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Rubiela Chivará esperó siete meses una intervención quirúrgica

Es el nuevo rostro de la indolencia del sistema de salud y de las instituciones del Estado. Tras sufrir por años una enfermedad cardiaca y pese a tener una cirugía autorizada, no recibió la atención necesaria, ni viva ni muerta.

Redacción Bogotá
21 de enero de 2016 - 05:06 a. m.

Rubiela Chivará Bustos es el nuevo rostro de la crisis de la salud. Esta mujer, de 50 años, murió el martes pasado esperando a que le practicaran una cirugía de corazón. A pesar de que era urgente y de que había logrado algo tan difícil como la autorización, finalmente fueron factores tan mínimos como el daño de un ascensor lo que impidió que le practicaran el procedimiento a tiempo. Lo paradójico es que murió el día que fue a preguntar cuándo le iban a realizar el procedimiento que le alargaría la vida.

Rubiela Chivará Bustos es el nuevo rostro de la crisis de la salud. Esta mujer, de 50 años, murió el martes pasado esperando a que le practicaran una cirugía de corazón. A pesar de que era urgente y de que había logrado algo tan difícil como la autorización, finalmente fueron factores absurdos como el daño de un ascensor lo que impidió que le practicaran el procedimiento a tiempo. Lo paradójico es que murió, de un infarto según certificó Medicina Legal, el día que fue a preguntar cuándo le iban a realizar el procedimiento que le alargaría la vida.

La historia comienza en mayo del año pasado, cuando le detectaron un soplo en el corazón y le dijeron que necesitaba la operación. Según Samuel Parra, su yerno, la mujer sufría de problemas de hipertensión hace varios años y en el 2015 le diagnosticaron su problema cardiaco. Ella y su familia iniciaron los trámites para que le hicieran la cirugía cuanto antes. Sin embargo, sus parientes señalan que desde ese momento conseguir la autorización fue un verdadero calvario. “Desde el 15 de mayo hasta el 1º de noviembre todo fue tramitomanía”, aseguró Parra.

La intervención le correspondía a la Clínica Jorge Piñeros Corpas, autorizada por la EPS Cruz Blanca, ambas instituciones pertenecientes al intervenido grupo Saludcoop. Pasaron siete meses hasta que finalmente le programaron la cirugía para el pasado miércoles 6 de enero. Según sus familiares, ese día Rubiela llegó en óptimas condiciones y todo estaba listo para el procedimiento, pero una vez en la camilla, el cardiólogo Mauricio Jiménez le dijo que los ascensores estaban dañados y que no podían trasladarla hasta el quirófano. Por esta razón suspendieron la cirugía, la mandaron para la casa y le dijeron que quedaba reprogramada para el 12 de enero.

Ese martes, Rubiela regresó a la clínica lista para la operación. Sin embargo, su cirugía no estaba en la programación del día y el cardiólogo estaba en una reunión. De nuevo la mandaron para la casa y le dijeron que ese mismo día la llamarían.

Pasó una semana y nadie la llamó. El pasado martes, la mujer pidió permiso en su trabajo para ir hasta la clínica a preguntar qué había ocurrido con su cirugía. Ella tomó Transmilenio en Fontibón y llegó hasta la estación Pepe Sierra (en la calle 114 con Autopista Norte), cruzó el puente peatonal y tomó el ascensor, ya que por su falla cardiaca, usar escaleras le causaba gran fatiga. Cuando salió del ascensor, su corazón no aguantó más y se detuvo. La mujer murió en plena vía. Lo que siguió, lo conoció el país debido a la indignación que causó el que por más de seis horas su cuerpo permaneciera tirado en la calle, hasta que llegó el CTI a realizar el levantamiento.

Rubiela vivía en Bosa El Recreo, desde donde debía desplazarse hasta la calle 116 con Autopista a realizar los trámites para su intervención, ya que no hubo manera de que la atendieran más cerca de su casa. Tuvo que practicarse dos exámenes que la EPS no cubrió, hecho que también le quitó tiempo valioso, pues tuvo que esperar a conseguir el dinero para pagarlos. Sus familiares la describen como una mujer trabajadora, luchadora y entregada a sus dos hijas de 11 y 23 años, a quienes deja en una difícil situación, pues ella era madre cabeza de familia. Su prima Dora Chivará asegura que trabajaba como operaria de una comercializadora de frutas y con mucho esfuerzo logró comprar una casa en la ciudadela El Recreo y sacar adelante los estudios de sus hijas.

A pesar de que todas las críticas apuntan a la EPS y a la clínica, la entidad de salud emitió un comunicado en el que lamentó la muerte de Rubiela y aclaró que “emitió oportunamente las autorizaciones para garantizar la atención en salud y que está en curso la auditoría para establecer las verdaderas razones de las cancelaciones del procedimiento”.

La Superintendencia de Salud anunció que intervendrá a Cruz Blanca y a la clínica Jorge Piñeros Corpas para establecer responsabilidades en este caso. Como si lo ocurrido a Rubiela Chivará fuera poco, funcionarios de la IPS aseguraron que no tiene recursos suficientes para ejercer su trabajo y advirtieron que si las condiciones no mejoran más pacientes podrían morir.

El CTI y el propio fiscal general, Eduardo Montealegre, por su parte, ofrecieron excusas y admitieron la demora en el levantamiento del cadáver. Luis González, director del CTI, aseguró que necesitan recursos para agilizar estos procesos. La familia de Rubiela Chivará advirtió que instaurará acciones legales contra la EPS, la clínica y las instituciones que debían atender el levantamiento del cuerpo.

Por Redacción Bogotá

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