La mañana en que se inició la conquista de la Luna

El 16 de julio de 1969 partió el cohete que llevaría a tres astronautas a pisar la Luna. El despegue, antecedido por tensiones y expectativas, fue seguido por más de 500 millones de personas. Bogotá también se paralizó para ver cómo el Apolo 11 dejaba la Tierra.

Sergio Silva Numa / @SergioSilva03
15 de julio de 2019 - 08:46 p. m.
A las 11:21 GMT del 16 de julio de 1969 los astronautas iban en camino al vehículo de lanzamiento.  / NASA
A las 11:21 GMT del 16 de julio de 1969 los astronautas iban en camino al vehículo de lanzamiento. / NASA

Rocco Petrone es un tipo que pocos recuerdan. En las imágenes que la NASA guarda del lanzamiento del Apolo 11, el protagonismo lo tienen los tres astronautas que, por primera vez, llegaron a la Luna. Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins aparecen en muchas galerías. Sus rutinas y expresiones quedaron grabadas en cientos de fotografías. Petrone, en cambio, no suele estar en los primeros planos. Solo hay un retrato en el que aparece solo, de traje y corbata. No mira a la cámara, pero es una foto planeada: se le ve medio cuerpo y detrás suyo esa máquina de 160 millones de caballos de fuerza llamada Saturno V, el cohete que permitió esa hazaña que quedó grabada como “la llegada del hombre a la Luna”. 

Petrone, militar, ingeniero e hijo de inmigrantes italianos, no parecía ser muy atractivo para los lentes, pero sus palabras aparecían con frecuencia en la prensa. Los periodistas recurrían a él porque en sus manos estaba la compleja tarea de supervisar la misión Apolo 11. Desde 1966 había ocupado el cargo de director de Operaciones de Lanzamiento en el Centro Espacial Kennedy y se había ganado la admiración de quienes caminaban por los pasillos de la agencia espacial. 

Él mismo se había encargado de ayudar a construir esa tensión. Sus frases, que divulgaron los diariosdía tras día, le recordaban al mundo que Estados Unidos no podía permitirse un fracaso ese miércoles 16 de julio. Una falla sería ceder en esa competencia con la Unión Soviética que la historiografía decidió clasificar como la Guerra Fría.

“Pienso que, en cierto modo, los rusos están desesperados por mantener la apariencia”, dijo un par de días antes del lanzamiento al referirse a un cohete soviético que también intentaba llegar a la Luna: el Luna 15. “Esto demuestra la importancia de lo que estamos haciendo y no creo que lo suyo pueda compararse en modo alguno con un alunizaje tripulado”.

Bogotá también se paralizó. Los fotógrafos de los periódicos registraron grupos de personas parados en vitrinas con televisores aguardando por la hora indicada, anunciada con antelación con titulares llamativos y repetitivos: a las 8:32 de la mañana iba a iniciar el lanzamiento. A las 11:16 a.m. la nave con los tres astronautas debía abandonar la órbita terrestre; 41 minutos más tarde la Apolo 11 debía acoplarse al módulo lunar. A las 1:11 p.m. se alejaría del cohete y en la noche la tripulación tendría su primer descanso. Serían las primeras nueve horas para despejar meses de entrenamiento y tensión. 

Algunos ingenieros soviéticos intentaron disminuir las expectativas (“la misión Apolo no es indispensable”, había dicho uno en prensa), recordándole al mundo que ellos habían lanzado el primer satélite artificial en 1957, el Sputnik I, y que también habían enviado al primer ser vivo al espacio, una perra llamada Laika. Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, aprovechaba, por su parte, el éxito del Apolo 11 para resaltar sus logros con frases populistas. “Que la nación se una en una oración”, dijo antes del lanzamiento para luego pedir a todas las entidades públicas que les dieran el día libre a sus empleados. 

Nixon también posó orgulloso con Armstrong, Aldrin y Collins en varias fotografías. Pero, tras la Guerra de Vietnam y el apoyo a Pinochet para derrocar a Allende, su protagonismo terminó de derrumbarse en 1974, cuando tuvo que dimitir a la presidencia por el escándalo de Watergate, un hito que el periodismo de otras latitudes acogió como una bandera. 

Armstrong, que antes de lograr su alunizaje ya había sido catalogado en Colombia como “la figura del siglo” y como “el Cristóbal Colón de la Luna”, prefirió ser breve con las primeras palabras descriptivas que se le atravesaron entre los detalles técnicos que debía reportar a la sala de control donde estaba el ingeniero Rocco Petrone. “Fuera de la ventanilla que tengo a mi izquierda”, dijo ese 16 de julio, “puedo ver todo el continente de América del Norte, Alaska, arriba del Polo, debajo de la península de Yucatán, la parte septentrional de América del Sur… y después, me falta ventanilla”. 

Por Sergio Silva Numa / @SergioSilva03

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