Nobel por captar ondas gravitacionales

No hubo sorpresas en el anuncio del Premio Nobel de Física 2017. Desde el 14 de septiembre de 2015, cuando se capturaron las primeras señales de las ondas gravitacionales, un evento predicho por Albert Einstein un siglo atrás, estaba bastante claro que los científicos Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne merecían el galardón.

El Espectador
04 de octubre de 2017 - 04:53 a. m.
De izquierda a derecha: Kip Thorne, Barry Barrish y Rainer Weiss. / Nobel Prize
De izquierda a derecha: Kip Thorne, Barry Barrish y Rainer Weiss. / Nobel Prize
Foto: EFE - DSK

Después de todo, hasta el mismo Einstein dudó de que fuera posible algún día captar esas sutiles perturbaciones del universo. Detectar una onda gravitacional es como medir la distancia a una estrella a diez años luz de distancia con una precisión equivalente al diámetro de una hebra de pelo. “Fue un descubrimiento que sacudió al mundo”, señaló Göran Hansson, secretario general de la Real Academia de Ciencias Sueca, en el momento de anunciar el fallo del jurado.

En los años 70, los tres científicos comenzaron a trabajar en el diseño de experimentos capaces de atrapar esas vibraciones. De acuerdo con Einstein, la explosión de estrellas o cualquier otro evento de esa magnitud en algún lugar del universo debería provocar ondas que se esparcirían por el espacio-tiempo. Del mismo modo que una piedra al golpear el agua produce un ondulamiento sobre la superficie.

Los trabajos de Weiss, Barish y Thorne se materializaron en la construcción de LIGO (siglas en inglés del Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser), un experimento que costó unos US$620 millones y en el que han colaborado más de 1.000 científicos de 20 nacionalidades.

¿Qué evento en el universo podría ser lo suficientemente fuerte para perturbar el rígido universo y provocar ondas gravitacionales? El choque de dos agujeros negros decenas de veces más masivos que el Sol que ocurrió hace aproximadamente 1.300 millones de años. Gracias a LIGO, con sus detectores instalados en Estados Unidos a 3.000 kilómetros de distancia uno del otro, fue posible captar esas tenues ondas.

La importancia del descubrimiento de las ondas, además de confirmar las predicciones de Eistein, es que dota a los científicos de una nueva herramienta para explorar el universo. El astrofísico colombiano Juan Diego Soler suele explicar el asunto diciendo que el hallazgo equivale a que “un sordo oyera de repente o un ciego viera la luz”. Hasta ahora, la exploración del universo se ha basado principalmente en telescopios de luz, “pero hoy tenemos algo nuevo: las ondas gravitacionales”.

Eso fue precisamente lo que destacó la Academia Sueca al otorgar el Nobel de Física a los tres norteamericanos: “Aunque la señal era extremadamente débil cuando llegó a la Tierra, ya prometía una revolución en la astrofísica. Las ondas gravitacionales son una forma nueva de seguir los eventos más violentos en el espacio y probar los límites de nuestro conocimiento”.

Al recibir la noticia del Nobel, Kip Thorne lamentó que no le hubiera sido otorgado a toda la comunidad de científicos que durante tantos años trabajaron en hacer realidad el descubrimiento: “Vivimos en una era en la que los grandes descubrimientos son el resultado de enormes colaboraciones, con colaboraciones de un gran número de personas”.

Por El Espectador

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