¿Cómo hacen las células para viajar de un lado a otro durante el desarrollo embrionario? ¿Y las células tumorales que emprenden viajes de un lado a otro del cuerpo? ¿Qué método utiliza una simple bacteria para navegar en caminos complejos y ramificados?
De tiempo atrás los científicos saben que los movimientos de las células están mediados distintas concentraciones de sustancias químicas que les resultan “atractivas” o “repulsivas”. Pero ese fenómeno no explica por completo la habilidad para moverse en entornos complejos y con ramificaciones.
En un intento por responder estas preguntas, once investigadores de la U. de Glasgow, comandados por Luke Tweedy, diseñaron una sere de experimentos para ponderar hasta qué punto las células son capaces de autogenerar señales que les permitan guiarse situaciones laberínticas. “Los gradientes autogenerados (diferentes concentraciones de una sustancia) pueden seguir trayectorias complejas porque se generan constantemente por interacciones entre las células y su entorno.
Para esto diseñaron una serie de laberintos artificiales con microfluidos adecuados al microscópico tamaño de una célula y con modelos computacionales intentaban predecir las rutas que tomarían. Luego los resultados fueron contrastados con una especie de ameba conocida como Dictyostelium discoideum (que se encuentran entre sí a grandes distancias en el medio ambiente) y células cancerosas metastásicas (que se diseminan por el cuerpo humano).
“Ambas resolvieron con éxito una variedad de laberintos, incluso los muy complejos y pudieron identificar caminos óptimos”, anotaron los investigadores en el artículo publicado en la revista Science, “la migración celular in vivo no puede entenderse sin considerar la interacción entre las células, los atrayentes y la estructura del entorno local. Los laberintos de microfluidos son un excelente sistema experimental para estudiar estas interacciones”.