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100 años de 'Platero y yo'

La primera edición se publicó en 1914 (Ediciones de la lectura), y en 1917 se publicó la edición completa, compuesta por 138 capítulos.

Paola Rocamadour
22 de noviembre de 2014 - 12:43 a. m.
100 años de 'Platero y yo'

“Tus ojos, que tú no ves, Platero, y que alzas mansamente al cielo, son dos bellas rosas…Si el camino se torna fragoso y le peso un poco, me bajo para aliviarlo. Lo beso, lo engaño, lo hago rabiar…él comprende bien que lo quiero, y no me guarda rencor. Es tan igual a mí, tan diferente a los demás, que he llegado a creer que sueña mis propios sueños.”
Juan Ramón Jiménez.

En el año 1914, nacida de los paisajes Moguereños, en la tierra de García Lorca y al paso de un burro y un hombre, fue publicada la obra Platero y yo, escrita por Juan Ramón Jiménez, quien en 1956 fue premio Nobel de Literatura.

Durante estos 100 años, la obra ha permanecido en el corazón de la literatura. Aquel burrito y su compañero Juan Ramón tienen la magia de enseñarnos el valor de una eterna amistad que no comprende el límite que ha impuesto la conciencia humana al definir a otras especies como cosas; hacer de ellos nuestra propiedad o nuestra mercancía. Por el contrario, Platero y yo, reconoce el valor de otras especies en esta Tierra, sobre todo hacia los animales domésticos, quienes nos acompañan en la aventura de la vida y la hacen realmente mágica con la espontaneidad con que cada animal a quien se le pone un nombre, se le cuida y se le ama, sabe vivir.

Por esto, será inevitable para el lector sentirse extraordinariamente conmovido en cada relato de Juan Ramón hablando o recordando a Platero, especialmente si se alude a que esta obra es un recorrido estacional terminando en invierno, con la muerte de Platero. ¿Cómo no dejar caer una lágrima cuando Juan Ramón le habla a Platero de la muerte? “Vive tranquilo, Platero. Yo te enterraré al pie del pinogrande y redondo del huerto de la Piña, que a ti tanto te gusta. Estarás al lado de la vida alegre y serena. Los niños jugarán y coserán las niñas en sus sillitas bajas a tu lado. Sabrás los versos que la soledad me traiga.” Y es que Juan Ramón aguarda para Platero un lugar en el Paraíso, donde su alma se eleve para jugar entre mariposas blancas y una lluvia de rosas que alumbrarán los ojos de Platero. Allí, el alma del hombre y el animal se reencontrarán para seguir el canto al Paisaje Moguereño.

Y cuando ocurre la inesperada muerte del joven Platero, su espíritu se dirige al llamado que la Tierra le ha hecho para convertirse en energía vital toda la eternidad. Entonces, la invitación que Juan Ramón hace a sus lectores no es preguntarse “¿por qué Platero se ha ido?”, sino advertirnos que Platero estará en el viento, los colores, la vida, la libertad, la alegría. “-Platero amigo!-le dije yo a la tierra.; si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí? Y cual contestando mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio.”

Es así que a las preguntas de Juan Ramón dirigidas a Platero tras su muerte, le seguirían también las interpelaciones de los lectores, luego de terminar la obra. Uno de estos lectores, Julio Cortázar escribiría a Platero de forma conmovedora en su obra Divertimento lo siguiente: Tú nos ves Platero. Platero, ¿verdad que tú nos ves?

Solo de esta manera, esta obra se convierte en un eco que despierta la esperanza de un mundo en permanente contacto y aprendizaje entre los seres que habitan esta Tierra, inaugurando la posibilidad de transformarnos y entonces cambiar algo de este mundo. Porque a Juan Ramón se le escucha hoy como un grito de fraternidad universal, tan necesario en este tiempo, donde el cambio climático, la caza furtiva, el tráfico de animales, el modelo extractivista sumado a la fórmula capitalista han dejado como consecuencia, la extinción anual entre 10.000 y 50.000 de diferentes especies en el planeta, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Esto quiere decir, el mayor desencuentro de la humanidad con otras especies.

Mejor que la vida humana deje sorprender su corazón al lado de un Platero con acero y plata de luna, al mismo tiempo.

Por Paola Rocamadour

 

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