Steven Fleming, el arquitecto que imagina a Bosa como Ámsterdam

Es reconocido en el mundo por su concepto de “arquitectura para bicicletas”. Estuvo en Bogotá para asesorar al Distrito y asegura que la capital podría ser un ejemplo mundial, pero para ello necesita ampliar su infraestructura.

Laura Dulce Romero
09 de julio de 2017 - 03:00 a. m.
Steven Fleming junto con los funcionarios de la Secretaría de Movilidad, recorriendo el sur de Bogotá. / Distrito
Steven Fleming junto con los funcionarios de la Secretaría de Movilidad, recorriendo el sur de Bogotá. / Distrito

El arquitecto australiano Steve Fleming cree que las utopías son metas a largo plazo y los mundos ideales no sólo están en los cuentos. Imaginas y creas. Ideas y materializas. Por eso no le parece descabellado pensar que, en el futuro, el transporte más importante de las ciudades será la bicicleta. Que el urbanismo y la planeación urbana girarán en torno a ella, a tal punto que los edificios ya no tendrán sólo entradas peatonales sino también ciclorrutas para que las personas puedan ir de un lugar a otro sin bajarse de la bici. (Lea: Esta es la iniciativa que quiere implementar el sistema de bicis públicas en Bogotá)

“¿Cómo será la ciudad del futuro? Me imagino un lugar donde las autopistas son sólo para las bicicletas. Puedes ir al centro comercial, al supermercado, al trabajo e incluso a recoger a tus hijos al colegio montando este vehículo. Actualmente, el 68 % de las personas que viven en Ámsterdam utilizan la bicicleta. En la ciudad ideal ese porcentaje es mucho más alto. Sólo hay minibuses y sillas de ruedas eléctricas para quienes padecen una discapacidad. Y para quienes deban realizar desplazamientos más largos está el tren eléctrico, que va de norte a sur. Eso sí, en cada estación hay un parqueadero de bicicletas o una estación de un sistema público”.

Insisto en que es inalcanzable, pero Fleming responde que algo similar ocurrió con el carro: “En 1925, las sociedades se imaginaron unos espacios donde los carros fueran protagonistas. Se vendió la idea de que cada persona debía tener un auto. En ese momento parecía un sueño lejano. Pero sólo cuando se empezaron a construir grandes avenidas y parqueaderos se dieron cuenta de que era posible. Todos los modelos de planeación urbana son utopías al principio”.

Fleming es australiano, aunque buena parte de su vida ha vivido en Holanda debido a su trabajo. Desde muy pequeño se enamoró de la bicicleta porque le resolvió el problema de no tener cómo pagar los tiquetes de tren para ir a estudiar y lo ayudó a tener una vida más saludable. La única vez que decidió apartarse de este vehículo fue cuando, por presión familiar, compró un carro. Como vivía en una zona costera, la sal lo oxidó y el enorme gasto se redujo a una lata vieja, corroída. Se prometió volver a la bicicleta y anuló toda posibilidad de retorno a otro medio de transporte.

No tardó mucho tiempo para retribuir todo lo que este medio de transporte le había ofrecido. Abrió un blog y empezó a contar cómo eran sus recorridos a diario. Se obsesionó tanto que hizo una primera investigación con el Instituto Arquitectónico Holandés. Lo llamaban a entrevistas para hablar de su peculiar visión, sus rutas, salud, bienestar y hasta mecánica. Cuando se dio cuenta de que este era el tema que más lo apasionaba, lo mezcló con su trabajo como arquitecto y urbanista. 

Durante años estuvo en la academia diseñando edificios con rampas, ciclorrutas y senderos peatonales, para que las personas pudieran recorrerlos desde el primero hasta el último piso montados en dos ruedas. Creó el término “arquitectura de bicicleta”. Publicó más de 40 artículos académicos, con el sello de universidades como Harvard, Columbia, Canberra y Newcastle, y dos libros: Cycle Space. Architecture and Urban Design in the Age of the Bicycle y Velotopia: The Production of Cycle Space in Our Minds and Our Cities. En ellos demuestra cómo las ciudades pueden transitar el sendero de la sostenibilidad si se vuelcan a este vehículo.

Fleming es cofundador de Cycle Space, socio público-privado de la ciudad de Ámsterdam, encargado de representar la experiencia en su política de bicicletas. Es consultor, doctor en arquitectura y viaja por el mundo contando su experiencia y los logros de la capital holandesa. Trabaja con ciudades como Bogotá y Singapur, universidades y organizaciones del sector de la arquitectura en la implementación de un nuevo modelo de diseño ambiental que, dice, “comienza con la bicicleta y termina con edificios y ciudades más saludables”.

Hoy es tal vez uno de los pocos arquitectos que han pensado en la bicicleta como eje central del desarrollo urbano y de la equidad. Por eso, la Secretaría General de Bogotá lo invitó a participar en su programa de buenas prácticas. En esta ocasión el módulo consistió en “Edificaciones pensadas para una ciudad en bici”. Fleming recorrió la capital colombiana e intercambió experiencias y conocimientos con funcionarios de las carteras de Movilidad, Educación y Desarrollo Económico.

