San Cristóbal, un destino por descubrir en Bogotá

Con seis atractivos patrimoniales, culturales y ecológicos, esta localidad espera cautivar a los visitantes con la magia que brota de cada rincón. Hoy, la zona se perfila como una promesa del turismo en la capital.

María Dilia Reyes Torres - mreyes@elespectador.com - @Madinewss
24 de junio de 2019 - 02:00 a. m.
Esta es la Planta Museo Vitelma, que fue diseñada por europeos y dejó de tratar agua en 2003.
Esta es la Planta Museo Vitelma, que fue diseñada por europeos y dejó de tratar agua en 2003.

Recorrer las calles de San Cristóbal y disfrutar de su riqueza es una oportunidad para aprender de historia. Esta zona, habitada desde tiempos precolombinos por comunidades que se asentaron en las orillas del río Fucha, fue declarada localidad en 1991, cuando a Bogotá la denominaron Distrito Especial. Se calcula que hoy tiene casi 400.000 habitantes, siendo una de las más pobladas de la ciudad. Entre sus particularidades está que allí se fundó el primer barrio obrero de la capital, impulsado por los jesuitas; se construyó la planta de tratamiento de agua Vitelma, que alimentó por décadas las casas de los bogotanos, y el primer velódromo de Latinoamérica.

Sin embargo, su valor se fue olvidando poco a poco. Ahora la misión es que propios y extraños se animen a conocer seis destinos que perfilan la localidad como una promesa del turismo: la iglesia del 20 de Julio, el Museo del Vidrio, el velódromo Primero de Mayo, la reserva El Delirio, la Planta Museo Vitelma y el Parque Ecológico Entrenubes. “Tenemos un trabajo articulado con Policía, gestores de convivencia y comunidades para garantizar la seguridad. Queremos cambiar esa imagen triste y lacónica con la que se relaciona a San Cristóbal”, afirmó su alcalde local, Ignacio Gutiérrez.

Iglesia 20 de Julio

Un pequeño Mesías colgado de una lámpara recibe a los visitantes que llegan a la tradicional iglesia del barrio 20 de Julio, quienes jamás encontrarán vacío este espacio de fe. Entre semana se pueden encontrar decenas de feligreses orando o pagando promesas al Niño Jesús de Praga. Sin embargo, los domingos son otra cosa. Se pueden encontrar hasta 10.000 fieles escuchando misa y cantando alabanzas. Este templo, que está rodeado de consultorios odontológicos y tiendas de artículos religiosos, fue fundada por el párroco italiano Juan del Rizzo, cuyos restos reposan allí, en un ataúd negro de mármol. “Esta iglesia es especial, porque el Niño Jesús es milagroso. Entonces las personas vienen, le piden algo y cuando él lo cumple, les dicen a los demás”, manifiesta el sacerdote Carlos Cubillos, vicario parroquial.

Planta Vitelma

Un olor a guardado, como el de una casa que no se abre por años, se siente en la Planta Museo Vitelma, otro atractivo patrimonial que tiene San Cristóbal, donde siempre se escucha el agua caer. Al entrar, la sonrisa del vigilante avisa lo buena que será la visita. Allí hay una casa blanca que parece el convento de La Popa, de Cartagena, pues al entrar sorprende con sus barandas de bronce, equipos antiquísimos, pisos de mármol y el ofrecimiento de tinto que hace una empleada al abrir la puerta. Esa casa, que de lejos luce pequeña, por dentro es inmensa, pues ahí trataban las aguas que llegaban a las casas capitalinas.

“Moriremos y estas máquinas y piezas seguirán”, afirma Pedro Aldana —guía del recorrido— mientras señala algunos artefactos con más ochenta años de existencia. Vitelma próximamente reabrirá sus puertas al público. La están adecuando para recibir a grupos que, se espera, cuiden las reliquias que aún se conservan en este lugar, pues fue la primera planta de tratamiento moderna en el país.

Museo del Vidrio

Maravillas hechas por manos delicadas, hábiles y pacientes son las obras que constituyen el Museo del Vidrio (Mevibo), un sitio extraordinario metido entre las casas de San Cristóbal. Este destino cultural empezó en internet, pues no era más que un museo virtual. No fue sino desde 2014, gracias a un equipo de voluntarios, cuando se trasladó al plano de la realidad. Uno de los espacios más queridos es la Sala Vidrio, pues allí hay esculturas que han sido donadas por la misma comunidad. Además están las salas Eneida, Fuego y Sílice.

“Esta localidad en su esencia es vidriera, ladrillera y cerámica, pues antes aquí había muchas fábricas de estos materiales. Por eso, para nosotros es importante este museo, porque mantiene la memoria histórica”, explica Sandra Solano, subdirectora del Mevibo. Este, que fue el primer museo de su tipo en Colombia, cuenta también con un taller de soplete de vidrio, en el que se hacen múltiples actividades.

Rincones y escenarios para caminar

La reserva El Delirio y el Parque Ecológico Entrenubes son dos pulmones verdes que dan un respiro a los visitantes. En estas zonas naturales se aprecian árboles de los cerros y montes orientales. La Alcaldía organiza caminatas y, por gestión comunitaria, charlas y talleres de educación ambiental. Además, en la reserva El Delirio, donde el río Fucha deja ver un rostro mágico, hay senderos que se imponen por su belleza y flores de colores vivos. El parque goza de un mirador que deslumbra, al mostrar una Bogotá cautivadora.

Por otro lado, entre neblinas y casitas de ladrillos, está el primer velódromo construido en Colombia, en 1951, que adoptó el nombre de Primero de Mayo. Por allí han pasado figuras del ciclismo como Ramón Hoyos, Roberto el Pajarito Buitrago y Humberto Varisco, entre otros. Su pista es amarilla y la complementan otros escenarios para patinar, jugar microfútbol, montar en bicicleta o trotar, siendo un lugar perfecto para ejercitarse.

La sensación que deja el velódromo es la de un espacio colorido, donde se oyen voces tiernas. Se trata de una ludoteca, en la que hay niños corriendo descalzos por suaves tapetes. Ahí pueden entrar menores de cinco años acompañados de adultos. Definitivamente, el Primero de Mayo es el sitio ideal para recrearse y divertirse.

Por María Dilia Reyes Torres - mreyes@elespectador.com - @Madinewss

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