municipal, una sentencia judicial dijo que no tenía poder para detener las corridas. Sin embargo, una pista de hielo ahora ocupa la Plaza”, dice la revista.
“La frecuencia arrogante del señor Petro ha alienado a algunos aliados de izquierda y muchos bogotanos ordinarios. Él terminó su primer año de mandato con el 68% de desaprobación y con una incipiente campaña para llamar a un referendo para revocar su mandato”, concluye The Economist.