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Palabras como ondas gravitacionales, agujeros negros, expansión del universo y otras de mucha pegada mediática aluden a la figura singular de Albert Einstein.
Afirmar que Einstein es imagen de la ciencia del siglo XX, es afirmar lo obvio. Fue sin ninguna sombra de dudas un científico descollante. Pero es importante preguntarse por qué en el siglo de científicos brillantes como Bohr, Dirac, Heisenberg o Feynman, pudo Einstein erigirse como icono del mundo contemporáneo.
En 1919, al finalizar la Primera Guerra Mundial, Einstein era una reconocida figura en la comunidad científica y en los círculos académicos: había creado la teoría de la relatividad especial en 1905 y la relatividad general hace un siglo. Contribuyó de manera decisiva en la construcción de la física cuántica. Faltaban dos años para que obtuviera el Premio Nobel luego de muchas nominaciones.
El 6 de noviembre luego de una histórica sesión de la Royal Society de Londres los periódicos del planeta anunciaron que las ideas newtonianas habían sido derribadas y que la luz se doblegaba bajo el influjo de la gravedad, una importante predicción de la relatividad general. El anuncio catapultó a Einstein a la fama mundial. El repentinamente famoso Dr. Einstein prefiguraba a su modo la gloria de las estrellas de rock.
Un mundo conmocionado y hastiado de la guerra vio emerger la figura emblemática de un hombre que proponía nada menos que un nuevo orden cósmico.
Si agregamos el carisma personal de su proponente y el cultivo de la irreverencia, tenemos un candidato a vedette. A Einstein le atraía el vedettismo y salió desenfadadamente del closet científico a las pasarelas del mundo.
Por si fuera poco, era alemán y Alemania volvería a ser el centro de las miradas del mundo gracias a la segunda guerra. Su pacifismo radical y sus posiciones en contra del militarismo alemán lo resaltaban. Además era judío, la comunidad proscrita por el régimen nazi. Einstein solía decir: “Si mis teorías resultan ciertas, los franceses dirán que soy universal y los alemanes dirán que soy alemán; pero si resultan falsas, los franceses dirán que soy alemán y los alemanes, que soy judío”.
Hay que considerar también su paradójica relación con la bomba atómica: la relatividad explica el origen de la energía nuclear liberada en la bomba, lo que llevó a muchos a tildarlo falazmente, de padre de la bomba atómica. Además, aunque pacifista convencido, su firma encabezaba la solicitud al presidente Roosevelt para que el gobierno de los Estados Unidos emprendiera la construcción de una bomba basada en la energía nuclear. Había indicios de que el régimen nazi estaba tras ella.
Las teorías de Einstein tocan aspectos fundamentales de la realidad, y establecen que nuestras nociones intuitivas de tiempo y espacio no siempre son absolutamente válidas: nos enseñó que podíamos estar equivocados.
La incomprensión de sus teorías por el gran público y la invocación levemente mística de términos como “continuo cuatri-dimensional” o “curvatura del espacio-tiempo”, capturan la imaginación colectiva y favorecen la leyenda.
Hoy sabemos que el legado que nos dejó en la física es indispensable en el trance de conocer mejor el universo. La reciente detección por primera vez de ondas gravitacionales es apenas un ejemplo más, pero sólo la conjunción de complejas circunstancias personales, políticas, sociales, científicas e históricas, es capaz de explicar cómo un científico exitoso como Albert Einstein, puede convertirse en un “top star” y símbolo inequívoco de la ciencia del siglo XX.
*Doctor en ciencías físicas y profesor invitado de la Universidad Industrial de Santander.
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