El Magazín Cultural

90 años de Milan Kundera: sobre la levedad y el silencio furtivo

Se dice que el autor es checo, pero su burla al estalinismo lo exilió para siempre de su cuna, de su lengua y de su tierra. Desde 1975, Milan Kundera halló en las pequeñas moradas de París un refugio a su pensar, su decir y su hacer que se resume en la literatura.

Andrés Osorio Guillott
02 de abril de 2019 - 12:05 a. m.
El autor de "La insoportable levedad del ser", "La broma" y "La risa y el olvido" nació el 1 de abril de 1929. / Foto de Catherine Hélie / Éditions Gallimard
El autor de "La insoportable levedad del ser", "La broma" y "La risa y el olvido" nació el 1 de abril de 1929. / Foto de Catherine Hélie / Éditions Gallimard

“El hombre desea un mundo en el cual sea posible distinguir con claridad el bien del mal porque en él existe el deseo, innato e indomable, de y juzgar antes que de comprender”, escribió Milan Kundera en el ensayo El arte de la novela. Y, entre otras cosas, el autor checo afirma su afinidad con la literatura de Cervantes y su fundación de la edad moderna.

Kundera nació en un país que en la primavera actual no lo ha sabido reconocer. Desde 1975 el autor recorrió las carreteras de República Checa para instalarse en tierras parisinas. Lejos de las huellas que Franz Kafka dejó en su territorio, Kundera empezó a labrar un relato satírico, desprendido de la identidad que se lega por aparente obligación al nacer en un espacio específico con unas leyes particulares y unas tradiciones que discrepan de otras naciones.

Tres años después del final de la segunda guerra mundial, Milan Kundera se traslada a Praga, a las calles de colores crema, de rosas en las fachadas. Entre puentes, catedrales y castillos, el autor empieza a nutrir su prosa de inquietudes que tienden a una corriente existencialista, acudiendo al amor, al olvido, a la mortalidad, a lo irreconciliable e inamovible de la condición humana.

Al escritor lo exilió el gobierno comunista que recayó en la entonces Checoslovaquia de la década de 1960. Con La broma, novela que Kundera publicó en 1967 mofándose de la ideología estalinista, el autor logró darse a conocer en su país como escritor, pues desde años atrás su aporte a las artes y la cultura venía dándose en las tablas, en los teatros que también resguardaban historias, memorias y pasiones. Había pasado un par de meses y Alexander Dubček llegaba al gobierno checoslovaco para reemplazar a Antonín Novotný con la intención de darle “un rostro humano al socialismo”. La ciudadanía se liberaba de las cadenas, de las censuras. La cultura se configuraba como contestaria a las represiones y las arengas se hacían versos en el aire.

Sin embargo, la Unión Soviética no estaba dispuesta a ceder su poder en Europa. Los tanques, los ejércitos y los líderes del comunismo volvieron a imponer sus condiciones y su ideología. Sucedió la llamada Primavera de Praga, quizá convirtiéndose en la primera y última primavera que no implicaba el florecimiento sino la llegada de hojas marchitas y de palabras que nacieron muertas.

Atrás quedaron los años en que Kundera abanderaba los colores rojos y promulgaba los ideales marxistas que habían determinado el comunismo en la Europa de la posguerra. Ese pasado en el que el autor perteneció al Partido Comunista Checo se perdió entre las heladas riberas del río Moldava. La pérdida de la ciudadanía que acompañó el exilio del autor de La broma y El libro de los amores ridículos fue el golpe necesario para que Kundera decidiera separarse rotundamente de sus raíces. El silencio se transformó en la mejor respuesta y la clandestinidad se convirtió en un estilo de vida que se distancia de los rumores, de las polémicas en nombre de la inmediatez y el morbo. 

La sensación de no pertenecer, de rasgar las vestiduras de su nación y expulsar los colores de su bandera invadieron los pensamientos y la memoria de Milan Kundera. Su llegada a París fue una elección a causa de la libertad, de una libertad que no abandona aunque su voz interior le susurre en checo que nunca podrá reemplazar su lengua y que su libertad se alza en nombre de una aparente traición a la nación que lo ha querido de vuelta.

Allí fue profesor de la Universidad de Rennes y de la Ecole d’ Hautes Etudes en ciencias sociales. Cierta sensación de angustia y desasosiego surgía con los recuerdos, y de la melancolía y la nostalgia que son una especie de resultado entre la memoria y el padecimiento, Milan Kundera escribió La insoportable levedad del ser, novela que catapultó su narrativa y su reconocimiento en occidente. La libertad, la moral, la idea del eterno retorno del filósofo alemán Friedrich Nietzsche y el amor visto desde lo subjetivo y plasmado en lo colectivo fueron temáticas abordadas por el escritor en Sabina, Tereza y Tomas, personajes que conviven y construyen una novela que dibuja el tedio y la dificultad de los seres humanos al sentirse vulnerables, al reconocer lo incómodo que resulta verse y considerarse liviano, superfluo e indeterminado.

En el 2018, el primer ministro checo, Andrej Babis, le ofreció a Milan Kundera devolverle la ciudadanía y así conciliar luego de tantos años de censura, olvido y ostracismo. No obstante, el autor no respondió a la propuesta, así como negó el Premio Nacional de Literatura en el 2007 y otras invitaciones y reconocimientos que se ofrecieron para tejer ese lazo roído y al borde de la evanescencia. 

Por Andrés Osorio Guillott

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