También está trabajando como asesor en un nuevo proyecto del Distrito llamado Centro de la Bicicleta, que quedará ubicado en la localidad de Bosa. Aunque la administración no habla de sus planes, pues apenas los está esbozando, a grandes rasgos quieren construir un espacio para este medio de transporte, donde haya lugar para el aprendizaje, el emprendimiento y el análisis de datos. (Lea: Bogotá contará con una autopista exclusiva para bicicletas)

Es la primera vez que pisa tierra latinoamericana. Le interesa trabajar para estas ciudades donde “todo está por hacer y mejorar”. Es un convencido de que la bicicleta es una generadora de espacios más democráticos y que la lucha por priorizarla dentro de las agendas gubernamentales es lo único que puede combatir los graves problemas ambientales y sociales, como el calentamiento global y la desigualdad.

Su visita a Bogotá

Fleming es optimista, sonriente y con frecuencia suelta bromas. Tantas que algunas de sus afirmaciones parecen chistes. Piensa, por ejemplo, que Bosa podría llegar a ser como Ámsterdam, pues tienen morfologías urbanas muy parecidas: “Son calles angostas, con casas y edificios de tres y cuatro pisos, muy concurridas por peatones y bicicletas”. Me río, pero de inmediato la seriedad se apodera de su cara.

“Nadie cree en sí mismo. Es humano. Siempre descubrimos primero las dificultades que las fortalezas. Pero es cierto: curiosamente, Ámsterdam tiene patrones urbanos muy parecidos a los colombianos. Ustedes no valoran que Bogotá es una ciudad enorme, donde las bicicletas están por todos lados. Usualmente, en otras ciudades, como Londres, por ejemplo, la mayoría de biciusuarios están en el centro. Quienes tienen menos recursos y viven en las afueras deben comprar un carro y estropean la periferia. En Bogotá no pasa eso. Aquí la gente, sobre todo de estratos bajos, utiliza este medio de transporte en las periferias”.

Sin embargo, no deja de enumerar los cambios que Bogotá necesita. Recorrió varias zonas del sur y del norte de la ciudad. Concluyó que, en estos momentos, la distancia de los viajes en la capital es de 7 kilómetros. La gente debería tardar, máximo, 25 minutos, pero eso no sucede. “Es mucho más largo y eso se debe a que las calles les siguen dando prioridad a los carros. Hay muchos semáforos y no hay soluciones de ingeniería que mejoren los tiempos de desplazamientos”. (Lea: Cada cinco días muere un ciclista en Bogotá)

También considera que Bogotá debe ampliar su infraestructura e interconectar todas las localidades con ciclorrutas. Sería muy útil, según Fleming, que durante esa adecuación se construyan edificios, como centros de atención o supermercados, que se unan a estas vías. Para eso es necesario un registro minucioso de los viajes y así identificar los lugares donde hay más obstáculos para los ciclistas. Finalmente, aunque no la menciona como prioridad, sugiere que sería útil pensar en un sistema de bicicletas públicas.

Reconoce que hay problemas muy propios de la ciudad, como la inseguridad. Si bien no es experto en estos temas, alude a una iniciativa que ha funcionado en otras capitales: incentivar el uso de este vehículo en zonas concurridas. “Hay que estudiar las vías más importantes de la ciudad, llenarlas de usuarios que se acompañen y tener una infraestructura en los edificios que le permitan a la bicicleta entrar y salir”.

Después de visitar Bogotá y darse cuenta de que hasta los policías y los domiciliarios usan la bicicleta, no le cabe la menor duda de que “podría ser una ciudad ejemplo para el mundo”. De acuerdo con Fleming, las urbes en auge ya no miran los imposibles, como Los Ángeles o Nueva York, sino ejemplos reales, como Bogotá: “Si Bogotá se pone en la tarea de mejorar y mostrar resultados, podría ser inspiradora para otras. En medio del calentamiento global, necesitamos capitales como esta, que demuestren que se pueden hacer las cosas de otra forma”.

El truco ahora, señala el consultor, es proyectar la arquitectura de la bicicleta y “darles una prueba a las personas, que seguro querrán más”. Vendrán obstáculos, como la presión de la industria automotriz que, según él, todo el tiempo vende la idea del auto como una necesidad, pero poco a poco, con edificios como el del Centro de la Bicicleta de Bosa, espera que en las futuras generaciones se instale otro chip.

“No tengo una bola de cristal para predecir el futuro, pero lo que quiero hacer es demostrar que nuestras vidas pueden ser mejores si nos imaginamos una ciudad de bicicletas. Nuestra salud y el aire mejorarían. Incluso tendríamos una sociedad más democrática y segura. Habría una arquitectura diseñada realmente para las personas y no para sus carros”.

Por Laura Dulce Romero

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