Transmilenio: un recorrido por el acoso a mujeres

Expertos que elaboraron el informe, que catalogó a Bogotá como la ciudad más insegura para mujeres y niñas, dicen que el acoso sexual casi nunca se denuncia por el miedo a ser juzgadas y por los traumas que les ocasiona el hecho.

Manuela Valencia Gómez (mvalencia@elespectador.com)
27 de diciembre de 2018 - 02:29 a. m.
En la mayoría de los casos de acoso en el sistema, la víctima no recibe respaldo de los demás usuarios. / Cristian Garavito
En la mayoría de los casos de acoso en el sistema, la víctima no recibe respaldo de los demás usuarios. / Cristian Garavito
Foto: Cristian Garavito / El Espectado

Luisa quedó atrapada entre dos hombres mientras viajaba en un J70, que se dirigía desde el Portal del Norte al centro de la ciudad. Por delante, un adulto mayor tocaba su pelvis, pretendiendo que sus manos fueran confundidas con una carpeta que llevaba. Por detrás, un sujeto le rozaba su miembro en repetidas ocasiones. “Quedé paralizada y no hablé por miedo a que la gente me dejara sola”.

Paola estaba junto a un adulto mayor, quien empezó a masturbarse e intentó tocarla. Ella le pegó un puño, razón por la que otros pasajeros le gritaron y le reprocharon sin escuchar sus razones. Al sentirse presionada e ignorada, se bajó en la siguiente estación e intentó denunciar los hechos. El caso más reciente lo relató Laura en su cuenta de Twitter y ocurrió el 8 de diciembre. “Aquí estoy yo, a mis 27 años, temblando de la piedra, porque un cerdo asqueroso comenzó a restregar su pene contra mi hombro mientras yo iba sentada en Transmilenio. Alcé la voz, no me quedé callada, pero eso no evita las ganas de llorar”.

El acoso sexual es uno de los delitos que generan que las mujeres sientan que Bogotá es una ciudad insegura y mucho más en el transporte público. En lo corrido del año se han denunciado 543 casos, de los cuales, según cifras de la Policía, 159 se presentaron en Transmilenio, siendo las mujeres las principales víctimas. Sin embargo, es claro que esta cifra no refleja la verdadera dimensión del problema.

Muchas guardan silencio, no solo por falta de herramientas efectivas para denunciar, por miedo o por la indignación que provoca sentir la indiferencia de muchos usuarios, que poco se solidarizan con la víctima. Esto sin contar la desconfianza que generan los pocos resultados de la justicia. Según datos de la propia Fiscalía, de las 543 denuncias radicadas este año, en solo 22 de ellas han llevado a los presuntos acosadores ante un juez. Del resto, 119 siguen en indagación y 393 fueron considerados hechos de menor gravedad.

El acoso sexual, o lo que popularmente se conoce como manoseo, está tipificado en el Código Penal como injuria por vía de hecho. Y aunque para muchos sea algo sin mucha importancia, tocar a una persona sin su consentimiento es un delito que acarrea una condena tentre uno y tres años de prisión. A pesar de esta situación, son pocos los casos en los que un acosador termina sentenciado.

De acuerdo con el informe presentado en octubre por Plan International (una ONG que promueve los derechos de los niños y la igualdad de las niñas), el acoso sexual se describe como piropos, burlas, contacto físico y miradas fijas, y se determina como el principal riesgo que enfrentan las mujeres al salir solas en espacios públicos. Además, identificó que Bogotá reúne todas las características para ser la ciudad con mayor riesgo en esta materia para niñas y mujeres jóvenes en el mundo.

Debe ser prioridad

La preocupación es de vieja data. A pesar de los esfuerzos y las alianzas con varias secretarías como la de Seguridad o la Mujer, los resultados no han sido los esperados. Por esta razón, estrategias como los famosos “vagones rosas”; el grupo élite de policías infiltradas, para identificar a los acosadores, o el controversial proyecto de las sillas exclusivas para mujeres hoy son historia.

Por esta razón, nada parece ser suficiente si no se hace un llamado a los usuarios. De acuerdo con la concejal Lucía Bastidas (Alianza Verde), promotora de debates de control político sobre los derechos de la mujer, uno de los grandes problemas es el fenómeno de la indiferencia que obedece a una cultura machista arraigada en la ciudadanía en general, “en la que tocar a las mujeres es normal, aceptable y, por lo tanto, no es escandalizable”.

Bastidas agrega que en medio de todo los problemas y las falencias que existen en Transmilenio, “el tema no se ha priorizado en la agenda pública del Distrito al considerarse un delito de bajo impacto, que en muchos casos carece de pruebas para tomar las medidas sancionatorias correspondientes”.

La urgencia de tomar medidas realmente efectivas las explica Nasly Fernández, psicóloga de la Universidad Konrad Lorenz, ya que, según ella, el acoso puede dejar graves secuelas en sus víctimas, pues en algunos casos pueden llegar a presentar estrés postraumático si el acoso está acompañado de algún antecedente de abuso sexual, ocasionando que la persona entre en crisis. Por otro lado, quienes tienden a quedarse calladas son más vulnerables, ya que optan por permitir el acoso por inseguridad o miedo.

Actualmente, para mitigar este tipo de violencia contra las mujeres en Transmilenio, el Distrito ha puesto en marcha otras estrategias, como campañas pedagógicas en las estaciones y los buses, explicando la ruta para poder denunciar; la creación de espacios de orientación e información para los usuarios, y hasta capacitaciones a todo su personal sobre los derechos de las mujeres.

No obstante, casos como los de Luisa, Paola y Laura son la prueba de que aún falta mucho por hacer, y será tarea del Distrito fortalecer las estrategias que permitan erradicar los riesgos que enfrentan las mujeres en el sistema de transporte. Eso sí, para que funcionen esta vez será clave contar con una mayor voluntad política, que permita mejorar la aplicación de la ley al respecto, y que la indiferencia se erradique de Transmilenio, como medida para hacer del sistema un lugar seguro para la mujer.

Por Manuela Valencia Gómez (mvalencia@elespectador.com)

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