Orientación sexual: los genes tienen algo nuevo que decir

Un grupo de 14 científicos que realizaron un estudio con cientos de miles de personas, el más grande hasta ahora, descubrió cuatro variantes genéticas que fueron más comunes en personas que informaron al menos un caso de comportamiento sexual con personas del mismo sexo.

El Espectador
23 de octubre de 2018 - 03:17 p. m.
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Hace apenas un mes, en una decisión histórica, la Corte Suprema de India anuló el artículo 377 de su carta de derechos, redactado hacia 1860, según el cual el sexo homosexual consensuado era un acto “contra natura”. En la India, como en muchas otras culturas y grupos conservadores, el principal argumento para rechazar a las personas con una orientación sexual no heterosexual ha sido casi de forma imperturbable que se trata de un comportamiento “no natural”.

Pero nuestro ADN parece contener pruebas para refutar ese argumento que a veces busca amparo en tradiciones religiosas y otras en una idea incompleta de la biología humana. Andrea Ganna, investigadora del Broad Institute en Cambridge (Massachusetts) y de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, y 13 colegas de otras instituciones científicas aprovecharon la reunión de la Sociedad Estadounidense de Genética Humana para presentar los resultados del “mayor estudio genético de orientación sexual”.

Ganna y sus coequiperos examinaron datos de cientos de miles de personas que proporcionaron información sobre su orientación sexual y su ADN a través del estudio del Biobanco del Reino Unido y la firma privada de genética 23andMe. En total, 450.939 personas manifestaron nunca haber tenido relaciones sexuales con alguien del mismo sexo, frente a 26.890 que sí lo hicieron.

“Me complace anunciar que no existe un ‘gen gay’”, dijo Ganna en la conferencia. “Más bien, la ‘no heterosexualidad’ está en parte influenciada por muchos efectos genéticos minúsculos”.

Al comparar el ADN de unos y otros, identificaron cuatro variantes genéticas en los cromosomas 7, 11, 12 y 15 que parecían tener alguna relación con la orientación sexual. Dos de las variantes específicas para hombres que reportaron experiencias sexuales con personas del mismo sexo resultaron asociadas curiosamente en estudios previos a la calvicie, la del cromosoma 15, mientras la otra se asienta en una región rica en receptores olfativos en el cromosoma 11.

Ignacio Zarante, profesor e investigador del Instituto de Genética Humana de la Universidad Javeriana, explica que la técnica que usaron estos científicos se ha convertido en una de las herramientas más útiles para establecer conexiones entre distintas enfermedades, desde la esquizofrenia hasta las enfermedades cardíacas. “Dan un gran poder de análisis por el tamaño de las muestras”, dice. Lo novedoso es que en esta ocasión los investigadores fueron en busca de marcas genéticas asociadas a comportamientos humanos complejos. “Es un avance interesante”, comenta, “pero no es una prueba con un 100 % de certeza. Es una prueba gigante y además nos indica que con esos tamaños de muestra podríamos comenzar a explorar mejor los comportamientos humanos complejos”.

“Esto no quiere decir que alguien va a ser heterosexual o no. Realmente está diciendo que habrá una posibilidad un poco más alta o más baja”, dijo Benjamin Neale, genetista del Instituto Broad y uno de los líderes del estudio.

El debate sobre la naturaleza biológica o cultural de la orientación sexual humana sigue abierta. Así lo cree Dean Hamer que en los años noventa inició este tipo de estudios cuando logró reclutar como voluntarios a 409 parejas de hombres homosexuales para examinar unos 300.000 fragmentos de su ADN. En 1993 Hamer presentó sus resultados provocando un gran debate público. En los periódicos y medios de comunicación el hallazgo de una región en el brazo largo del cromosoma X, conocido como Xq28, fue presentado como el “gen de la homosexualidad. Sus estudios fueron ampliamente debatidos y cuestionados.

Ahora que su vieja obsesión por descubrir un encadenamiento entre nuestros genes y nuestra orientación sexual ha regresado al debate público, Hamer, consultado por la revista Science, comentó: “Es importante que finalmente se preste atención [a la genética de la orientación sexual] con muestras de gran tamaño e instituciones y personas sólidas. Este es exactamente el estudio que nos hubiera gustado realizar en 1993”.

Por El Espectador

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