Un dinosaurio va a vivir en Maloka

El neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás donó una réplica de un “Tirannosaurus rex” al centro de ciencia. Aprovechó su visita a Colombia para ayudar a armarlo.

Redacción VIVIR
24 de abril de 2018 - 03:00 a. m.
El neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás donó a Maloka una replica de un “Tirannosaurus rex”.  / Oscar Pérez
El neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás donó a Maloka una replica de un “Tirannosaurus rex”. / Oscar Pérez
Foto: OSCAR PEREZ

El jueves 28 de abril de 1994 apareció en el periódico El Tiempo una carta escrita por el neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás, en la que se lamentaba, no sin algo de humor ácido, del fallido intento por regalar al Museo de los Niños la réplica artificial de un dinosaurio. Llinás se las había ingeniado, con la ayuda del director del Museo de Historia Natural de Nueva York, para conseguir la cabeza de un Tyrannosaurus rex, y una famosa multinacional se comprometió a aportar el cuerpo. Llinás cumplió con su parte, pero no así la empresa.

“En vista de que el tiempo pasa y la cabeza sigue decorporada, decidí hablarle a un colombiano ilustre a ver si entre la ciudadanía se le pudieran conseguir los fondos al Museo de los Niños para comprarle a la cabeza muerta su respectivo cuerpo. Él sugirió que todo esto debería llamarse el caso de la cabeza muerta y el cuerpo del delito. Aún hay quienes han sugerido que el mejor método de asegurar la adquisición del resto corporal es el inmortalizar el caso mediante un vallenato intitulado La cabeza sin cuerpo”, se burlaba Llinás en su carta y remataba explicando la razón de aquel proyecto que terminó en descalabro: “De niño vi un esqueleto de tiranosaurio y su impacto me ha durado toda la vida. Quisiera que otros niños colombianos también tuvieran ese privilegio”.

Después de 24 años, Llinás por fin logró cumplir esa vieja promesa. La semana pasada llegaron a Maloka dos enormes cajas que contenían las piezas de un Tyrannosaurus rex. Llinás esta vez lo compró completo, de su propio bolsillo, a una empresa china, para donarlo al centro de ciencia. Aprovechando su visita a Bogotá, donde participó en la Feria del Libro, Llinás se escapó el lunes hasta Maloka para supervisar la desempacada del dinosaurio, que bautizaron Juliana.

“Quiero que sea el primer dinosaurio del mundo con un sistema nervioso”, cuenta Llinás emocionado. Las últimas semanas las ha pasado investigando e imaginando la forma y propiedades que debió tener el cerebro de estos animales que desaparecieron de la faz de la Tierra hace 65 millones de años.

Durante varias horas, Llinás se reunió con un grupo de funcionarios de Maloka para dictar las instrucciones que les permitan diseñar y reproducir el sistema nervioso del dinosaurio. También sueña con que se instale un sistema que reproduzca sonidos similares a los que emitían estos animales. Aunque nadie sabe a ciencia cierta qué sonidos producían los dinosaurios, en 2016 un grupo de biólogos de las universidades de Austin, Glendale, Newfoundland y Utah, en una investigación publicada en la revista Evolution, sugirieron que era bastante probable que emitieran un tipo de sonido, un arrullo, más parecido al de palomas y avestruces, que al rugido de un león. Al analizar cómo ha evolucionado la comunicación de 208 especies diferentes de aves, los investigadores concluyeron que la vocalización con la boca cerrada, en la que se producen frecuencias de bajo rango, probablemente predominó por encima de sonidos altos en animales de gran tamaño como los dinosaurios.

“Resultó formidable. Mejor y mucho más grande de lo que me imaginaba”, dijo Llinás luego de abrir las cajas ayer en Maloka.

Sigrid Falla, directora de ciencia y sociedad, calcula que para las vacaciones de mitad de año ya estará listo el dinosaurio Juliana, con todo un montaje museográfico en el que los niños podrán entender conceptos sobre evolución y la historia natural de estos animales.

“Estamos viviendo cambios muy positivos en Maloka”, dice Falla. Gracias a un proyecto de regalías de ciencia, sumado a una inyección de fondos aprobada por el Concejo de Bogotá el año pasado, el centro de ciencia se prepara para una nueva etapa.

El dinosaurio donado por Llinás ya contagió a todos de entusiasmo. “Parecíamos niños chiquitos al abrir esas cajas. Fue muy emocionante”, anotó Falla.

Por Redacción VIVIR

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