¿Dejaría que una lombriz viviera dentro de su cuerpo, por la ciencia?

17 voluntarios lo hicieron para que los científicos investiguen la esquistosomiasis, una enfermedad que afecta a 160 millones de personas en el mundo.

Redacción VIVIR
22 de febrero de 2018 - 02:16 p. m.
Un macho y una hembra de la lombriz Schistosoma mansoni se emparejan dentro del huésped. / Eye of Science
Un macho y una hembra de la lombriz Schistosoma mansoni se emparejan dentro del huésped. / Eye of Science

La crónica de Science Magazine sobre un curioso experimento para descubrir cómo curar la esquistosomiasis, una enfermedad infecciosa, comienza así.

Al mediodía, un jueves de febrero, un técnico de laboratorio toma una placa que contiene un caracol rojo solitario y lo baña con agua caliente, bajo una luz intensa. La luz y el calor hace que cientos de larvas pequeñas salgan del molusco. Ahora, Meta Roestenberg, médica de enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Leiden, Alemania, corre contra el tiempo. Tiene 4 horas para lanzar un experimento único y controversial en el que permitirá que los parásitos entren en los brazos de cuatro voluntarios sanos. Si espera demasiado, las larvas morirán, y su experimento estará arruinado.

Roestenberg y sus colegas los infectaron con Schistosoma mansoni, una de las cinco pequeñas especies de gusanos transmitidas por el agua que causan esquistosomiasis, una enfermedad que enferma a millones de personas en África, Medio Oriente y América Latina y mata a miles cada año. La Organización Mundial de la Salud calcula que unos 160 millones de personas se ven afectadas al año, sobre todo en las poblaciones que no tienen agua potable, como el África subsahariana.

De acuerdo con la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), en donde se publicó la crónica de este singular estudio, una población de caracoles en un lago africano podría arrojar millones de estas larvas en el agua en un solo día, cada una equipada con un sensor químico que le permite ingresar a los cuerpos humanos que estén en el agua. Después de penetrar la piel, migran al hígado, donde maduran y se aparean. Las parejas de hombres y mujeres permanecen juntas y se mueven a los vasos sanguíneos en el intestino, donde pueden residir durante 5 a 10 años, arrojando cientos de huevos al día. Algunos quedan atrapados en el hígado, los riñones o el bazo, causando diarrea, tos, fatiga, y en casos extremos, lesiones en el sistema nervioso central, hipertensión pulmonar, desnutrición y, a veces, la muerte.

El único medicamento conocido es el praziquantel, un medicamento que, aparentemente, se está quedando corto para el tratamiento de la enfermedad, según la doctora Roestenberg, quien diseñó este experimento precisamente para encontrar la manera de evitar que los parásitos se reproduzcan en los intestinos de los voluntarios.

A la 1 pm, las larvas están listas para ser cosechadas. Los investigadores miran bajo un microscopio y les agregan yodo para matar las débiles y dejar sólo a las que podrán sobrevivir en el huésped. Quedan 574, y necesitan 20 para cada voluntario. Los investigadores en este mismo laboratorio recrearon el ciclo de vida del parásito hace décadas, con hamsters tomando el lugar de los humanos para estudiar S. mansoni, pero esta es la primera vez que se hace en humanos.

Los estudios en los que las personas están infectadas intencionalmente con malaria, cólera y gripe van en aumento, pero no se han hecho con esquistosomiasis, en parte porque el daño de los huevos de S. mansoni puede ser irreversible. Según la doctora Roestenberg dijo a la revista Science, el riesgo para los voluntarios es extremadamente bajo. El problema es que, una vez que el estudio acabe, no hay garantía de que los sujetos se desharán de los parásitos, y no se darían cuenta rápidamente: la mayoría de formas de esquistosomiasis son asintomáticas. La garantía (por ahora) es que solo los infectó con lombrices macho, por lo que no habrá óvulos, y a las 12 semanas, les dará una dosis de praziquantel para curarlos.

Ninguno de los 13 voluntarios infectados hasta el momento tiene síntomas, aunque uno que se infectó con 30 larvas desarrolló una fiebre fuerte. Ellos volverán al laboratorio cada semana para que el equipo de investigación pueda buscar en su sangre una molécula llamada CAA, que las lombrices regurgitan, y que podría indicar que siguen vivas. Si no encuentran CAA, significa que los medicamentos estarían funcionando.

A los voluntarios les pagarán 1.000 euros por su tiempo se espera que, si todo sale bien, se desarrolle una vacuna para mediados de este año.

*Con información de la revista Science

Por Redacción VIVIR

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