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Seis historias de la Zona Rosa

Detrás del movimiento comercial y los sonidos de la rumba, se esconden cientos de rostros de quienes a diario le dan vida al sector.

Viviana Londoño Calle
16 de septiembre de 2011 - 09:58 p. m.

Para saber quién está detrás del andamiaje y del constante movimiento de la Zona Rosa de Bogotá hay que detenerse, bajar el volumen de la fiesta, pasar los límites de las compras y hablar un poco. Sólo así, cientos de historias van apareciendo cada tanto.

Entre los vericuetos de restaurantes, vitrinas de diseñadores, bares, centros comerciales y vías por las que día y noche transitan no sólo los bogotanos sino viajeros de todos los parajes, se reúnen múltiples personajes con el único interés de mantener y fortalecer un espacio que ya es emblemático para los capitalinos.

Las mismas calles que hasta hace tres décadas eran amplias vías de barrios residenciales como El Chicó, La Cabrera o El Retiro, en las que se conocían los vecinos y eran pocos los visitantes de otros barrios, hoy es un espacio abierto, en el que poco a poco confluyen las dinámicas de la ciudad, gracias a la labor constante de cada uno de sus nuevos moradores.

Este es un recorrido por seis historias que permanecen ocultas en una tarde de compras o en una noche de copas. Este es un ejercicio que pretende ver a esa ciudad cotidiana, que se desdibuja de tanto repetirla por las ventanas del transporte público, para revelarle sus pasados, sus bellezas, y sus anónimos protagonistas..

Cultura y fiesta

Pablo Salazar, encargado de 1/4 de Arte (Cra. 12 Nº 83-61). Convencido de que la publicidad masiva está condenada a desaparecer, la propuesta de este publicista bogotano es crear experiencias, por eso junto a varios socios, apostó por un espacio en que confluyen un bar y una galería de arte para creadores independientes, en la mitad de un espacio para la rumba en la ciudad. Asegura que su mayor interés es mostrar que el arte no sólo es para los intelectuales.

La madriguera del lector

Édgar Blanco, encargado de la librería La Madriguera del Conejo (Cra. 11 Nº 85-52). Su lucha, como la de los demás creadores de este espacio para los lectores, es que las librerías independientes no desaparezcan. No le importan las novedades, lo tienen sin cuidado las listas de los más vendidos. En La Madriguera del Conejo hay espacio para escritores anónimos y para lectores que quieran ojear un libro sin afanes, tomar un café o encontrarse con los amigos.

El sabor del tiempo

Michel Chalmin, supervisor de Michel Patisserie (calle 83 con cra. 13) es, tal vez, el extranjero más reconocido en la zona. Sus postres y pasteles son famosos en el norte de la ciudad desde 1976, cuando decidió no volver a su natal Francia. A Michel Chalmin es posible encontrarlo horneando unas galletas, enseñando trucos de pastelería a principiantes y hasta conversando con presidentes y primeras damas. Sentado en la pastelería, con una sonrisa que no delata sus 73 años, asegura que sus últimos días espera vivirlos en Bogotá.

Creador de realidades

Felipe Rodríguez, arquitecto y socio del bar El Coq (calle 84 #14-02) . Si algo le ha quedado claro a este bogotano en sus 35 años es que una de las cosas más aburridas de la vida es la realidad. Y para huir de la dictadura del mundo de la lógica, a la hora de crear siempre piensa en lugares donde, al pasar la puerta, se cruce también el tiempo y el espacio. Los últimos ocho años los ha dedicado al negocio de los bares y restaurantes en Bogotá. Arquitecto negado a los trazos convencionales, es el creativo detrás de cada línea, cada color, cada nuevo objeto que aparece en cualquier rincón del bar El Coq sin que los visitantes siquiera se percaten. A la hora de darle vida a un nuevo espacio, Felipe Rodríguez siempre vuelve a la infancia, por eso tal vez El Coq luce hoy como una finca oculta en cualquier país europeo. A la Zona Rosa, que vive a través de la fiesta nocturna, la define como un purgatorio de Dante en el que hay espacio para todos. En cinco años se imagina jubilado, insistiendo en que una buena creación sólo es posible si sale del corazón con un filtro de inteligencia.

‘La calidad es el secreto’

Daniel Kaplan, chef de Burger Market (cra. 14 #83-53). A la cocina llegó por coincidencia, después de pelear días enteros con las clases de ciencia política en la Universidad de los Andes. El día que abandonó las teorías políticas también decidió irse a Israel. Lavando lechugas y cortando cebollas en ese país, terminó enamorado del arte de los sabores y las preparaciones.

Estudió en Nueva York y trabajó en Washington; en Bogotá ha estado al frente de distintos restaurantes desde hace más de una década, con la firme convicción de que para hacer buenos platos primero hay que ser un cocinero entregado, no una celebridad. Desde el 2 de septiembre está al frente de la cocina de Burger Market, una propuesta de cocina de calidad con productos orgánicos. Mientras revisa que la parrilla tenga el calor perfecto para asar la carne, confiesa que su secreto en la cocina es la calidad. También cuenta entre risas que su plato favorito es la hamburguesa con ‘foie gras’.

Sin magia no hay son

Rafael Montes, músico. Vestido de traje, con su habitual sombrero, parecería un músico perdido en una esquina de la calle 82. Pero apenas saca el clarinete, se acomoda la chaqueta y empieza a tocar “La pollera colorá” confirma que tiene el poder de convertir cualquier esquina de la ciudad en el escenario para su música. Con acento barranquillero cuenta que lleva dos años tocando en las calles de la Zona Rosa y que el sabor y la alegría son los mejores aliados a la hora de conquistar el oído de los caminantes.

Por Viviana Londoño Calle

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