Sputnik-1, el primer “round” de la guerra espacial

El 20 de julio se cumplen 50 años desde que la humanidad piso por primera vez la Luna. Sputnik-1, el primer objeto humano que orbitó la Tierra, fue el que dio comienzo a la carrera por conquistar el espacio.

Daniel Manrique Castaño *
09 de julio de 2019 - 02:01 a. m.
El día del Elba, se abrazan en la ciudad de Torgau el teniente William Robertson, oficial del ejército estadounidense, y el teniente Alexandr Silvashko, oficial del ejército rojo. /  Foto: Pfc. William E. Poulson
El día del Elba, se abrazan en la ciudad de Torgau el teniente William Robertson, oficial del ejército estadounidense, y el teniente Alexandr Silvashko, oficial del ejército rojo. / Foto: Pfc. William E. Poulson

El 25 de abril de 1945 en la ciudad de Torgau (Alemania), a unos 150 kilómetros de Berlín, los tenientes William Robertson y Alexandr Silvashko, el primero de Estados Unidos y el segundo de la Unión Soviética, se abrazaron para celebrar el comienzo del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ese día se encontraron por primera vez las tropas estadounidenses que venían liberando el oeste de Europa de las manos del régimen Nazi, con las tropas soviéticas que hacían lo suyo desde el este. Conocido como el día del Elba (porque la reunión se dio a orillas del río Elba) fue un instante memorable para las dos nacientes potencias. (Lea: "Apolo 11" vuelve a la vida en un nuevo documental )

El abrazo entre las dos naciones no duró por mucho tiempo. Después de algunos arreglos de control territorial en Alemania, Estados Unidos y la Unión Soviética se convirtieron en acérrimos enemigos ideológicos, políticos y económicos. Cada uno decía del otro que tenían el objetivo de conquistar el mundo y esclavizar a todos los ciudadanos del planeta. Empezaba pues, una carrera por mostrarse como el contendiente más fuerte.

Desde comienzos de la década de 1950 era claro que una tecnología en particular sería el eje de los esfuerzos en ambos bandos: la cohetería. Los rusos sabían que los estadounidenses se habían hecho con los servicios del oficial alemán Wernher von Braun, un ingeniero que había dado vida a los mortíferos cohetes V2, misiles balísticos de largo alcance que aterrorizaron a los europeos en los últimos meses de la guerra. Desde un punto de vista militar, quien pudiera perfeccionar la tecnología de los misiles balísticos de manera satisfactoria, tendría la oportunidad de atacar a su contrincante desde y en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, mientras los estadounidenses aún tenían los ojos puestos en la Unión Soviética y varios proyectos en el papel, en 1957 los soviéticos decidieron abrir un nuevo escenario de conflicto.

Todo apuntaba a que el viernes 4 de octubre de 1957 iba a ser un día normal para los estadounidenses. Después del mediodía, en américa las personas probablemente tomaban el almuerzo y algunas un descanso de media tarde. En la Unión Soviética, aunque era de noche, todos trabajaban en los cuarteles de la Quinta Estación de Investigación del Ministerio de Defensa de la Unión Soviética (hoy llamado Cosmódromo Baikonur), en la actual Kazajistán.

Ubicado en la punta del cohete, el Sputnik-1 era una esfera de aluminio de 58 cm de diámetro y 80 kg. Contaba con cuatro antenas de cerca de tres metros de longitud y la capacidad de comunicarse por medio de ondas de radio con estaciones terrestres. También  poseía instrumentos científicos para determinar algunas propiedades de la ionósfera, como temperatura, presión y densidad de electrones. Era un instrumento científico simple, pero su verdadero valor radicaba en la hazaña que constituía poner en la órbita terrestre un objeto de fabricación humana.

En el momento en que los americanos terminaban su jornada laboral, y algunos de ellos se encontraban ya en casa para cenar, el Sputnik-1 había orbitado la Tierra dos veces. La mañana siguiente, el periódico oficial del partido comunista soviético, el Pravda, informaba sobre el duro golpe: “El lanzamiento exitoso del primer satélite construido por el hombre es un contribución invaluable al tesoro de la ciencia y la cultura mundial [...] Los satélites artificiales allanarán el camino para el viaje interplanetario y es probable que nuestros contemporáneos atestigüen cómo el trabajo libre y consciente del pueblo en una nueva sociedad socialista logra que los sueños más osados de la humanidad se hagan realidad”. Por supuesto, Moscú informó a Washington sobre este logro. El mismo día, el New York Times dedicaba su primera página al logro soviético bajo el título “Los soviéticos disparan un satélite terrestre al espacio: está circulando el globo a 18.000 MPH. La esfera se ha monitoreado en 4 cruces sobre Estados Unidos”. Por su puesto, nada de mencionar las palabras hazaña, logro, o algo parecido.

Finalmente, Estados Unidos pondría su primer satélite artificial en órbita el 31 de enero del siguiente año, después de pasar la vergüenza de que en su primer intento el cohete Vanguard explotara sin despegar de la plataforma de lanzamiento el 6 de diciembre de 1957.

Con el Sputnik-1, la unión soviética nos llevó a una nueva era, la era espacial. 12 años después, el hombre estaría poniendo los pies en la Luna y ahora todos vemos con anhelo el día en que veamos en internet a la primera mujer (según los planes) en poner un pie en el planeta rojo. Es probable que para que este sueño sea una realidad deba existir otro momento “Sputnik”. Si convencemos al presidente Donald Trump de que los chinos planean montar una base militar en Marte, una sonda estadounidense tripulada estará en el suelo marciano en menos de un año....

* NeuroscienceLab, Hospital Universitario de Essen, Alemania - Escuela de Astronomía de Cali

 

Por Daniel Manrique Castaño *

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