Transmilenio multicolor: exploran cambiar los buses rojos, por verdes y amarillos

El Distrito le envió una carta a los operadores, en la que plantea la posibilidad de cambiar el color de los buses, según su estándar de emisión. Los dueños de los vehículos no están de acuerdo, por el costo. Al parecer, se explora algo similar con el sistema zonal.

Alexánder Marín Correa (jamarin@elespectador.com) / @alexmarin55
26 de febrero de 2020 - 01:40 a. m.
Así se verían los buses de Transmilenio, de prosperar la propuesta del Distrito.  / Óscar Pérez
Así se verían los buses de Transmilenio, de prosperar la propuesta del Distrito. / Óscar Pérez

El tradicional rojo que caracteriza a los buses de Transmilenio podría transformarse por un sistema multicolor. O, al menos, esa es la idea que tiene en mente la administración que, a través de una carta enviada en los últimos días a los operadores, explora la posibilidad de cambiar el tono de los articulados y biarticulados, dependiendo del estándar de emisión.  

El oficio, que llegó en los últimos días, anuncia que desde la Alcaldía se está trabajando dicha propuesta que contempla, de manera puntual, pintar de amarillo los buses Euro V con filtro y Euro VI (que actualmente usan diésel) y de verde fluorescente los catalogados como cero emisiones, es decir, los que son a gas o eventualmente los eléctricos.  

“Desde el ente gestor reconocemos que la implementación de esta iniciativa requiere de la concurrencia de los concesionarios del sistema, ya que pudiera llegar a implicar un sobrecosto no previsto. Por lo anterior, amablemente le solicitamos nos indique si considera que pudiera llegarse a un acuerdo con Transmilenio sobre el asunto y, de generarse algún sobrecosto por la implementación de la medida, a qué monto ascendería”.

La carta puntualiza que la anterior información se requiere como insumo “para adoptar la totalidad de acciones y medidas necesarias, que permitan implementar la iniciativa propuesta por la Alcaldía Mayor. Esperamos su respuesta dentro de los cinco días hábiles siguientes”, concluye Julia Rey Bonilla, subgerenta jurídica de Transmilenio, quien firma el oficio.

Como es evidente, la propuesta ha generado revuelo entre los operadores, no solo por lo que implicaría cambiar la identidad de un sistema que cumplió 20 años, sino por el costo. Según los cálculos de los socios de cada empresa, luego de consultar con las empresas encargadas de ensamblar cada automotor, pintar de nuevo un articulado (incluso los que acabaron de llegar) costaría mínimo $30 millones.

Esto sin contar el posible traumatismo que podría generar en la operación sacar un bus por varios días para cambiarle el color (lo que haría del cambio algo lento), así como los trámites administrativos ante las autoridades de tránsito. Si este valor se multiplica por los 2.127 articulados y biarticulados que ruedan en las troncales, implicaría un gasto cercano a los $64.000 millones, que es casi lo que recauda el sistema en 10 días de operación.

Si la medida se extiende a los buses zonales, a los alimentadores y a los vehículos que entrarán a reemplazar el servicio provisional, el cambio de color de todo el transporte público de Bogotá prácticamente se triplicaría, teniendo en cuenta que hay alrededor de 6.000 vehículos adicionales.

Frente al proyecto, el gerente de Transmilenio, Felipe Ramírez, señaló que era un tema que no tenía nada de noticia, pues se trata de un proyecto como cualquier otro. “Se está analizando, para entender qué significaría, pero no es una decisión tomada. Estamos haciendo análisis y como cualquier proyecto, queremos ver si tiene ventajas y conocer sus costos. Queremos mostrar que estamos haciendo unos cambios importantes para la ciudad en materia de emisiones, pero esta es apenas una idea, que debe ser analizada, entendida y después de esto se tomarán decisiones”, explicó el Felipe Ramírez, gerente de Transmilenio.

No obstante, según fuentes del Distrito, la verdadera motivación detrás del proyecto es que la ciudadanía note en las calles a golpe de vista el esfuerzo que se está haciendo por reemplazar la vieja flota y cómo se está trabajando por mejorar la calidad del aire de la ciudad, para que la gente se vuelva a enamorar y a apropiar del sistema. En cuanto al costo, aclaran que no se tienen datos concretos, porque apenas se está analizando la viabilidad técnica.  

Más allá de todo esto, surgen varias preguntas ¿quién asumiría los costos o cómo entraría el Distrito a compensar a los operadores? Además, ¿Valdrá la pena un gasto tan alto en un cambio meramente estético, teniendo en cuenta que aún no hay fuentes nuevas de financiación para tratar de superar el multimillonario déficit del Sistema Integrado? La propuesta está sobre la mesa. Llevarla a cabo dependerá de la capacidad de gestión de la administración y de la disposición de los operadores quienes, por ahora, no parecen estar dispuestos en costear un asunto estético que representaría una enorme inversión.

Por Alexánder Marín Correa (jamarin@elespectador.com) / @alexmarin55

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