Una semana buscando a Brenda Martínez

La última vez que vieron a esta joven de 17 años fue el sábado. Al parecer, una compañera le ofreció un trabajo en el que viajaría y ganaría mucho dinero. En Soacha se han reportado las desapariciones de 17 mujeres en los últimos dos años.

Laura Dulce Romero
28 de abril de 2017 - 03:43 a. m.
Brenda Martínez, de 17 años, valida los grados sexto y séptimo en el colegio Manuela Beltrán, en Soacha. / Archivo personal
Brenda Martínez, de 17 años, valida los grados sexto y séptimo en el colegio Manuela Beltrán, en Soacha. / Archivo personal

Desde el día en que su hija se fue de casa, Enrique Martínez lo anota todo en una pequeña libreta. Tachones, números y nombres están regados por las páginas arrugadas. Vuelve a repasarlas cada vez que le preguntan qué sucedió o cuando encuentra una pista que cree podría llevarlo hasta ella. Brenda Daniela Martínez, de 17 años, salió de su casa el pasado sábado y hasta hoy nadie sabe su paradero. Ella es una de las 18 desaparecidas que se han reportado en Soacha en los últimos dos años.

Brenda valida su bachillerato los sábados en el colegio Manuela Beltrán, de Soacha. La última vez que su mamá la vio fue el 22 de abril, cuando se despidió para ir a estudiar. Le pidió $8.000 para su merienda y acordaron encontrarse a las 4:00 p.m. en el lugar de trabajo de sus padres.

No llegó. María Eugenia Castellanos, su mamá, la llamó tres veces, pero su celular estaba apagado. Esperó dos horas y cuando se dio cuenta de que no estaba en la casa, empezó a buscarla por el barrio y a llamar a sus amistades.

Pasó la noche y no había rastro de Brenda. La familia Martínez Castellanos revisó los videos de seguridad del conjunto donde viven. “Encontramos la primera pista: a las 7:00 p.m. del sábado, mi hija entró con una mujer a la casa y a los cinco minutos salieron juntas con una pequeña maleta”, cuenta Enrique, quien vende frutas en la localidad de Puente Aranda, en Bogotá.

Nunca habían visto a su acompañante. Como el caso se tornaba cada vez más extraño, acudieron a la Policía, pero las autoridades no trabajan al ritmo de la angustia de la familia, así que Enrique y María Eugenia iniciaron una investigación por su cuenta. Hicieron un cartel, lo subieron a las redes sociales y desde el domingo lo han pegado en cada poste del barrio La Despensa, donde está el colegio.

El lunes ocurrieron dos hechos que, según Enrique, son reveladores. Un profesor le comentó que el domingo vio a Brenda, con la misma ropa del día anterior, corriendo por el barrio. Cuando le preguntó a dónde se dirigía, “ella sólo le respondió, nerviosa, que se iba a ver con la mamá, pero eso no pasó”.

Luego, la familia recibió información de que, en el colegio, Brenda siempre estaba en compañía de dos jóvenes mayores que ella. Incluso, una de ellas le había ofrecido tres semanas antes un trabajo en el que podría viajar y ganar una atractiva suma de dinero.

De inmediato, los padres fueron hasta el colegio para preguntar por esas dos amigas. Descubrieron que a una de ellas no la conocían las directivas del colegio. Ni siquiera estaba matriculada. Y los datos que les dieron de la otra no los pudieron verificar. Llamaron varias veces al teléfono que obtuvieron y nadie contestó. Después fueron hasta la dirección registrada, pero no la encontraron. Al parecer, no existe.

Ese lunes, en medio de la búsqueda, Brenda llamó a su hermana Stephani desde un número desconocido. Le dijo que estaba en una finca, que le explicara a su mamá que estaba bien y que no podía ir a la casa porque podían rastrearla. Al fondo, cuenta Stephani, se escuchó a alguien que le aconsejaba que colgara. Su hermana intentó persuadirla para que volviera.

Al día siguiente, a las 3:00 de la tarde, volvió a llamar. Esta vez contestó María Eugenia: “Yo sólo escuché que me gritó ‘mamá, mamá, mamá’, y se cortó. Devolví la llamada, pero apagaron el celular”.

Aunque ellos aseguran que Brenda es muy cercana a su familia, reconocen que en las últimas tres semanas se comportó distinto. Unos días antes llegó muy tarde a su casa, algo que jamás ocurría. También preguntó en dos ocasiones qué pasaría si ella algún día decidía irse de su hogar.

“La semana pasada me preguntó si yo me ponía triste si ella se iba. Yo le respondí que por qué decía eso, que ella era muy chiquita y ahora la prioridad era su estudio. Luego me abrazó y me dijo que así estuviera lejos, ella me iba a ayudar”. Enrique explica que, a pesar de no tener muchos recursos, no pasaban por un mal momento económico.

El caso ahora está en manos del Gaula de la Policía, que prefiere no pronunciarse al respecto, para no afectar la investigación. Sin embargo, algunos defensores de derechos humanos consideran necesario que se trate esta situación desde otros frentes, pues, por sus particularidades, podría tratarse de un caso de trata de personas. “Cuando se habla de que le ofrecieron una alternativa de trabajo, hay que activar el mecanismo de búsqueda urgente, porque es una desaparición, pero también reportar el hecho ante el Comité Interinstitucional Contra la Trata de Personas”, advierte Andrés Peña, abogado especialista en derechos humanos.

Peña aclara que, a pesar de que Brenda en apariencia se fue voluntariamente, su caso debe clasificarse como desaparición por tratarse de una menor y las autoridades tienen que actuar con celeridad: “Ha pasado mucho tiempo y no hay respuestas, aunque sí pistas”.

Más casos sin resolver

Brenda no es la única. Entre 2015 y 2016, según la base de datos de Medicina Legal, en Soacha se reportaron 17 mujeres desaparecidas, de las cuales 10 son menores de edad. Todas tienen características similares.

Según explica César Muñoz, investigador de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), Soacha es un municipio lleno de complejidades, donde se han presentado algunos de los peores casos de desaparición forzada, como los mal llamados falsos positivos. No en vano hoy es conocida como la ciudad de las víctimas: “Conocemos casos similares al de Brenda, de niñas y mujeres atractivas y vulnerables, que no se han resuelto”.

Para los expertos, estas cifras son un campanazo de alerta para las autoridades, quienes deben ahondar en lo que ocurre en el municipio y para saber quién está detrás de estos hechos. El reloj corre y, a pesar de los años, las familias de estas mujeres aún esperan encontrarlas.

Por Laura Dulce Romero

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